Como es tradición, desde hace ya cientos de años y a pesar de que este dulce se elabora, actualmente, todos los meses, tanto en Candás como en el vecino Luanco (Gozón), padrinos y madrinas regalan a sus ahijados cada Domingo de Ramos una marañuela a modo del tradicional bollo de Pascua. De formas similares, pero con sabores y aromas diferentes, ambas villas marineras imprimen su toque personal a la hora de elaborarlas.

Así, mientras que los candasinos utilizan anís y en algunos casos canela y amonio de carbonato, en lugar de levadura, los de Luanco no emplean ninguno de estos ingredientes. Pero la principal diferencia entre los dos pueblos radica en los huevos. Las pastas de Candás llevan doce enteros, mientras que las de Luanco once yemas y sólo uno entero. Además, las cantidades del resto de elementos -harina, azúcar, mantequilla cocida y raspadura de limón-, también varían.

¿El resultado? Dos productos con un aroma y textura diferentes. «Las de Luanco son más duras y saben más a mantequilla, aparte de que el color de unas y otras también difiere», explica Manuel Ángel Muñiz, «Patache», de La Tahona, de Candás. Pero esta dureza tiene su explicación: «Al utilizar sólo una clara y todo lo demás ser yemas quedan más crujientes que las de Candás pero precisamente esta cualidad es la que caracteriza a las marañuelas de aquí», explica, por su parte, Beatriz Ruiz, del Horno de Luanco. Y es que siempre ha habido cierta piquilla entre ambas villas por ser las mejores en este tradicional postre.

No obstante, el debate que verdaderamente divide a Candás y Luanco es quién elaboró primero la marañuela. Unos y otros se disputan el origen de este dulce, que para sorpresa de todos procede de los países del norte de Europa. Según cuenta un mito popular, fueron los vikingos, que desembarcaban en Antromero, los que trajeron esta sabrosa galleta. En este sentido, Basy Muñiz, responsable del comercio Casa Bombita, asegura que hace unos años unos clientes de la Bretaña francesa le trajeron una tarta que sabía a marañuela. De cualquier forma y al margen de su historia, esta galleta ha resistido el paso del tiempo y todavía hoy muchas mujeres las elaboran en su casa. Y como dicen las candasinas Silva y Rosina Castro: «Están buenísimas».