Quitar el velo a la Virgen del Rosario es un privilegio, pero a la vez un momento de mucha tensión y nerviosismo. Así al menos lo entiende Joaquín González Muñiz, el candasín que desde hace 48 años se encarga de retirar el velo a la imagen protagonista de la procesión del Encuentro. De él siempre dependió que el acto más destacado de la Pascua en la villa marinera se viviese con alegría o con cierta pena, ya que, según dice la tradición, si el manto se le quita a la patrona de los marineros limpiamente, se interpreta como una clara señal de éxito en la pesca y un buen presagio para el pueblo candasín. Sin embargo, no siempre sucede así.

"Hay veces que no sale a la primera, como el año pasado, y lo paso muy mal; tienes mucha presión y hasta que no lo haces, no descansas", asegura. Pero ahora parece que no tendrá que pasar más por ese mal trago. González, de 68 años, anuncia su retirada, pero no sin antes buscar relevo. "Será mi hijo. Yo ya estoy cansado y soy mayor; no tengo la misma agilidad que antes para manejar la pértiga", afirma. Joaquín González empezó con tan sólo 20 años por tradición familiar. "Primero fue mi abuelo, luego mi padre y a continuación yo", comenta emocionado. Ahora ha llegado el turno de su hijo, Joaquín Alberto González, de 34 años, quien hoy descubrirá el rostro de la Virgen.