Historias heterodoxas

El vuelo de Jorge Loring

El hermano del conde de Mieres, apasionado de la aviación, fundó una empresa precursora de Iberia y puso en marcha numerosos proyectos

El vuelo de Jorge Loring

Marta Guilhou, hija de Numa, el señor de la Fábrica de Mieres, se casó en1905 con Ricardo Heredia Loring, conde de Benahavís; enviudó pronto y volvió a unir su corazón y también su fortuna con otro miembro de la misma familia, Manuel Loring Martínez, quien en 1911 fue nombrado por el rey Alfonso XIII primer conde de Mieres del Camino, con lo que su vida pasó a formar parte de la de esta villa.

Los Guilhou eran una familia corta, en cambio a los Loring siempre les gustaron los hogares numerosos y acabaron extendiendo su apellido por varios países, de tal forma que este último verano, cuando sus nietos convocaron a la descendencia en Málaga, cerca de 300 personas acudieron a la cita.

No es de extrañar si sabemos que por ejemplo Manuel tuvo cinco hermanos y siete hijos, algunos con historias muy curiosas. Los hermanos se llamaban Ana, Fernando, Teresa, Jorge y Carlos. Hoy les voy a hablar de Jorge, un personaje fantástico, aventurero, empresario, ingeniero e inventor, que nunca tuvo miedo ni al riesgo vital ni al económico y logró cumplir la mayor parte de sus sueños amparado por su hermano Manuel, el conde de Mieres, quien lo salvó varias veces de la ruina.

Jorge Loring Martínez nació en Málaga el 12 de octubre de 1889 en el seno de este linaje que entonces era uno de los más ricos de Andalucía participando en negocios de todo tipo y con acciones en bancos, minas, fábricas y ferrocarriles. Para moverse bien en esas aguas hizo caso al consejo familiar y, en 1912, obtuvo su titulo de ingeniero de caminos empleándose en la Jefatura de Obras Públicas de Ciudad Real, que como pueden suponer era un destino que está en las antípodas de lo que puede desear un espíritu aventurero. Y como el de Loring tenía esa característica no tardó en alejarse de allí para viajar hasta Guinea donde hizo dinero transportando en barcos cacao y maderas exóticas.

No estaba mal, pero Jorge Loring miraba más al cielo que al mar, de modo que regresó a España y obtuvo en Getafe el título de piloto en 1916, luego pudo compaginar en Barcelona por un tiempo su oficio burocrático con la mecánica de automóviles hasta que se puso el mundo por montera: pidió la excedencia para dedicarse a la aviación y compró su primer aparato con el que no tardó en tener su primer accidente durante un aterrizaje.

Su carrera como empresario se inició participando junto a socios catalanes en una empresa que tenía una escuela de pilotos aéreos en el Prat de Llobregat y unos talleres dedicados a la construcción de automóviles y aviones de la que él fue director técnico. En 1919, creó junto al marqués e inventor argentino "Pescara Helicopteración S. A." para la construcción de helicópteros con una de las patentes que este había registrado en Francia.

Aunque los mayores éxitos de Loring los consiguió con la firma Compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA); con ella abrió la primera línea aérea entre Barcelona y Palma de Mallorca, inició la línea postal Sevilla-Larache y creó la primera aerolínea española de transporte de pasajeros. La CETA se llamaría más tarde Compañía de Líneas Aéreas Subvencionadas S. A. (CLASSA) y seguiría durante la República con las siglas LAPE (Líneas Aéreas Postales Española) hasta transformarse en Iberia.

1922 fue el año de Jorge Loring. Entonces abrió una escuela privada de pilotos en Carabanchel y en colaboración con el gran aviador y científico Emilio Herrera y el empresario vasco Antonio Goicoechea, se dedicó a trabajar sobre un ambicioso proyecto para abrir una línea estable con dirigibles de la firma Zeppelin entre Sevilla y Buenos Aires trasladando pasajeros y mercancías.

