Candás,

Braulio FERNÁNDEZ

Un viaje a través de los últimos cinco siglos de historia de Carreño es posible simplemente echando un vistazo al fondo material con el que el Ayuntamiento de Carreño cuenta ahora, tras cuatro años de intenso trabajo por parte de los historiadores Francisco Crabiffosse y Manuel Ramón Rodríguez. Un bazar de recuerdos, pero no de ésos de pega de las tiendas turísticas, sino formado por legados de verdad. Desde una máquina para cortar bonito patentada en Candás hasta el enorme costillar de una ballena con más años que la capilla de San Antonio.

«Todo el fondo municipal tiene que ver con la industria conservera y la actividad marinera», explican los historiadores. «La colección municipal se compone de todo lo que hemos recogido en un local de la calle Pardies, más todo lo que hay expuesto en el Aljibe del parque de Les Conserveres», añade el instigador de la recuperación, el concejal de Cultura saliente, Paulino García. Se trata no sólo de piezas y objetos, sino de un amplio archivo, recogido en 60 archivadores, la mayor parte de ellos procedentes de una colección particular de la familia García Orejas, fundadora de la empresa Remo.

Este fondo documental contiene «correspondencia familiar, documentación comercial de finales del siglo XIX, el archivo de la fábrica de Remo e incluso un archivo del cine Apolo», del que era propietaria la familia, según explica el historiador Manuel Ramón Rodríguez.

Por su parte, los objetos y las piezas alcanzan los 580 en número, divididos en cinco secciones: artes de pesca, embarcaciones y construcción naval, cofradías y puertos, restos óseos de ballenas y, finalmente, el fondo de la industria conservera. Éste es el más distinguido de los fondos, y el más numeroso, con más de tres centenares de ejemplares, únicos y singulares, de la industria conservera, entre los que destacan las litografías que hace escasos meses fueron mostradas al público en el Museo Antón de Candás, y de las cuales alguna de ellas está expuesta de forma permanente en el Aljibe.

Entre el resto de piezas que acoge el almacén de Pardies se encuentran «elementos tan significativos como dos antiguos morriones, de los años cincuenta, retirados del puerto de Candás durante la última ampliación; anclas y elementos de artes de pesca, como redes, anzuelos o aparejos del arrastre, que era a lo que se dedicaban muchos barcos en la villa», explican los historiadores. De la construcción naval se conservan varios moldes para hacer motores mediante fundido, procedentes del desaparecido Astilleros del Cantábrico, de Gijón. Incluso se conserva la antigua sirena que anunciaba la subasta en la antigua rula de Candás y que de hecho aún funciona.

Respecto a los restos óseos de ballenas, proceden en su mayoría de la especie franca, «posiblemente entre los siglos XVII y XVIII», y se conservan varias decenas. Son huesos de costillar, y varios fueron recuperados también durante las últimas obras de ampliación del puerto de Candás, hace una década, ya que se encontraban entre los muros del antiguo dique.

Una de las colecciones mejor conservada y más valiosa es la que tiene que ver con la maquinaria relacionada con la industria conservera: «Prácticamente hay un elemento de cada paso del proceso de producción de la industria conservera en el siglo pasado», explican. Se trata de más de 40 máquinas de una y otra fase de la producción, «casi todo el repertorio de la fabricación de enlatado», entre las que se encuentra un artilugio patentado en Candás, una máquina toradora de los años 30 de la fábrica de Albo, o los transformadores eléctricos de la fábrica de Ortiz.

Todo ello forma parte de un proyecto museográfico redactado por Rodríguez y Crabiffosse, y encargado por Paulino García, que aspira a llenar las salas del futuro museo de la pesca y la conserva. En los últimos cuatro años, se han salvado de la desaparición todas esas reliquias. Ahora falta salvarlas del olvido.