Amigos Contra la Droga atendió a lo largo de 2016 a un total de 88 usuarios, un cifra ligeramente inferior a la registrada un año antes. ¿La razón? "Uno de los motivos de la disminución de usuarios es el progresivo deterioro del funcionamiento de la UTE (Unidad Terapéutica y Educativa) de Villabona tras el cambio en la política de la dirección del centro penitenciario", explican las trabajadoras del colectivo, que puntualizan: "Esta situación ha repercutido negativamente en la salida de internos en tercer grado para realizar tratamientos en centros especializados en adicciones". Concretamente, en 2016 solo un 16 por ciento de los 88 usuarios fue derivado de la UTE cuando, en años anteriores, la mitad de los adictos a tratamiento en Avilés llegaban de la cárcel asturiana.

Amigos Contra la Droga sigue siendo aún así un apoyo fundamental para las personas adictas encarceladas. El colectivo puso en marcha en diciembre de 2015 un programa de intervención con reclusas drogodependientes con una perspectiva de género. De este programa se beneficiaron el pasado año sesenta mujeres internas en el módulo 10 de Villabona. "El programa ha tenido gran éxito pues esperábamos atender a la mitad. Además, los resultados están siendo muy buenos pues asisten regularmente y cuatro de ellas ya han salido en tercer grado para realizar tratamiento en comunidades terapéuticas extrapenitenciarias y otras cinco han pasado a la UTE 1", manifiestan desde Amigos Contra la Droga, un colectivo que se mantiene a duras penas.

El pasado año la asociación sufrió "bastantes dificultades económicas". "No nos llegó ninguna ayuda de las obras sociales -Liberbank y la Fundación la Caixa, a las que presentaron sus proyectos-. Además sufrimos un retraso en la subvención del Ayuntamiento de Avilés que nos tuvo sin cobrar unos meses", aseguran. De cara a 2017 la previsión es que Sanidad aporte más financiación. Los responsables de Amigos Contra la Droga llamarán también a la puerta del Ayuntamiento de Corvera.

Mercedes García Ureña fundó la asociación en la década de 1980, aquellos malditos años en los que la heroína hacía estragos y a la que se había enganchado uno de sus hijos, entonces adolescente. Desde entonces y hasta ahora, el colectivo ha atendido a 900 personas y a un millar de familias.