La reciente celebración de la trigésima tercera «Semana de les Lletres Asturianes. Al rodiu de la poesía ilustrada» ha permitido a los lectores del libro «Benito de l'Auxa. Antón Balvidares. Poesíes» (edición de Xuan Busto, Uviéu, Trabe, 2012) el conocimiento de los versos de Benito de la Ahuja Manuel y García Heres (Candás, 1742-1814), sobre los que había escasas noticias, así como la publicación de varias poesías inéditas de Antonio Balvidares Argüelles (Valvidares, San Román de Sariego, 1751-Ceceda, 1792). La minuciosa consulta del archivo de manuscritos de José Caveda Nava ha fundamentado la realización de un buen trabajo que agradecemos quienes estamos interesados en estos temas.

Voy a limitarme a comentar una relativa sorpresa al no ver entre los versos de Antón Balvidares «Las exequias de Carlos III», cuya autoría por el poeta saregano defendí en mi trabajo «Antonio Valvidares Argüelles y su grupo familiar» en el libro de homenaje al profesor Martínez Cachero (Universidad de Oviedo, 2000). Realmente, seguía lo que siempre se ha dicho a partir de las colección de poesías editadas por Caveda y Nava, por Canella, por reediciones de la antología de Caveda y por diversos estudios, hasta que el profesor Álvaro Ruiz de la Peña publicó «Introducción a la literatura asturiana» (1981), donde, basándose en una afirmación de Fuertes Acevedo, afirma que dicha poesía es debida a Josefa Jovellanos. Los argumentos que presenté en contra de lo que dice el mencionado profesor no han merecido consideración alguna, de manera que desde entonces quienes se han ocupado de estos asuntos han privado a Antón Balvidares de la autoría de «Las exequias de Carlos III». No obstante, la consulta de parte de la documentación por mí aportada, procedente de protocolos notariales que aportan novedades a la biografía del poeta saregano, le impiden mantener parte de aquellos argumentos tales como «qu'en 1789, cuando se celebraren les esequies descrites, Xosefa residía n'Uviéu, mentantu que Balvidares vivía allonxáu en Cecea», según escribía en su obra sobre la hermana de Jovellanos; reitera, ahora, que el poeta de origen saregano llevaba «una vida retirada en Cecea», en evidente contradicción respecto a lo que cuenta sobre la relación con otros escritores, sus viajes, versos y vida un tanto inquieta.

Otro asunto que llama nuestra atención es que mantiene lo que decía en el mismo orden de lo comentado anteriormente sobre la relación entre Balvidares y el canónigo Domingo Alonso Canella, «rellación que, en tou casu, nun yera d'amistá, a xulgar pola semeya, abondo firiente que se fai d'elli nel poema». Sorprende que venga a mantener ese criterio en el trabajo que acaba de presentar, cuando disponía de información sobre tal asunto y una interpretación que, por lo visto, no le convenció.

Quienes, apoyándose en las noticias que tenemos sobre la vida de Balvidares -sus propias poesías, las menciones que de él hace Jovellanos, o lo que afirman quienes proporcionaron algunas características de su personalidad-, sabemos que no vivió retirado en Ceceda, y nos parece razonable suponer que asistiría a la celebración de los funerales por la muerte de Carlos III en la catedral de Oviedo, donde la oración fúnebre fue pronunciada por un amigo que había sido párroco de San Román de Sariego.

Convendrá, ahora, comentar un asunto enjundioso por ser una posible respuesta a la pregunta que abre este artículo. Recordemos que Carlos III murió el 14 de diciembre de 1788 y que los funerales por aquel rey se celebraron en la catedral de Oviedo dos meses después, con bastante anterioridad a los que hubo en otros lugares de España e Hispanoamérica. Por lo tanto, el romance en asturiano sobre las exequias reales se escribió con posterioridad a mediados de febrero de 1789. Por estas fechas, Antonio Valvidares era conocido en ámbitos locales por sus composiciones poéticas que había iniciado con el «Diálogo político» o «Diálogu de dos casinos» algunos años antes de 1775. Josefa Jovellanos, que estaba viuda y había perdido a sus hijas, pasó a vivir a Oviedo hacia 1788 en casa de su hermana mayor, casada con el conde de Peñalba, buen amigo de Valvidares, según se deduce de dos cartas de la correspondencia de Jovellanos (17-XI-1790 y 26-IV-1791). Es en este tiempo cuando Josefa Jovellanos comienza a escribir poemas en asturiano.

