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Carmen Nuevo

Proclamación

Alegría perdurable experimenté al abrir sin sigilo el paquete ocre que contenía “Proclamación”, el libro de Ismael Istambul editado por “Los libros del Mississippi”. Una llama, un laúd, una música sencilla y serena, un siempre que cabalga con las arenas doradas del desierto y la añoranza.

Qué certeras las palabras cuando surgen de la primera confianza y aspiran a la perfección del equilibrio. Poco importan los golpes y embates cuando el verso más humano inunda los paisajes. Solo con fortaleza, esa que emana de la poética de Ismael podemos enfrentarnos sin esquivar la mirada a toda una ciudad luminosa y pérfida hasta lo sublime y reconocernos en los festejos.

El aire llega con aroma de banalidad, pero se vuelve etéreo y alcanza el cauce de los ríos y qué bella es, empleando y alterando versos de Ismael, la belleza robada junto a los juncos salvajes, qué profundos se vuelven los instantes cuando los espíritus casi silenciosos nos acompañan.

Y aunque la suerte a veces se vuelva prosaica y aunque las calles solo sean celdas de gritos contenidos, surgen quiméricos los versos de Istambul doblando las esquinas y espiritualizando el asfalto. Entonces nuestro vecino, quizás sea nuestro único compañero entre tanta soledad. Tanta dolorosa y necesaria soledad para escucharnos auténticamente por un instante a nosotros mismos. Tanto latido de tantas almas huérfanas en la gran ciudad… Qué imprescindibles se vuelven tus palabras Ismael como esa primera noche en la que te leo: “Yo sí toqué el cielo con mis dedos/justo al arribar a tu puerto”.

Y todo a pesar de que blanca hasta la extenuación es la vida muerta, en la que tu grito nos libera saliendo de los laberintos. Infinita es la reconciliación surgiendo de las mazmorras.

Gracias Ismael por entronizar el silencio, a pesar de los números y de las oficinas y por volvernos a despertar del letargo. Te leo y me percibo como alma inquieta y me contemplo con nitidez a través del espejo por un sendero bordeado de tambores.

Leyendo tu libro se recobra el sentido de la vida, al seguir tu consejo y beber agua del riachuelo, porque dejándonos llevar por tus palabras rítmicas, místicas, profundas y danzando desde el centro, somos de nuevo dueños de nosotros mismos y así nos reconocemos triunfantes.

Gracias a Ismael Istambul por su “Proclamación” y por brindar a la vida con una copa, en la que ya no cabe el vacío.

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