Desde el 22 de mayo el reparto de poder ya no puede ser el mismo, y eso se deja ver muy a las claras en Carreño, con una representación de grupos políticos que hace muy difícil gobernar el Ayuntamiento. Esas tensiones salen fuera del salón de plenos y se transmiten, por la correa de transmisión de la lucha de poder, a los organismos e instituciones que dependen de la Administración. Son guerras de consumo interno que, por desgracia, paga siempre el ciudadano. Los partidos quieren controlar organismos como la Escuela de Música Miguel Barrosa porque creen que en una especie de proselitismo musical se pueden ir haciendo un «ñeru» de votos para las próximas elecciones. No entienden que instituciones de ese tipo deben ser libres e independientes y no son ellos quienes deben marcar la partitura ni el ritmo. No digo que no deba haber un control municipal; pero de la administración, nunca de un partido político concreto. Y quien quiera entrar en el organismo, que se deje las siglas a la puerta y se vaya con la música a otra parte.