Candas (Carreño),

I. PULIDO

La hostelería candasina mira al mar. Las inclemencias del tiempo han jugado una mala pasada al turismo y la primavera ha sido parca en clientes. Sin embargo, con el estío a tiro de piedra, las terrazas del puerto comienzan a destilar buen ambiente. Es el caso del bar restaurante Náutico. Inaugurado hace casi tres años en las instalaciones de la cofradía de pescadores, se ha convertido en uno de los lugares más pintorescos del muelle.

Unas vistas privilegiadas son el principal atractivo de este local. Gabriel Alonso lo regenta tras obtener la correspondiente concesión del Gobierno del Principado. «Tenemos derecho a permanecer aquí durante veinticinco años», concreta.

Tras un invierno descafeinado, Alonso y el resto de hosteleros candasinos tuvieron que lidiar con la primavera más lluviosa de las últimas décadas. «La Semana Santa fue un desastre», reconoce. En vistas de la que está cayendo, evita adelantar previsiones de cara al verano. «Los últimos tres años han sido imprevisibles», subraya. Y es que la tempestad económica hace más daño que la lluvia.

De todos modos, si el astro rey acompaña, el estío promete ser provechoso. «Julio y agosto son los mejores meses. En verano esto se pone a reventar. Si hay sol, hay gente», matiza. El Náutico presume de terraza. «Es nuestro punto fuerte», reconoce Alonso. Sus habituales suelen ser familias. «Hay sitio para que los niños estén a su aire», afirma. Pero también hay lugar para las parejas o para los sibaritas que gustan de la contemplación en soledad. No obstante, su localización es una espada de doble filo. «El Nordeste nos da de pleno», enfatiza Alonso.

La cocina del Náutico ha sabido hacerse un hueco entre los fogones candasinos. «Tenemos la rula justo debajo de nosotros. Cada día comprobamos qué género entró», explica Gabriel Alonso, quien añade que sus especialidades son la parrillada de marisco y el arroz caldoso con langosta. «Desde que se habilitó el aparcamiento del puerto registramos una mayor afluencia de personas», concluye.