El sábado 16 de octubre de 1790 Gaspar de Jovellanos viaja de Gijón a Oviedo en compañía de Carlos González Posada y anota en su diario: «tarde deliciosa, pasada en dulce conversación, canto, recitación de poesías, observaciones físicas y rústicas». Llega por la noche a Oviedo, donde pasa el domingo 17 de octubre de la siguiente manera:

«Estancia en Oviedo; visitas en la regencia; la tía Nava; la Santa Cruz; comer en casa de Pepa; paseo; refresco allí, admirables imitaciones de D. Antonio Valvidares; visita en la regencia».

Eso es todo. No hay más en este pasaje del que hemos destacado en cursiva las palabras que pueden ser la clave para dar una respuesta a la cuestión planteada sobre la autoría del poema que comentamos. Observemos el carácter telegráfico del texto donde la preposición «de» induce a lecturas anfibológicas.

Hasta hace pocos años, entendíamos que con estas palabras -«admirables imitaciones de D. Antonio Valvidares»- Jovellanos estaba refiriéndose a que, después de comer «en casa de Pepa», se hicieron imitaciones de las poesías del poeta «vecino de Ceceda» y «residente en Sariego», tal como Antón hizo constar en algunos de sus pleitos. Parece razonable suponer que quien hace las imitaciones de versos de Valvidares es Josefa Jovellanos, y es muy probable que entre esas imitaciones estuviera su propia versión de las «Exequias de Carlos III», modificando algunos versos o palabras del poema escrito por Antonio Valvidares.

El mejor conocedor de la vida y obra de Jovellanos, José Miguel Caso González, anota, en su edición de los «Diarios» (1994, p. 115. nota 85), lo siguiente:

«Jovellanos tenía que conocer bastante de sus obras [de Antonio Valvidares], y de aquí el que pueda advertir las imitaciones del poeta. De éste conocemos sólo los cuatro poemas que se incluyeron en [José Caveda y Nava] "Colección de poesías en dialecto asturiano", Oviedo 1839 (hay ed. facsimilar, Uviéu, Alvízoras Llibros, 1989)».

Téngase en cuenta que la edición facsimilar referenciada tiene un prólogo del profesor Caso González donde reitera la misma interpretación cuando comenta que Jovellanos asiste a una tertulia donde «daquién imita a Balvidares» (p. XIII), y que unos años antes ya se había cuestionado la autoría de «Les esequies de Carlos III».

Para Xuan Busto el comentario de José Caso es incorrecto: «Nun acierta n'interpretar esti pasaxe y albidra que Xovellanos podía reconocer les imitaciones que se facíen d'esti poeta». Quien afirma acertar en la lectura de ese pasaje del diario de Jovellanos es el profesor Busto Cortina, el cual, además de asegurar que -al menos una vez, el domingo 17 de octubre de 1790- Balvidares visitó a Josefa Jovellanos y que comió con ambos hermanos ese día: «Si bien nun consta que le visitara na so casa d'Uviéu más qu'una vegada, la rellación ente Balvidares y Xosefa Xovellanos tuvo que ser más qu'ocasional. Gaspar resume de forma telegráfica una xinta en casa de Xosefa qu'aconceya a los tres». Reproduce a continuación el pasaje citado anteriormente sorprendiéndonos su seguridad en afirmar que los tres amigos comieron juntos, y que debemos entender las «admirables imitaciones» de la siguiente manera: «Nestes sobremeses faría valir Balvidares tol inxeniu y comicidá que yera reconocíu, asina como la so habilidá en facer imitaciones de personaxes, quiciabes los propios qu'intervienen nos sos diálogos».

No parece un exceso de imaginación suponer -habida cuenta de cómo encajan los tiempos, y de que no entendemos que pueda deducirse de la lectura de ese pasaje de los diarios de Jovellanos que Valvidares estuvo en esa comida del domingo 17 de octubre- que Josefa Jovellanos leyera versos como «Las exequias de Carlos III», creación del poeta de origen saregano o la versión que de ellos hizo Josefa. Interpretación que no acepta Xuan Busto, para quien las imitaciones de diálogos entre personajes fueron hechas por Antón Balvidares. Esa presunta «imitación de personaxes» es una particular manera de entender determinadas informaciones que proporcionan Caveda, Canella, Fuertes Acevedo, o Constantino Suárez sobre el sentido del humor del poeta de Sariego y de Ceceda, «propenso a bromas y ejercicios divertidos», escribe Canella.

