Candás (Carreño),

Franco TORRE

San Antonio es una celebración especial para los candasinos, pero sin la capilla dedicada al santo, desmontada hace más de un año para evitar que se la llevase un argayo y pendiente aún de rehabilitación, no es lo mismo. Pese a todo, cientos de vecinos y visitantes acudieron ayer al prao de Gervasia para pasar un día con los amigos y honrar al santo.

Fue a partir de las seis de la tarde, hora de inicio de la subasta del ramu, cuando el prao de Gervasia comenzó a llenarse, al tiempo que una número creciente de fieles comenzaba a transitar hacia la cercana arboleda. Allí, una jaima hacía las veces de improvisada capilla, guardando la venerada imagen de San Antonio para que presidiese la misa vespertina.

«La capilla se echa mucho de menos. Las piezas están guardadinas, pero aún no sabemos su ubicación exacta ni cuándo se va a rehabilitar», señala María Lara Fernández, que no faltó a la cita anual con sus amigas en el prao. La joven tiene claro, no obstante, que la ubicación debe ser lo más próxima posible a la original, cuya inestabilidad obligó al desmontaje de la capilla para proteger su integridad.

Con todo, algunos habituales de la fiesta apreciaron ayer un leve descenso de afluencia. «Mucha gente venía precisamente a visitar la capilla, para ver al santo y asistir a la misa», comenta Sabi López. En la misma línea, José Luis Muñiz considera esencial la próxima rehabilitación del templo para garantizar la pervivencia de una celebración con la que está muy identificado. «Aunque ahora, tal y como está la situación económica, creo que tardaremos en verla de nuevo», apostilla.

Incluso las personas no religiosas añoran la capilla, como Ricardo Mejido García. «Yo no soy de misas ni santos, pero se trata de un monumento y de un emblema del pueblo», señala el candasín. De igual modo, Marco Calzón, instalado con sus amigos en la arboleda, asegura que la misa «no es lo mío», pero guarda buenos recuerdos vinculados a la capilla en otras ediciones de la fiesta, y confía en que se reconstruya en las cercanías del lugar que ocupaba en origen. Con todo, para el joven y su pandilla lo esencial es la componente lúdica de la celebración, que les lleva cada año al prao de Gervasia.

Una componente lúdica, en todo caso, que es indisociable de la religiosa, o al menos compatible. Así lo ve Obdulia Fernández, una de las primeras en llegar a la jaima donde se celebra la misa por San Antonio. «Dicen que la van a reconstruir aquí mismo, en la arboleda, y de hecho ya tendría que estar, pero no sé si lo verán mis nietos», señala Fernández, flanqueada en el interior de la jaima por una decena de fieles.

Frente a ellas, la venerada imagen de San Antonio parece sonreír, con el niño en brazos. Aunque también el santo, como tantos y tantos españoles, se ha visto desahuciado con la crisis.