Los redactores del «Diario de Avilés» acostumbraban a escribir con claridad: «Un liberal cazado a balazos». Sucedió el martes 16 de mayo de 1910. Entonces Avilés era una ciudad llena de sombras. Un grupo de serenos seguidor del político José Manuel Pedregal hirió a garrotazo limpio a Virgilio Álvarez Mesa, que era el hijo de Floro Mesa, el alcalde de la ciudad en aquellos días, un político que, además, presidía el Comité Liberal. Virgilio Mesa acababa de salir de la redacción del «Diario de Avilés», periódico en el que, por entonces, trabajaba. Los guardias pedregalistas le pararon en el arco de entrada a la plaza de Hermanos Orbón, en la calle Rui-Pérez, y allí le ahogaron a palos. El periodista logró escapar como pudo de los golpes marchando en dirección al parque de Las Meanas (entonces, del Retiro), y allí, a tiros, Virgilio Mesa perdió la vida. Este fue el primer crimen sonado del siglo XX avilesino y es la primera estación de esta ruta turística singular por Avilés, la última de una serie de cuatro que ha venido publicando LA NUEVA ESPAÑA durante agosto.

La ciudad de Avilés, en el tiempo del asesinato de Mesa, se parecía a la Florencia de los Medici: dos visiones de la vida frente a frente. «Fue una guerra de posiciones, de trincheras fijas durante años (...) Con violencia, sin descanso, sin respiro al enemigo, frecuentemente con poca elegancia. Las fuerzas eran desiguales...», escribe el historiador Juan Carlos de la Madrid en «Prensa y sociedad en una villa del Cantábrico», una monografía que ilustra, entre otras cosas, algo tan intrínsecamente avilesino como el hecho de repetir en esta ciudad las cosas dos veces.

Los del crimen de Virgilio Mesa fueron los años del «art noveau» en París y los del «contubernio» en Avilés, una villa de burguesía emergente, con la mirada puesta en Cuba, a donde habían marchado un montón de asturianos en busca de fortuna.

Uno de aquellos «americanos», Ramón Cuervo, fue el responsable de uno de los crímenes más repugnantes de la historia de Asturias: el asesinato del niño Manolín Torres, al que el indiano le abrió la garganta y del que se bebió su sangre. Sucedió el 18 de abril de 1917. Entonces el terror comenzó a crecer en La Magdalena, una de las parroquias más populosas de Avilés. Cuervo había bajado a Avilés de la localidad llanerense de Santa Cruz con la intención de matar a un niño inocente que le pudiera curar la tuberculosis que, según todos los indicios, había contraído en la isla de Cuba.

Manolín Torres, Ángel Ovies y Agustín García Sánchez jugaban en la plaza de la iglesia de La Magdalena cuando se les acercó Ramón Cuervo, un hombre de gran estatura, con una pequeña cicatriz en la cara, vestido con alpargatas encarnadas y una chaqueta color café. Les preguntó por el lugar en el que se encontraba Suiza Española (una fábrica de lácteos) y ninguno de los tres respondió a sus requerimientos. El hombre alto insistió y Manolín Torres acompañó al forastero y desapareció en el camino de La Ceba. La tarde se echó encima y después la noche, y el niño no aparecía. Una vecina finalmente lo encontró en el monte de L'Arabuya, entre Illas y Avilés. Este asesinato es el único documentado fehacientemente y adjudicado a Cuervo que, desde entonces, sería conocido como el «Estripador de Avilés».

Los años fueron calentando la historia española. La Vidriera, la antigua fábrica situada en El Arbolón, se convirtió en un campo de concentración tras la toma de Avilés y Gijón por los nacionales, en otoño de 1937. «Fácil es imaginarse las penalidades de quienes allí residieron. Sometidos a las privaciones del prisionero, a la represión del enemigo y las múltiples humillaciones del preso político. El sufrimiento se extendía mucho más allá de los muros de La Vidriera, llegaba a todos los familiares que cada día se acercaban para tener noticias...», escribe De la Madrid en «Prensa y sociedad en una villa del Cantábrico».

La represión fue incruenta en la quinta de Pedregal, el chalé de la calle que recuerda al político avilesino, el líder de la facción que acabó con la vida de Virgilio Mesa. La lista de personas que hallaron la muerte entre noviembre de 1937 y finales de 1939 en la casona que fue la sede de la Brigada de Investigación y Vigilancia del régimen de Franco recién nacido. Una investigación del historiador castrillonense Pablo Martínez Corral arroja ya la cifra de 450 víctimas, un 50 por ciento más de las 300 que hasta ahora se daban oficiosamente por muertas o desaparecidas tras los muros del caserón. Los hechos oscuros de aquellos dos años terribles están grabados a fuego en la mente de muchos avilesinos: víctimas y verdugos.

El asesinato de Luis Menéndez «Lumen» abrió la historia del nuevo régimen en Avilés. El bibliotecario -que tiene su recuerdo en la Casa de Cultura- fue fusilado en noviembre de 1937. «No se le conocía militancia. Sí sus avanzadas ideas en el mundo de la cultura, su magisterio sobre otros escritores y poetas como Ana de Valle», dice De la Madrid. Creó la Biblioteca Circulante y por eso murió. Las dos caras de Avilés están señaladas con sangre.