Tengo grabada en la memoria la imagen de Agustín Ibarrola llegando a la escollera del puerto de Llanes. A primera hora de la mañana, en coche escoltado por la Guardia Civil. Como buen artista no pintaba, sino que dirigía a los pintores, muchos de ellos lugareños de brocha gorda. Ibarrola había diseñado lo que en aquellos días de los primeros brochazos parecía una chorrada que suponía el derroche de varios millones de las entonces pesetas. El hombre de la boina (chapela) quería decorar los bloques del muelle, pintar manzanas, gaviotas, arbolinos y esas cosas tan nuestras. Pues han pasado ya bastantes años y en las pastelerías de Llanes venden cosas con forma de cubo; en las joyerías hay colgantes, anillos, pisapapeles de plata... Y todo se vende. Sigo mirando los «Cubos de Ibarrola» y nunca hubiese imaginado una escollera con nombre de paisano. Entonces el «google earth» me lleva a Candás y se me pasa por la cabeza una chorrada a la que así a bote pronto le daría el nombre de «El espaldón de Grohe», por el amigo Eric.