Historias heterodoxas

Tras la pista de Gómez

Pío Baroja estudió el paso por Asturias de Miguel Gómez y Damas, que fue una pieza clave en el avance hacia Galicia en la primera guerra Carlista

Tras la pista de Gómez

Entre los escritos tardíos de Pío Baroja figura una curiosa colección de relatos que él calificó como memorias y reportajes bajo un hermoso título: "Desde la última vuelta del camino". En uno de sus capítulos el escritor vasco cuenta como realizó un viaje por España siguiendo la pista de la "expedición de Gómez", saliendo desde Vera en automóvil con la compañía de un fotógrafo y un chófer que aprovechaba las paradas para revisar el motor y canturrear. Uno hubiese dado cualquier cosa por ocupar otro asiento en aquel vehículo y acompañar a don Pío en su periplo, pero se tiene que conformar con releer de vez en cuando sus apuntes para pasar un buen rato.

Miguel Gómez y Damas fue uno de los jefes más heterodoxos de la primera guerra carlista. Muy discutido en su tiempo, su fama fue apagándose y acabó sus días en Burdeos, completamente olvidado. Como el recuerdo de su expedición, que no tardó en perderse, hasta el punto de que don Pío, cien años más tarde, no pudo encontrar en sus escenarios a nadie que guardase memoria de lo que sus mayores habían visto.

Gómez hizo un fantástico recorrido por España, siguiendo un camino absurdo, lleno de avances y retrocesos en el que invirtió cinco meses y veinticuatro días, manteniendo combates que aunque nunca se tuvieron en cuenta en las academias militares de nuestro país, se estudiaron con atención en Alemania y Rusia.

Según Baroja, a Gómez le gustaban el sol, las naranjas, las almendras, las granadas, el tabaco de La Habana y el vino blanco, y respondía a sus oficiales como un moderno Diógenes cuándo le preguntaban si tenía alguna orden: "No, tengo lo que necesito", mostrando una hoja de papel de fumar que doblaba entre sus dedos.

Con esos antecedentes, comprenderán que me guste el personaje y me perdonarán que esta sea la segunda vez que me refiero a sus andanzas por Asturias. De la batalla que libró Gómez contra los liberales en Puente de Soto ya les he dado detalles en otra ocasión, esta vez quiero contarles algo de otro hombre; aquel al que se había señalado para detener su avance por la Montaña Central.

Gómez partió de Amurrio en la madrugada del 26 de junio de 1836 con un ejército integrado por menos de tres mil hombres con la misión de extender la guerra por toda la Península y al día siguiente ya tenía en su persecución a los isabelinos de la tercera división del Ejército del Norte, mandada por el general Espartero, que, a pesar de forzar el paso, no pudieron darle alcance antes de que cruzase la Cordillera Cantábrica.

Al mismo tiempo, aquí se dispuso que fuese a su encuentro la Milicia Nacional con el objetivo de detener su marcha en el puerto de Tarna y para mandar esta tropa se designó a Bernardo Valdés Hevia y Argüelles, natural de Lorío y que en aquel año ya estaba de vuelta de muchas cosas.

Don Bernardo ya era mayor para la época, puesto que nació en 1777, pero le avalaba su fama de valentía y honradez. Cuando vino la francesada logró organizar él solo una partida de 315 hombres, con la que penetró hasta Valladolid y luego, ya con tropas regulares, combatió por media España, siendo uno de los hombres de confianza del brigadier Juan Díaz Porlier "El Marquesito"; también llegó a subinspector de la tropa que mandaba el famoso general Castaños, pero acabó enfermando de escorbuto y tras una recaída en 1816 se retiró con media paga a su casa de Laviana.

Pero cuando Riego se levantó por la Constitución de Cádiz, volvió a coger las armas para encargarse de contener a los absolutistas que en Pola de Lena se negaron a aceptar los cambios de los liberales y tuvo una destacada actividad en este periodo. Al cambiar las tornas volvió a Laviana pensando que la venganza ordenada por Fernando VII no iba a llegar hasta allí. Pero llegó y en enero de 1927 fue declarado "impurificado", lo que le inhabilitó para la milicia.

Sin embargo, en aquel 1835, la amenaza de los carlistas forzó a recuperar a los hombres que siempre habían sido progresistas y en los que ahora se apoyaba la reina madre, por eso se le encargó a Bernardo Valdés detener la marcha de la imprevisible columna rebelde.

