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Castrillón

El tesoro de Arbedales: arte esculpido por la naturaleza gota a gota en Castrillón

La gruta de Pillarno, que vio la luz tras la excavación de una cantera próxima en los sesenta, sorprende a los turistas por las luces verdes de un antiguo cauce y las estalactitas y estalagmitas: “Es increíble”

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El tesoro de Arbedales, la gruta desconocida de Pillarno, en Castrillón Mara Villamuza

“Llevábamos mucho tiempo queriendo conocer Asturias y hemos encontrado este lugar en Google. Nos está encantando. Es espectacular”, declaró Juan Miguel López, turista procedente de Canarias, en una visita guiada por la gruta de Arbedales.

La cueva de Arbedales fue descubierta de forma casual por el avance de una cantera de caliza por Manuel del Busto –arquitecto– en 1963 que, casi sin darse cuenta, había descubierto una gruta excepcional tanto por su extensión como por su belleza de estalactitas y estalagmitas, entre otras. Desde hace 56 años, su hijo, Joaquín Alberto del Busto, organiza visitas guiadas por el hallazgo de su padre.

Aunque la entrada a la cueva sea creación del hombre, lo que en el interior se puede encontrar es arte esculpido por la naturaleza. La gran sala, situada en el tramo principal, fue un lago subterráneo en el que, a día de hoy, se pueden observar las marcas del nivel del agua en la pared o en el propio suelo, zona que han denominado como “La costa verde”, ya que permanece iluminada por luces verdes para resaltar el rastro del agua.

Sobre estas líneas, Alberto del Busto, a la entrada de la cueva. Debajo, dos espacios de la oquedad. | M. Villamuza

Gota a gota, siglo a siglo y desde hace millones de años se han ido formando las estructuras que “cuelgan” de las paredes. Las estalactitas están presentes en toda la cueva y se han ido creando gracias a las gotas de agua que se cuelan por una grieta del techo. “Es increíble. Nosotros tenemos cuevas en nuestra casa –refiriéndose a Canarias– pero son de difícil acceso, no como esta”, señaló Daniel Hirnschal, uno de los turistas que visitó ayer el espacio.

Resulta asombroso ver cómo hay zonas de la cueva en las que parece que haya purpurina o incluso diamantes. “Esto se debe a que el agua, en su trayecto desde la nube hasta el suelo, cada gota disuelve una pequeña cantidad de dióxido de carbono y como resultado se forma el ácido carbónico. Dicho ácido reacciona con la roca caliza (predominante en la zona) y lo convierte en bicarbonato cálcico. Esta sustancia cristaliza y deja la superficie así de brillante”, explicó el guía Joaquín Alberto del Busto mientras alumbraba con la linterna una de las zonas más resplandecientes.

El tesoro de Arbedales: arte esculpido por la naturaleza

Estos pequeños “cristalitos” de bicarbonato cálcico se acumulan lentamente en el suelo de la gruta y en las grietas del techo. “Crecen un centímetro cúbico cada siglo. Como un dado de parchís”, detalló del Busto. Los allí presentes no pestañeaban ante semejante preciosidad natural. “Menos mal que tengo la mascarilla porque estoy con la boca abierta”, bromeó la canaria Mercedes Rodríguez.

Una de las cosas más curiosas, según afirmó el guía, son “la cantidad de formas que se pueden ver en la cueva”. Y es que en dicho espacio también hay sitio para la imaginación. “Parece un dinosaurio”, dijo Rodríguez al ver que una de las figuras se parecía a la mandíbula de uno de los animales prehistóricos. Lo que sí se puede observar, y así lo confirmó Joaquín Alberto del Busto, es la “Adoración de los Reyes Magos”, un conjunto de piedra en el que parece que se encuentran los tres Reyes Magos subidos en los camellos.

El color de las estalagmitas también es algo que llama la atención ya que algunas de ellas son prácticamente traslúcidas. “Esto se debe a sus componentes. Si fuese marrón es que estaría formada por tierra”, explicó el guía.

El tesoro de Arbedales: arte esculpido por la naturaleza

Debido a la existencia de un antiguo río subterráneo en la zona, también se pueden observar lo que serían fósiles de algunos animales que quedaron atrapados por las corrientes de agua. “No se pueden distinguir los animales pero sí que lo son”, precisó del Busto.

Aislada en la oscuridad y en silencio absoluto, este mundo subterráneo desprende un halo de misterio. Y es que, a veces, parece que el ser humano haya creado algunas de las esculturas que allí dentro se encuentran. La cara de una persona, la de un perrito o algunas estalactitas que parece que hayan sido moldeadas, son algunas de las formas que se pueden contemplar. La cueva, no muy conocida por los turistas pese a que esconde un laboratorio natural, permanece a una temperatura constante de unos catorce grados, idóneos para “su perfecta conservación”.

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