El proyecto no pudo hacerse realidad hasta el 16 de abril de 1930, pero finalmente aquel día, el Rey Alfonso XIII inauguró la línea de dirigibles que unía los dos continentes en tres días y medio reduciendo a una cuarta parte el tiempo que empleaban entonces los barcos de pasajeros.

La crónica de aquel primer viaje, buscando la línea del Ecuador donde los vientos alisios impulsaban el dirigible a 200 kilómetros por hora, la escribió el periodista Corpus Barga para el periódico La Nación de Buenos Aires y tomándola como punto de partida en el año 2012 se estrenó un documental titulado "Huellas en el cielo. Jorge Loring y la odisea del Zeppelín".

Animado por aquel éxito, poco después adquirió ciento veinte hectáreas en Cuatro Vientos, en la zona de Carabanchel alto, y en cuanto pudo reunir la financiación necesaria abrió allí otra fábrica dedicada a la producción de aeronaves para el ejército. La llamó "Talleres Loring" y de ella salieron biplanos Fokker y diferentes modelos de los autogiros de Juan de la Cierva. Con uno de ellos, el C.12, se consiguió hacer el 11 de julio de 1929 el trayecto más largo realizado hasta entonces sin escalas por un aparato de alas giratorias entre Madrid y Lisboa.

Loring compaginaba la acción con el trabajo teórico y firmó siete patentes que enriquecieron el panorama aeronáutico español del momento invirtiendo en ellos toda la fortuna que había heredado. Con uno de aquellos diseños Fernando Rein Loring, otro aviador de la familia que merece un estudio aparte, pudo volar desde Madrid a las islas Filipinas.

En el documental que les he citado, uno de sus nietos contó que esta fábrica le hizo rico y le arruinó cerca de 20 veces. Supondrán ustedes que quien acudía sistemáticamente al rescate era su hermano el conde de Mieres, hasta que llegó a la conclusión de que le iba a resultar más barato participar en la empresa y empezó a comprar acciones para hacerse con ella y transformarla en otra nueva: Aeronáutica Industrial S. A. (AISA).

En 1930, el mismo año del mítico viaje del Zeppelin, Jorge Loring intentó concluir otro proyecto de la misma envergadura: la construcción de un bombardero de seis motores, con 4.000 kg de carga útil, que hubiese sido un gigante para su época, pero la empresa era tan ambiciosa que esta vez el dinero de su hermano no se atrevió a respaldarla y el Loring B. II no pasó del papel.

Además la mala suerte se cebó con él porque sufrió un derrame cerebral que le ocasionó una hemiplejia lo que le obligó a reingresar en el Cuerpo de Ingenieros del Estado aprovechando las nuevas leyes de la II República, aunque en 1934 volvió a la carga fundando la empresa Aeronáutica Industrial S. A. (AISA) para fabricar aparatos para el ejército. A pesar de esta colaboración comercial con el régimen tricolor, Jorge Loring nunca ocultó ni su simpatía por la causa monárquica ni su fe religiosa, dos constantes de su familia que siempre mantuvo su querencia por el rey Alfonso XIII al que agradecían el condado de Mieres y su apoyo a la iglesia católica.

No sabemos si fue por este motivo o bastó simplemente su condición de patrón capitalista para justificar su fusilamiento, pero el 22 de septiembre de 1936 el aviador fue sacado violentamente de sus oficinas de Carabanchel por un grupo de incontrolados en el que según parece estaban algunos trabajadores que llevaban poco tiempo con él.

Cuando cayó mirando al cielo por última vez tenía 53 años y dejaba ocho hijos huérfanos. Uno de ellos, también llamado Jorge, recientemente fallecido, fue sacerdote jesuita y llegó a ser muy conocido como especialista en el misterio de la Sábana Santa de Turín y por su libro "Para salvarte" del que se vendieron más de un millón de ejemplares en España. Pero esa ya es otra historia.

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