La Compañía Asturiana de Comedias goza todavía de excelente salud y sigue llenando las salas, ajena a los experimentos para todos los gustos que desde los años setenta se suben a las tablas o se desarrollan en la calle reduciendo las representaciones a un puro espectáculo circense. Todo es respetable, también hay gente que prefiere la cocina de diseño a una buena sopa de pescado, pero vamos a lo que vamos.

Pedro Granda, langreano, fue un actor que trabajó con éxito en el Madrid de la primera década del siglo XX y se hizo popular tanto por su trabajo como por la defensa mediante artículos periodísticos y conferencias de su idea: un teatro regional y en bable.

El sueño de Pedro era contar con una gran compañía que pudiese llevar escenas de costumbres asturianas por todo el mundo; pronto tuvo partidarios y detractores y consta que logró reunir un cuadro de jóvenes artistas, aunque los escasos datos de la segunda mitad de su vida que nos han llegado no aclaran si llegó a cumplir su sueño de debutar en Cuba. Como en otros casos, resultaría muy interesante conocer si aún quedan por las Cuencas miembros de su familia que puedan aportar alguna novedad en su biografía. Lo cierto es que su semilla acabó prendiendo con la creación de los cuadros artísticos que organizaban algunos actores de prestigio en la época y sobre todo con la aparición, años más tarde, de la Compañía Asturiana que se organizó en Gijón, pero que, como veremos, estuvo muy vinculada a las Cuencas.

El alma de la Compañía era el actor José Manuel Rodríguez, que llegó ante el público felguerino en una velada organizada por el Ateneo Obrero en marzo de 1932, en la que también estuvo presente uno de los autores favoritos de los aficionados, Pachín de Melás, quien saludó al público desde el escenario. La misma tarde también se representó un entremés de Manuel Llaneza, otro celebrado especialista en temas autóctonos, homónimo del sindicalista pero sin ninguna relación con él.

He dicho que este movimiento artístico tenía su centro en Gijón, allí convivían en los años treinta varias agrupaciones que acabaron planteándose la unificación en una sola entidad. El primer intento lo constituyó una compañía conjunta en la que se integraban la de José Manuel Rodríguez, dirigida entonces por Macario Villa, y la del Centro Cultural de La Calzada, que eran las dos más importantes de la villa costera, y para inaugurar su proyecto eligieron otra vez La Felguera, donde el público respondía como en ninguna otra parte; así lo hicieron el 21 de marzo de 1935 en el teatro Pilar Duro con una pieza de amor pastoril, acompañada como era costumbre por otra pieza corta de Manuel Llaneza. El debut fue un éxito y desde el Nalón los actores viajaron por toda Asturias, volviendo en mayo a La Felguera y Mieres con dos nuevas obras, esta vez salidas de la pluma del prolífico Eladio Verde: «Casimiru el peligrosu» y «Desatraca». El mundo del teatro está lleno de supersticiones y parece que para conservar la buena suerte que les daba el público de las Cuencas en 1936 decidieron iniciar la gira de verano en el teatro Pilar Duro; las obras elegidas fueron «Sindo el curru» y «Coses de rapazos».

Luego vino la guerra civil, pero, contra lo que pudiésemos suponer, la compañía siguió viva y pudo actuar para los dos bandos, primero en sesiones organizadas por el Socorro Rojo Internacional en las ciudades del frente Norte y luego, tras la derrota de los republicanos, bajo el mando y la censura de las autoridades franquistas. Así, las hemerotecas recogen una velada pro homenaje a Rusia celebrada en Langreo en enero de 1937 en la que participó José Manuel Rodríguez, y al año siguiente, en febrero de 1938, otra representación en la que el mismo actor volvió al Nalón, esta vez al teatro Moderno de Laviana, a beneficio de Auxilio Social.

La versatilidad de las compañías de costumbres asturianas y el apoliticismo de las obras que escogían permitieron que naciese por fin la Compañía Asturiana de Comedias y al llegar la paz los cómicos volvieron a recorrer la región sobre un panorama de salas arruinadas por la metralla: Avilés, Oviedo, Villaviciosa, Candás y, cómo no, La Felguera, donde la población pudo entretener el hambre una tarde con «Froilán y Tachuela». 1940 fue otro año especial para la vinculación de Langreo con el teatro asturiano. Se representó en el teatro Victoria «Nieve en el puerto», «A la entrada de Oviedo» y «Sindo el curru», pero lo importante llegó en el otoño, cuando un joven de Ciaño, José León Delestal, obtuvo el primer premio en el Certamen de Teatro Asturiano de Gijón; la obra fue «Oro negro», un drama de tema minero que le convirtió desde entonces en otro de los referentes de la Compañía Asturiana.