Una misión imposible porque Gómez entró en la región, como se esperaba, por el Puerto de Tarna, pero rehuyó el enfrentamiento directo y el 5 de julio ya estaba en Oviedo.

La crónica de su expedición cuenta que pasó sin detenerse por Campo Caso, Rioseco, Pola de Laviana y Langreo sin toparse con el asturiano, sin embargo Pío Baroja, que tal vez manejaba otras informaciones más concretas, prefirió otro camino y llegó a Asturias después de visitar Éscaro, un pequeño pueblo leonés, que desde 1987 está cubierto por las aguas del Embalse de Riaño. Desde allí Gómez había sido empujado hacia Asturias por las tropas del general Espartero mandadas por el brigadier Isidoro Alaix y nuestro escritor siguió sus pasos:

"Vamos a pasar por cerca del puerto de Tarna, marchando hacia Cofiñal. Las peñas de Mampodre están llenas de grandes manchones de nieve. Comienza a dominar la niebla y el cielo está encapotado. Las perspectivas del paisaje son tristes y melancólicas.

De Cofiñal pasamos a Isoba. Se ve el puerto de Tarna cerca, con una casa a lo lejos, y al aproximarnos notamos que está deshabitada. Después seguimos a Cabañaquinta, que ya pertenece a Asturias, y comenzamos a bajar una cuesta larga y accidentada del puerto de San Isidro, por una carretera nueva, todavía mal arreglada, llena de guijarros y de grandes pedruscos. Ya al llegar a la parte baja, en tierra de Asturias, vamos con rapidez, y a poca distancia de Oviedo, el auto, cansado de tantos vaivenes y traqueteos se para.

-¿No podremos llegar? -le pregunto al chofer.

-Sí, creo que sí.

Efectivamente, por la noche llegamos a Oviedo.

Como vemos, él eligió el camino allerano y para llegar hasta allí tuvo que circular por unas carreteras cuyo estado en aquellos años nos podemos imaginar. La consecuencia fue una avería en su coche, una maldición que entonces era frecuente en los vehículos que se aventuraban a bajar nuestros puertos y que también afectó en 1933 a los miembros de "La Barraca", que viajaban con Federico García Lorca al frente.

El problema de la compañía teatral lo ocasionó el aceite del motor que se había ido quemando al bajar el Pajares hasta que las cuatro bielas de una de las camionetas quedaron inutilizadas. Los actores tuvieron que pasar cuatro días en Mieres, esperando las piezas de repuesto, alojados en la desaparecida casona que tenían en La Rotella los Álvarez Buylla, aprovechando para actuar un par de veces en la villa. El chofer de Baroja fue más hábil y salió adelante con una hora de reparación que le permitió llegar hasta un garaje de la capital.

Volviendo a la expedición de Gómez, pudo entrar en Oviedo sin problemas, ya que los 1400 soldados de su guarnición, mandados por el coronel Pardiñas la abandonaron para presentar batalla en el Puente de Soto, unos kilómetros al sur, donde esperaron los refuerzos acuartelados en Pola de Lena: tres batallones, caballería y voluntarios nacionales mandados por Manso, el capitán general de Castilla La Vieja, a los que se sumó además una columna de 1000 hombres, mandada por el coronel Losada Mures, que también estaba acampada cerca de Santullano de Mieres.

Manso no llegó a tiempo para impedir el desastre. Dijo que la carretera de Mieres estaba impracticable y que dejó a sus hombres descansar en Lena. Fue procesado por ello. Mientras tanto, el 7 de julio el marqués de Bóveda de Limia, lugarteniente de Gómez, atacó a los liberales antes de que llegasen esos refuerzos causándoles 300 bajas y haciendo 521 prisioneros, entre ellos 7 capitanes y 11 tenientes.

Una victoria en toda regla que permitió a los carlistas seguir su ruta hacia Galicia, con sus tropas reforzadas por nuevos alistamientos y con 100 carretas de bueyes cargadas con el botín obtenido en Asturias.

Son unas cifras de tal magnitud que se nos hace imposible comprender porque esta batalla tardó tan poco tiempo en olvidarse, pero esta misma impresión fue la que sacó Pío Baroja de su excursión. Allá por donde pasó, fue buscando a los más viejos y visitando los cementerios y comprobó que ni los hombres ni las piedras le podían decir nada sobre la expedición de Gómez. Tampoco en Pola de Lena, un lugar fundamental para esta historia queda el mínimo recuerdo.

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