Si acudimos de nuevo a la consulta del libro citado de Xuan Busto sobre la vida y obra de Josefa Jovellanos nos viene a la cabeza la expresión «mantenella y no enmendalla». Allí llega a plantear como hipótesis que ante «les escures circunstancies qu'arrodiaren la creación d'esti poema», el autor de una de esas versiones es José Caveda y como tal lo presenta en páginas 187 a 200, para que el lector pueda contrastarla con la poesía que, afirma con seguridad, es de Josefa Jovellanos y que ofrece entre pp. 135-147. Aunque menciona el trabajo de Alvaro Arias Cabal sobre el manuscrito fechado en 1792, que se conserva en el RIDEA entre los papeles del legado de Fuertes Acevedo, lo critica por contener algunos errores fruto de las prisas. Arias Cabal tampoco acepta lo que decía Fermín Canella:

«En una copia manuscrita de este romance que tiene el Sr. Fuertes Acevedo, tan competente en la bibliografía provincial (Véase «Bosquejo de la Literatura en Asturias», páginas 207 y 209), se dice que esta obra es de la poetisa Josefa Jovellanos. El Sr. D. José Caveda, que casi alcanzó los días del Sr. Balvidares, íntimo amigo de su padre D. Francisco, colocó aquí esta producción, que nosotros vimos también manuscrita entre los papeles del Sr. Balvidares, utilizados en la edición de 1839» (El destacado es mío).

Cabe suponer, a la vista de las pruebas que hemos presentado, que ya no seguirán poniendo en duda la afirmación de don Fermín que sigue al párrafo anterior:

«Sabemos también por tradición familiar la estrecha relación del prebendado Sr. Canella, al que se alude en el romance y se cita en la nota siguiente, con el poeta de Sariego y Ceceda».

Las dos copias manuscritas que menciona Xuan Busto, procedentes del archivo de Caveda, carecen de fecha y títulos, del nombre del amanuense que las hizo y de alguna anotación que diga quién escribió «Las exequias de Carlos III», si bien de la segunda de las copias del archivo de Caveda dice que es «lletra del XIX, mui posiblemente la mesma no que foi escrita una de les copies de una composición de Balvidares "l'Entierru del calónigu Reguero"» (págs 105 a 107 del libro sobre Josefa Jovellanos).

Es preciso poner de relieve que José Caveda Nava (Villaviciosa, 1796-Gijón, 1882) era hijo del Francisco de Paula Caveda y Solares (Villaviciosa, 1760-1812), coetáneo y, según Canella, «íntimo amigo», de Antonio Balvidares. José Caveda publicó una antología de poetas que escribían en asturiano, incluyendo entre los del siglo XVIII a Antón Balvidares, del cual eligió cuatro poesías, entre ellas «Las exequias de Carlos III», y no consideró oportuno seleccionar otras de las que poseía copias, ahora publicadas gracias al trabajo de Xuan Busto: «Romanzón d'un viaxe a Uviedo», «Visita a la Audiencia» y «Canción al Santísimo Sacramento». Hemos recogido antes las palabras de Xuan Busto sobre la «disputada autoría» de «Les esequies de Carlos III», pero su opinión contraria a Balvidares debió influir para que no incluyera ese romance en su actual libro, al menos como un apéndice. Pese a afirmaciones deficientemente fundamentadas, demuestra ser un buen investigador -digno de elogio y respeto, admirable por su fluidez en el uso del asturiano normalizado-, lo cual podrá incidir en que ya nadie incluirá «Las exequias de Carlos III» entre las poesías de Antón Balvidares.

No quisiera que me traicionaran mis genes, puesto que desciendo por vía materna de Manuel Fernández de Riba, mi quinto abuelo, quien siempre defendió a su amigo, el también hidalgo y juez de Sariego Antonio Balvidares Argüelles. Lo que importa es que las personas interesadas vayamos mejorando nuestros pequeños saberes, pese a que no se hayan conservado los papeles del poeta de Sariego y Ceceda.