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Un lutier avilesino fabrica un violín "perfecto" para un proyecto mundial

El lutier Roberto Jardón participa en un gran proyecto, junto a Cambridge y La Sorbona, para lograr la mejor acústica del instrumento

Un lutier avilesino fabrica un violín "perfecto" para un proyecto mundial

El lutier avilesino Roberto Jardón Rico participa en un experimento internacional patrocinado por las universidades de Cambridge (Reino Unido), La Sorbona (Francia) y la Escuela de Lutería de Bilbao (Bele) que busca determinar la mejor acústica posible para un violín. Es el "Bilbao Project". "La primera parte de la investigación está hecha. Lo que tenemos que hacer ahora es analizar los datos recogidos", asegura el artesano con taller en la plaza de Álvarez Acebal, uno de los más respetados del país. "No se trata de buscar el mejor violín. El objetivo es más modesto: se trata de entender porque suena mejor", recalca el lutier.

Tras encontrar la explicación, admite el lutier, se podrá llevar "a la práctica todo lo aprendido", o sea, construir el mejor violín posible. En este empeño Jardón y sus colegas han invertido dos años de pruebas, de viajes, de discusiones: "Ahora falta publicar las conclusiones finales". Eso será a lo largo de 2019, determina el artesano, del barrio de La Carriona. "Carrionero de toda la vida", sonríe.

El experimento está, en un principio, inspirado en el que llevó a cabo el físico y fundador de la BELE, Jesús Alonso Moral, en los años ochenta. "Pero este es mucho más ambicioso gracias a la disposición de herramientas de medición acústica de vanguardia como el análisis modal, las medidas de radiación sonora e incluso los modelos matemáticos de elementos finitos", dice Jardón. El experimento de Alonso Moral "no dio resultados claros, pero porque no podía darlos entonces", apostilla el avilesino, que ha compartido investigación junto a lutiers de la talla de Jessica de Saedler, Francesco Piasentini, Ruth Obermayer, Paul Noulet y George Stoppani. O sea, los mejores.

"Se construyeron dos grupos de instrumentos, réplicas geométricas del Stradivarius Huberman de 1713 que toca el solista Joshua Bell. En cinco de ellos, se usó madera del mismo árbol y sólo de cambió el grosor de la tapa superior o del fondo, en una serie de combinaciones para averiguar la influencia en el sonido que produce dicha variación", relaciona Jardón. El avilesino detalla que el modelo para el instrumento es uno de los violines más ponderados que existen: una pieza que construyó en Cremona, en Italia, el lutier más conocido de la historia: Antonio Stradivari. Se trata de una pieza que en tres siglos ha vivido dos roboshasta que el violinista norteamericano terminó pagando cuatro millones de dólares para adquirirlo (su valor anda ahora por los quince).

Así pues, los lutiers del "Bilbao Project" construyeron diez variantes de la joya de Bell, que está considerada como patrón de sonido perfecto: la explicación no es unánime, pero todos los expertos consideran que los instrumentos diseñados por Stradivari tienen ese sonido legendario. El lombardo construyó más de mil piezas, de ellas, se conservan unas seiscientas. Todo este trabajo lo realizaron gracias al programa "Erasmus Plus". "Nuestro proyecto fue el más valorado", cuenta. Para acceder a él era precisa una colaboración internacional (en este caso los centros sumados son de relevancia mundial).

Roberto Jardón y George Stoppani fueron los maestros artesanos, los responsables últimos de la parte estructural del experimento. Claudia Fritz, por su lado, de la parte de psicoacústica. Fritz es investigadora del Centro Nacional para la Investigación Científica (el CSIC francés). Ella es la que diseñó los test de categorización, que son las pruebas de sonido de los violines inspiradas en las de elecciones de alimentos: con los ojos vendados, los violinistas tocan el instrumento y luego cubren un test diseñado por la investigadora. Eso mismo se hace con público, sobre una escena, con los músicos tras un telón. Es entonces cuando los espectadores tienen que determinar por qué el instrumento que mejor suena, suena tan bien. "Es un trabajo difícil porque nuestra memoria auditiva es tremendamente breve", diagnostica Roberto Jardón.

Las pruebas se realizaron en el auditorio del Conservatorio de Bilbao. El violín principal segundo de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Héctor Corpus, fue uno de los probadores. El otro, Aitzol Iturriagoitia, profesor del Centro Superior de Música del País Vasco (Musikene). "Lo que está claro es que no existe consenso sobre la belleza del sonido. Los criterios de preferencia son variantes: unos prefieren sonidos brillantes, otros, más oscuros", determina Jardón Rico, aunque con la idea clara de que debe existir un dato objetivo que explique la expresión del sonido porque, a fin de cuentas, es un elemento físico que forma ondas y se analiza en los cerebros de cada uno de los oyentes. Eso es lo que han hecho los expertos que andan buscando el superviolín.

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