Candás, Braulio FERNÁNDEZ

«Con paciencia y sin prisa». Así se desmonta una capilla renacentista del siglo XVII, según David Toimil, uno de los trabajadores que desde hace semanas se encargan del desmontaje de la ermita de San Antonio de Candás, amenazada en su ubicación actual por los argayos del acantilado. Pero a pesar de la paciencia con la que han ido extrayendo una a una las más de un centenar de piedras de sillería numeradas para su posterior colocación de igual forma, la compleja obra está cerca de su finalización. «Al ritmo que estamos trabajando podríamos acabar ya la próxima semana», explica el trabajador.

La pauta de trabajo de la empresa carreñense Castroagudín Canteros, afincada en Piedeloro, ha sido minuciosa. Está orientada por el estudio arquitectónico realizado por Arquitectos Cosme Cuenca y Jorge Hevia. «Quedan parte de la bóveda, algunas piezas del arco del triunfo y parte del altar», explica Toimil. Durante las últimas semanas han retirado piedras con cuatrocientos años de antigüedad, numeradas una a una.

«La cubierta y la planta principal ya están liquidadas», dice el operario, que reconoce que lo más complicado fue «quitar la bóveda y la colocación de la cercha para sujetar tanto el arco como la propia bóveda». Esa cercha continúa sobre el terreno realizando su trabajo de sujeción y se espera que sea de la misma utilidad cuando se realice el posterior montaje de la capilla en una ubicación diferente, puesto que además hace las veces de guía de la colocación original de las piedras.

Como reconocen los empleados de Castroagudín Canteros, la labor de desmontaje está siendo complicada, entre otras cosas por la difícil ubicación de la ermita, cerca del acantilado que ha forzado su traslado. «Lo más delicado es el trabajo realizado sobre la grúa, totalmente suspendidos sobre el acantilado», dice Toimil, que confiesa que «hay demasiada altura, se pasa un poco de miedo». Sin embargo, la nota positiva la ha puesto el terreno, que «de momento ni se ha movido, aunque dudábamos de su estabilidad al tener que trabajar con máquinas pesadas sobre él».

Cuando finalice la obra, solamente quedará ya ejecutar su reconstrucción, algo para lo que será necesario de nuevo paciencia y poca prisa.

Hallazgos de otro tiempo bajo la teja

Candás, Braulio FERNÁNDEZ

Cuando uno levanta las piedras de un templo con varios siglos de antigüedad espera encontrar algún hallazgo de relevancia, con la expectación que eso conlleva. Y eso ha sucedido a los trabajadores de la empresa encargada del complicado desmontaje de la capilla de San Antonio en Candás, Castroagudín Canteros, que dieron en plena faena con una piedra que tenía grabada la fecha de 1615, lo que revela con exactitud el origen constructivo del templo. El descubrimiento acaba con la inexactitud sobre la edad de la edificación de estilo renacentista, la única de sus características en Candás. Hasta ahora su origen permanecía inexacto, aunque se situaba en los es del siglo XVII.

Pero no fue el de la fecha el único hallazgo encontrado sobre esta antigua atalaya ballenera, bajo la que se sospecha que podría haber incluso tumbas. «El cubrimiento de la capilla era originalmente de tejaroz», señala uno de los encargados del desmontaje, David Toimil. «Se trata del alero original del templo, que no estaba hecho de madera, como el que hemos retirado y que era visible actualmente, sino hecho por la propia teja», explica sobre un detalle hasta ahora desconocido y que revela la auténtica composición de la edificación religiosa.

Por último, el más curioso de los descubrimientos, aunque también el menos relevante, se hizo al retirar las tejas que cubrían la nave, bajo las que se encontraron los restos de una rata. Por su situación, el roedor lleva tanto tiempo en el lugar como las propias tejas, que, eso sí, no son del siglo XVII, aunque tampoco se puede precisar su fecha.

Son los efectos colaterales, generalmente positivos, de remover el pasado. Y cuando la próxima semana acabe el desmontaje de San Antonio de Padua, habrá quedado atrás el duro pero minucioso trabajo de una empresa carreñense que ha amoldado su forma de trabajo para asegurar la supervivencia de tanta reliquia. Ha hecho bueno el dicho, a su manera, de «a Dios rogando y con el mazo dando».