El restaurador Luis Suárez Saro, un auténtico referente del campo de la conservación de bienes histórico-artísticos en Asturias, falleció ayer, de forma repentina, en su estudio de Llanera. Tenía 58 años. Figura muy vinculada a Oviedo, de donde era natural, y a Avilés, como docente de la Escuela Superior de Arte del Principado (ESAPA), Suárez Saro deja un importante legado como restaurador en la región, con obras como la rehabilitación de la fuente de los Caños de San Francisco, en Avilés, y varias intervenciones en la Catedral de Oviedo. La última: la restauración del retablo de San Pedro, en la girola del templo catedralicio, que concluyó hace menos de un mes.

Nacido en pleno centro de Oviedo, muy cerca de Porlier, Suárez Saro era hijo del que fuera arquitecto municipal Joaquín Suárez Pérez-Fonseca, uno de los autores del edificio "La Jirafa". Estudió Bellas Artes en Bilbao, y pronto se decantó por la rama de la restauración. "Acabamos la Facultad el mismo año, el 86. Cuando empezamos a trabajar, aquí en Asturias estábamos prácticamente él, yo y Clara Fanjul, no había más profesionales titulados", rememora el también restaurador Jesús Puras.

Durante las tres últimas décadas, el nombre de Luis Suárez Saro ha estado vinculado a muchas de las principales obras de restauración ejecutadas en la región. Intervino sobre la Cámara Santa y varios de los retablos de la Catedral de Oviedo, así como en los retablos y el altar mayor de San Tirso, de cuya portada también hizo un estudio de conservación, y en los retablos de Valdediós. En Avilés, además de la fuente de los Caños de San Francisco, se encargó del plan de restauración de la iglesia de Villalegre, actuando sobre los murales de Gonzalo Pérez Espolita. Suárez Saro fue además el responsable de la restauración de dos obras de Juan Carreño de Miranda que pertenecen al Ayuntamiento de Avilés y de la extracción, restauración y colocación de los murales de Joaquín Vaquero Turcios que hoy lucen en el Centro Tecnológico y el complejo deportivo de la Villa del Adelantado.

"Me he quedado consternado. Nunca hicimos una obra conjunta, aunque colaboramos en la intervención de las puertas de la Catedral y siempre mantuvimos una muy buena relación profesional, al punto de pasarnos obras uno al otro. Y recuerdo que una vez que tuve un problema profesional fue de los primeros en llamarme y mostrarme su apoyo. Era un referente y muy buen compañero", relata Puras, que hace apenas unas semanas trabajaba, prácticamente codo con codo, junto a Suárez Saro en la restauración de los retablos de la girola de la Catedral: "Yo intervengo sobre el retablo de San Andrés y él trabajaba en el de San Pedro, que está al lado. Nos vimos allí antes del confinamiento, recuerdo que estaba preparando unas jornadas sobre los retablos para sus alumnos".

Puras se refiere a los estudiantes de la ESAPA, centro del que Luis Suárez Saro era un auténtico puntal. Carmen Álvarez-Rúa, directora de la Escuela de Arte, describía ayer una comunidad educativa "en estado de shock", con los docentes y los alumnos "muy impresionados" tras saber del inesperado fallecimiento de Suárez Saro. "Luis era una persona muy conocida y muy querida. Como restaurador, estuvo vinculado a muchas grandes obras en estos últimos treinta años, y le llamaban continuamente para pedirle asesoramiento y consejo, porque era una autoridad nacional en el mundo de la conservación y la restauración, con un prestigio reconocido", explica Álvarez-Rúa

Dentro de la ESAPA, Luis Suárez Saro era "una persona muy querida por los profesores y por los alumnos, que siempre pusieron en valor lo que aprendieron en sus clases, y destacaban además que era una persona muy cercana", explica Álvarez-Rúa, que incide, además, en el que el restaurador acostumbraba a seguir la trayectoria de sus antiguos alumnos, para tratar de ayudarlos profesionalmente si tenía la ocasión.