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Luis Valdés: "He tenido suerte, en El Berrón hay muy buena gente y son muy nobles"

El párroco de San Martín de la Carrera recibe hoy un homenaje de sus feligreses, que inauguran una plaza con su nombre

Luis Valdés, ayer, en la plaza que desde hoy llevará su nombre. FRANCO TORRE

"Es verdad lo que dicen: el cura hace la parroquia, y la parroquia hace al cura". Esta reflexión, en boca del sacerdote Luis Valdés Díaz, cobra un poso especial. No en vano, Valdés lleva nada menos que 51 años como párroco de San Martín de la Carrera, la parroquia sierense que engloba a la localidad de El Berrón y que hoy agradecerá al sacerdote su labor al dar su nombre a la plaza situada delante de la iglesias parroquial.

Natural de Carbayín, de 84 años, se ordenó hace 58 años. Antes, había estudiado el Bachillerato en la Pola, para después continuar estudios en el colegio San Francisco de Villaviciosa. "Ahí sentí yo que el Señor me llamaba", afirma Valdés, que de ahí pasó al seminario, en aquel tiempo instalado en Valdediós.

"Yo entré en el último año que funcionó Valdediós como seminario. Fue una decisión de monseñor Lauzurica, que tras visitar las instalaciones decidió agilizar las obras del Seminario de Oviedo, porque en Valdediós, con aquella humedad y todas las enfermedades pulmonares que había entonces, no se daban las circunstancias más adecuadas para que estudiásemos", explica Valdés.

Tras recibir los hábitos, el sacerdote fue destinado a Pola de Siero como coadjutor. Era el año 1957. Pero, tras cinco años en la localidad, le enviaron en 1962 al Occidente, a la zona de Eo-Navia. "Fue 'la estampida', a causa de la huelgona en las comarcas mineras", relata.

El sacerdote recuerda con nitidez aquellos días. El origen de la huelga, que paralizó las cuencas mineras entre abril y junio de ese año, fue el despido de siete mineros del pozo San Nicolás, por reclamar mejoras laborales.

"Nos mandaron a la diáspora. La verdad es que fueron momentos difíciles, y hubo curas que se pusieron a favor de un lado o del otro. Pero también fuimos muchos los sacerdotes que nos pusimos a favor de una solución pacífica, de propiciar el diálogo entre ambas partes", afirma Valdés.

Esa postura no fue entendida por algunos religiosos, que preferían mantener la política fuera de las iglesias. "Pero Jesucristo no habló tanto del primer viernes como de las explotaciones que había en su tiempo", sentencia el sacerdote.

A su regreso del Occidente, a Valdés le fue encomendada la parroquia de San Martín de la Carrera, que asumió el 19 de abril de 1964. Apenas un año después culminó el Concilio Vaticano II, que aportó un aire nuevo a la iglesia católica con el que Valdés coincidía plenamente. "Trajo muchos cambios. Antes del concilio, el papel de la mujer era más secundario y la liturgia era más tradicional. Al ser yo un cura joven, facilitó que los feligreses también entendiesen esos cambios", explica Valdés.

Con los años, el sacerdote se hizo a la parroquia, y los feligreses se amoldaron al párroco, hasta tal punto que se han movilizado para rebautizar la plaza situada delante de la iglesia con su nombre, en reconocimiento a todos sus años de labor en la parroquia. "He tenido suerte, en esta parroquia tengo a muy buena gente, son muy nobles", asegura, agradecido, el sacerdote.

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