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FIDEL GARCIA

El Juicio Final en La Carriona

Una reflexión en vísperas de Todos los Santos

El cementerio de Avilés es uno de los más interesantes de España por sus valores arquitectónicos y escatológicos (nada que ver con la psiquiatría freudiana) en el sentido teológico del término; es decir, en cuanto refleja las postrimerías (muerte, infierno y gloria, Juicio Final) que esperan a todo ser humano sea creyente o no, se mofe de las mismas o se abrume ante tan grandes misterios y enigmas, porque dan un explicación del más allá. Estas maravillas de arte se pueden entender mejor rememorando música tan excepcional como el Réquiem de Mozart.

Allí están representadas diferentes estrofas del Réquiem como la del “Dies irae” o la de “Turba mirum spargens sonum”, la del “Recordare, Jesu Pie” y la de “Lacrimosa dies illa”. En todas ellas se percibe el auténtico significado de lo que es un cementerio católico, mucho más que poner flores para recordar sin consuelo a los seres queridos; porque las tumbas no son floreros para los vivos y mucho menos objeto de curiosidad para ociosos, sino oraciones por los difuntos.

¿Quién no tiene un ser querido a quien recordar y por quien rezar? Sin embargo, resulta patético que desde instancias públicas que presumen de laicistas e incluso de ateísmo quieran convertir el camposanto en lugar para el paseo turístico, sin respeto ni reverencia a los vivos que allí tienen sus fieles difuntos, quienes allí esperan el sonido de la trompeta del Juicio Final. Esta gran tradición de la cultura y religiosidad católicas está siendo desterrada por la colonización made in USA del Halloween, con sus macabras calaveras repletas de brujería y satanismo, que siguen con total mimetismo todos aquellos que admiten la leyenda negra que desprecia tanto a Zorrilla como a Larra. El primero con su Don Juan Tenorio, que se representaba la Noche de Ánimas en pueblos y ciudades y enardecía las tablas españolas con la conversión del crápula seductor por el amor abnegado de Doña Inés, cuando él confiesa arrepentido; es el Dios de la misericordia el Dios de Don Juan Tenorio.

El padre del periodismo moderno, Mariano José de Larra, quien decía que escribir en Madrid era llorar, nos ha dejado en un artículo genial –“Día de Difuntos”– una visión entre pesimista y desesperanzada del Madrid Villa y Corte de su tiempo, tan similar al actual: “Miraos a vosotros mismos y en vuestra frente veréis vuestro propio epitafio. ¿Vais a ver a vuestros padres y abuelos, cuando vosotros sois los muertos? Ellos viven porque tienen paz, ellos tienen libertad, la única posible sobre la Tierra”.

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