Puede decirse que Delestal abrió la puerta a la temática minera y desde entonces los otros autores siguieron este camino frecuentemente. Así, en 1941 Eladio Verde estrenó «La allerana», recreando también el ambiente minero asturiano, y otra pieza curiosa, «Si subes La Rebollada», que subtituló como «estampa minera en un acto» y tiene como fondo el pueblo mierense. En sus caleyas desarrolla dos historias de amor paralelas que sirven de pretexto para mostrar un idílico cuadro al estilo de los que aún hoy sigue representando la Compañía con tema de aldea, pero en el que los protagonistas varones -cuatro pretendientes para dos mozas- son todos mineros.

En 1946 la muerte de José Manuel Rodríguez supuso el principio del fin para la Compañía Asturiana de Comedias. Su entierro en Gijón fue una manifestación del cariño que el pueblo llano sentía ante esta figura y una anécdota demuestra a las claras que él también era consciente de lo que representaba: cumpliendo su último deseo, en el ataúd se introdujeron junto al cadáver el traje con el que había representado infinidad de veces «Los amores de Ximielga» (madreñas incluidas), un librito de papel de fumar y un mechero. Aquel verano la agrupación sólo actuó en tres ocasiones y -desconozco la razón- las tres fueron en las Cuencas: en Pola de Lena, Sama y Ujo. Luego tuvieron unos meses de gran actividad, llegando a lugares en los que no habían estado antes, como Turón o Ciaño, seguramente por la influencia de León Delestal, y a Pola de Lena, que sirvió desde entonces como plataforma antes de cruzar el Pajares para dirigirse a tierras castellanas. Por fin la Compañía acabó desapareciendo y, según escribe el investigador Jesús Menéndez Peláez en una monografía sobre el teatro costumbrista en Asturias publicada en 2004, su última actuación fue el 26 de mayo de 1950 en un escenario mierense, el cine La Llama, de Santa Cruz.

Para los curiosos, la relación de escenarios que la Compañía Asturiana recorrió en nuestros concejos es la siguiente: el más visitado fue el teatro Pombo de Mieres, al que llegaron entre junio de 1941 y octubre de 1949 en 60 ocasiones; en el teatro Pilar Duro de La Felguera contaron 39 representaciones; en el teatro Covadonga de Moreda, 34; en Pola de Lena preferían el teatro Apolo, allí fueron por vez primera en 1946 y en 1949 lo habían pisado 24 veces; 20 veces estuvieron en el cine España de Turón, y 19 en el Ideal Cinema de Ujo. Al teatro Maxi de Laviana llevaron 18 obras, y en Sama de Langreo se estrenaron en 1940 en el teatro de La Victoria y después de 16 actuaciones se despidieron en 1949 con «Mariposina»; en el cine Vital Aza de Ciaño también tuvieron 16 representaciones; 12 en el teatro Virginia de Sotrondio; 3 en el teatro La Llama de Santa Cruz, y una sola vez en el cine Olimpia de Caborana, dos días seguidos en marzo de 1950 representando «Pachín y la parentela» y «Esti pícaru mundu».

Volviendo a José León Delestal, en 1952 intentó la fundación de otra agrupación para seguir defendiendo el teatro costumbrista; se llamaba Compañía Asturiana Arpidel, palabra formada por la primera sílaba de los apellidos de sus tres fundadores, Manuel Antonio Arias, «Antón de La Braña»; Manuel G. Piñera, y él mismo, pero la cosa no tuvo éxito y siguió su camino desarrollando una gran producción en poesía y prosa. A finales de los sesenta fue uno de los fundadores de la Asociación Amigos del Bable y hasta su muerte, en 1989, no cesó de escribir monólogos y teatro, aunque seguramente ha pasado a la historia sobre todo por ser el responsable de canciones tan populares como «La mina y el mar». Ahora ya conocen el refrán de los cuervos.

En 1975 el insigne político Xuan Xosé Sánchez Vicente, manifestando su intención de crear una nueva literatura teatral en asturiano académico, escribía refiriéndose a estos hombres y su aventura: «Esi teatru nun hai nada que facer con elli, hay que prende-y fuéuÉcolo que escribió toa esa xente nun hai nada que facerÉ». Sin comentarios.