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Concejo de Bildeo | Crónicas del municipio imposible

Días de perros

Una truculenta incursión en el anecdotario canino de un pueblo donde en cada casa vive un bicho ladrador

Días de perros

De nuestro corresponsal, Falcatrúas

A los de Bildeo no les gusta ni un pelo que les mencionen a Toleno, un vecino que pasó en la cárcel unos cuantos años por matar a otro? Pero vamos a contar la historia en versión de Ramón el Tumbao para que se entienda, dentro de lo incomprensible que resultó este asunto.

Hace unos años apareció por estos pagos un médico malagueño que quería comprar una casa "por aquí por el Norte"; es decir, la quería en lo verde del mapa, para venir a remojarse un poco, igual que hacemos nosotros cuando vamos a secar al Sur. El doctor era simpático a más no poder y en un par de días se metió en el bote a todo el mundo, en cuanto se esmeró en hablar un poco más despacio y pronunciar algunas eses.

Ramón el Tumbao se ofreció como guía turístico y agente inmobiliario y juntos caleyaron arriba y abajo mirando cuadras, sobre todo cuadras, porque las casas cerradas suelen tener un puñado de herederos que nunca vienen, pero tampoco se ponen de acuerdo para vender o reconstruir.

En sus andanzas por el pueblo, se cruzaron con un hombre de semblante patibulario, su cara era una sombra bajo un chambergo destartalado calado hasta las orejas. Toleno, que así se llamaba, correspondió al saludo del médico alzando unos milímetros el morro sin decir una palabra. El andaluz miró a Ramón y le comentó, muy zumbón, que si aquel vecino andaba mal del estómago podría recetarle algo para mejorarle el careto.

- ¿Mejorar? Este empeora hasta el paisaje.

- ¿Cómo es eso?

- Te lo explico enseguida: mató de una tacada a un vecino y a su perro; estuvo algún tiempo en un psiquiátrico porque dijeron que tenía trastorno bipolar, aunque en mi opinión este elemento disfruta de varios trastornos bífidos y trifásicos; anda por el pueblo como si fuera un fantasma, no habla con nadie? No es de fiar, la gente procura evitarlo, coge otro camino para no cruzarse con él.

- Bueno, cuénteme la historia completa, no me deje a medias.

- Toleno estaba limpiando un sendero. Los senderos y los caminos hay que limpiarlos de vegetación una vez al año porque si no se los traga el monte. Iba cortando espinos, escobas y piornos con su fouz, una hoz de mango largo, y se encontró de repente con Pirindolo, un vecino con el que no se llevaba bien, y su perro, uno de esos de pelea, armado de dientes por todas partes al que llamaban "Oricio", erizo en castellano. El perro gruñó a Toleno y éste advirtió al otro de que sujetara al can para evitar disgustos y así empezó la cuestión: que si llevo el perro suelto porque estamos en el monte, que si me ataca lo parto por la mitad, que si esto, que si lo otro?

Toleno dijo a la Guardia Civil que el perro atacó; la verdad es que tenía los colmillos largos y afilados como navajas. Según contó, iba por el aire directo a la garganta cuando se encontró con la hoja de la fouz bajando como un rayo al centro de su cabeza y quedó medio muerto en el suelo; Pirindolo apenas tuvo tiempo de levantar la cayada, el de la fouz le mandó un viaje a la cara que lo derribó; el perro, malherido, seguía con ganas de morder así que Toleno le abrió la barriga con la herramienta; Pirindolo trató de incorporarse para ayudar al animal, Toleno le sacudió otro golpe y el otro cayó de bruces sobre las tripas del can; el forense dijo que había muerto ahogado en sangre del perro.

- ¡Pero qué barbaridad, qué cosa más truculenta, Virgen Santa!

- Pues así fue la cosa; todos los vecinos pensamos que no había necesidad de matar al perro, era suficiente liquidar al dueño, que era peor bicho, y que hubieran encerrado a éste para siempre.

Bildeo es un pueblo de perros, ya lo comentamos alguna vez, en cada casa hay uno; predominan los mastines y los de caza, con excepciones como "Oricio" y la "Fabiola" de Francisco el Taberneiro, minúscula y negra azabache -su dueño contaba que había venido en un paquete de café-, pero todos recordamos a "Vence", el mastín leonés de Francisco Colasa, que habitualmente andaba muerto de fame y pesaba cincuenta kilos, pero cuando se fartaba alcanzaba los cien.

Una vez estaba Francisco echando la siesta bajo un fresno y apareció el "Vence", hinchado de comer en el cadáver de una yegua que se había despeñado; como era muy cariñoso, se tumbó encima de su dueño y el pobre Francisco, que era matón pero pequeño, no se pudo levantar hasta que el perro hubo hecho parte de la digestión, ya de noche, cuando su familia andaba buscándolo, temiéndose lo peor.

Seguiremos informando.

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