Myriam MANCISIDOR

Una copa, una raya de coca. Una raya de coca, una copa. Pasa la noche, y con el amanecer deslumbran los problemas. La mayoría de adictos a la cocaína y también al alcohol que ahora solicitan ayuda en centros especializados ronda la treintena. La mayoría son hombres que regalaron su adolescencia al cannabis y se engancharon por diversión a la cocaína para sacar rendimiento a la madrugada, lo que los profesionales denominan consumo recreativo.

Las responsables de Amigos Contra la Droga, asociación con sede en Avilés, trataron a lo largo de 2012 a 110 personas, trece mujeres. De tener más recursos podrían haber sido mayor el número de usuarios: «Tenemos lista de espera, la demanda es mayor que hace años». La mayoría de las personas que solicitaron ayuda son adictos al binomio coca-alcohol. La heroína, droga líder hasta 2006, es ya cosa del pasado. «La suelen consumir adictos crónicos o severos», explica Ana María Menéndez, psicóloga del centro. Los pacientes severos son los mismos, puntualiza, que ahora han vuelto a pedir en las farmacias «Rubifén».

Dicho fármaco es un estimulante del sistema nervioso central, y actúa alterando la actividad de ciertas partes del cerebro. Se utiliza, sólo en ocasiones, para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad. Para los adictos a las drogas ilegales, el «Rubifén» es un viejo conocido. En las décadas de los ochenta y noventa del pasado siglo esta droga farmacéutica recibió el nombre de «coca de los pobres». Ahora ha vuelto a repuntar.

Pero si algo tienen en común los consumidores de alcohol, cocaína, heroína, éxtasis u otras drogas de síntesis es el cannabis. «Este es un hecho objetivo», sentencia Menéndez, que destaca que la edad media de inicio en el consumo de hachís es de 16 años. Casi todos llegan a Amigos contra la droga pasados los treinta y después de haber caído en el pozo. «Lo que empieza como consumo recreativo deriva en problemas familiares y con la justicia porque han dado positivo en las pruebas de alcoholemia al volante, por peleas, trapicheo o causas mayores», explica. Tanto es así que cuatro de cada diez usuarios del centro Amigos Contra la Droga de Avilés procede de la unidad terapéutica de Villabona. Tienen entre 20 y 60 años y su perfil es el de adictos con consumo crónico o severo. «Los nuevos pacientes tienen alrededor de treinta años», precisa la psicóloga. El 54 por ciento de éstos es de la comarca avilesina, una cifra superior a la registrada años atrás. «Esto no quiere decir que haya más adictos en Avilés sino que hay más recursos y las personas que antes venían de otros municipios ahora tienen centros más cerca de su casa», dice. Hasta Piqueros de Abajo se desplazan también dependientes que buscan la cura del Occidente asturiano, aunque estos generalmente cumplen tratamiento ambulatorio dada la lejanía de estos concejos.

Una vez que cruzan la puerta de Amigos Contra la Droga, los usuarios participan en terapias individuales y de grupo, talleres formativos y de educación para la salud y también en un curso de talla de madera que ofrece un voluntario. En el centro de Piqueros de Abajo trabajan actualmente tres personas, dos menos que hace unos años debido al recorte de prestaciones y ayudas por parte de diferentes instituciones. Sólo la consejería de Salud redujo su subvención en un veinte por ciento.

Y es que la crisis también se ha colado en el asociación Amigos Contra la Droga. Afecta a la dirección del complejo, pero sobretodo a algunos de los usuarios. «Estamos viendo más que nunca casos de personas al borde del hambre», reconoce Ana María Menéndez. Se explica: «Hay personas en cura que ya no consumen droga pero que viven en una situación extrema». Esta circunstancia ha llevado al colectivo a tener durante más tiempo a los pacientes en el centro de día, de nueve de la mañana a una y media de la tarde.

«Hace unos años una persona recuperada salía a la calle y encontraba trabajo. Ahora es impensable. Por eso están más tiempo con nosotros», concluye la psicóloga, que hace una doble lectura de esta trágica situación económica: «Un adicto a las drogas suele evolucionar bien y puede alcanzar autonomía, pero tienen detrás un problema de fondo y son muy frecuentes las recaídas». La miseria tampoco ayuda a las personas que después de mucho tiempo deseen ahora engancharse a la vida.