Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

El torero zamorano Andrés Vázquez salió trece veces a hombros de la plaza de Las Ventas de Madrid y una vez de la de la dársena del puerto de Candás. Esta última ocasión le valió el reconocimiento de un pueblo que puso su nombre a una calle.

Como quiera que la villa ha sido conocida por sus piragüistas y ciclistas, en la placa se le puso delante del nombre lo de torero para destacar el origen del hombre que dio lustre a la fiesta española en la capital de Carreño, hasta hacerla aparecer en el «No-Do», y vistió de luces al Cristo de Candás.

Durante este fin de semana, Andrés Vázquez ha regresado a la villa marinera, a la que admite ya no conocer. «Está preciosa», dice, mientras le embargan los recuerdos que habían quedado aparcados durante las dos décadas que hace que no está en Candás. Y en su visita hay varias paradas de obligado cumplimiento, siendo una la de la calle que lleva su nombre, y otra la iglesia de Candás, donde comenzó a forjar el torero una relación especial con la villa, fruto de la influencia que en él produjo el Cristo marinero.

Hay una tercera parada obligatoria y evidente, a un puerto hoy lleno de pantalanes, pero que en los años sesenta carecía de ellos y ejercía durante unos días de coso taurino. «Yo vine a Candás por primera vez para participar en una corrida en el muelle y quedé prendado», explica ensimismado Vázquez. Tras esa ocasión repitió en el curioso escenario marinero de la fiesta nacional. A diferencia de otros colegas, el torero hizo sus faenas vestido de marinero, con el pañuelo de las fiestas. «Mi relación con Candás fue entonces en crecimiento, hasta el punto que a finales de los cincuenta tomé el relevo al frente de la organización del festejo», añade Vázquez.

Así fue que durante nueve años fue este matador quien atrajo hasta la villa a otros toreros ilustres como Antonio Ordóñez o El Cordobés. A pesar de la proyección que llegaron a tener, considera que las corridas en Candás «siempre fueron algo familiar, y un sitio donde torear era algo diferente».

Luego tramó su propia leyenda con el Cristo marinero. «En 1967 sufrí una grave cogida en Sevilla, que me afectó a una pierna, que quedó infectada», relata el torero, que recuerda cómo los médicos no le daban más salida que la amputación. «Entonces vine a Candás, y dirigí mis plegarias al Cristo, para que me sanase», continúa Vázquez. «Los médicos no daban crédito cuando vieron que me curé, porque estaban seguros de que me quedaría sin pierna, así que volví para regalarle al Cristo un sayo». Y esta prenda aún hoy en día la viste la imagen de la iglesia candasina de San Félix.

Es aún más curioso, y ha pasado inadvertido por muchos, la especial condición del mantón que Vázquez donó al templo candasín, ya que está adornado, explica, con «buenas lentejuelas y dibujos muy similares a uno de los trajes de luces que utilizaba en aquellos tiempos para torear». El mantón del Cristo guarda un gran parecido con los trajes de luces y de hecho sus tejidos «son los mismos que los que utilizan los toreros, y fue tejido por especialistas en ello».

El traje lucirá además de forma especial hoy domingo, cuando el propio Andrés Vázquez asista a la misa del domingo que se celebrará en San Félix. El Cristo de Candás, el Cristo marinero de Asturias, es además el Cristo de un torero, zamorano pero también, como la imagen, marinero.