Mieres del Camino,

José A. ORDÓÑEZ

Pocos amigos tan fieles tuvo en vida Gaspar Melchor de Jovellanos como el mierense José Sampil Laviades. Arquetipo de cura rural ilustrado, fue mayordomo y capellán del prócer gijonés, por cuya defensa sufrió prisión entre otros abundantes sinsabores. Su figura, olvidada desde hace decenios, cobra toda la relevancia en un momento en el que su concejo natal acaba de estrenar una ruta jovellanista, con descubrimiento de placa incluida en el principal parque de la ciudad, dedicado, por cierto, a la memoria de Jovino.

Más allá de sus estancias y actividades en la villa, Sampil Laviades es la verdadera conexión de Jovellanos con Mieres. «Deseo que al presbítero don José Sampil se le dé mi reloj de oro de repetición, en memoria y reconocimiento del celo con que ha cuidado de los intereses de mi casa, mientras estuvo en mi compañía, y en mi ausencia, desempeñando mis encargos con el más distinguido amor y fidelidad», escribe Jovino en el testamento otorgado en 1802 en la cartuja de Valldemosa, dando idea de la especial relación que le unió al sacerdote mierense.

Nacido en el barrio de Oñón el 9 de noviembre de 1756 e hijo de un importante comerciante de la villa, José Sampil estudió sus primeras letras en Mieres, para pasar posteriormente a Oviedo, donde cursó estudios eclesiásticos y se ordenó sacerdote. Según revela su biógrafo Alberto Montero Prieto, entre 1783 y 1793 aparece como cura y presbítero en la iglesia parroquial de San Juan. Es en ese tiempo, concretamente en 1791, cuando es citado de forma elogiosa por Jovellanos en sus diarios, tras disfrutar de una comida en la casa familiar camino de Gijón. La relación entre ambos personajes se va estrechando poco a poco y, así, el prócer gijonés le nombra mayordomo cuando accede al Ministerio de Gracia y Justicia. Era un hombre de su entera y máxima confianza.

Cárcel y destierro

Tras la destitución de Jovellanos, Sampil Laviades sigue a su lado. No le abandonará tampoco cuando es detenido y encarcelado en Mallorca. Jugándose la vida, viaja a Madrid para hacer llegar al Rey un documento de exculpación de su amigo y protector, siendo descubierto, encarcelado y desterrado a Asturias. Tras toda esta peripecia, el mierense se recluyó en su casa, siendo acusado de numerosos hechos que no había cometido y sufriendo la persecución del obispo de Oviedo. Y es que nuestro protagonista fue una víctima clara de las turbulencias políticas del tiempo que le tocó vivir. Baste decir que, tras la guerra de la Independencia, fue acusado de afrancesado por entablar amistad con un general galo que estaba acantonado en Mieres, y que, después, con la llegada de los 100.000 hijos de San Luis y la restauración del absolutismo, fue tachado de constitucionalista y recluido durante un tiempo en el convento de Celorio.

Autor de dos libros -uno sobre jardinería, «El jardinero instruido», y otro sobre apicultura, «Nuevo plan de colmenas»- y siempre preocupado por la mejora de su tierra y de sus gentes, José Sampil falleció en Mieres el 17 de septiembre de 1829. Su figura cayó pronto en un olvido del que nunca ha logrado salir. Es más, en su concejo natal no hay ni una simple placa que recuerde a quien, en opinión del profesor José Caso, fue uno de los hijos más ilustres que tuvo Mieres a lo largo de la historia.