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Fallece Conchita Nuño, la monja que se entregó a curar necesidades en Turón

La religiosa, de 69 años, fue misionera en Brasil y desarrolló durante casi medio siglo una intensa y “generosa” labor como enfermera

Conchita Muño.

Concepción Nuño tenía buen oído y una voz bien templada, pero lo que la definía era que siempre tenía una canción en el corazón. Esta religiosa natural de Burgos dedicó toda su vida a cuidar a los demás. Su reciente fallecimiento ha generado una profunda tristeza en la comunidad de las Dominicas de la Anunciata, pena que también se ha extendido por el valle de Turón, al que Sor Conchita dedicó casi por entero la última década de su vida. Una entusiasta entrega que se ha visto bruscamente consumada a causa de un fulminante cáncer. Tenía 69 años, tiempo que dedicó a cuidar a los demás. Le gustaba cantar en la iglesia, pero su pasión era apoyar y socorrer a los más necesitados.

Conchita Nuño era enfermera y en su juventud trabajó como misionera en Brasil. “Era una persona especial, que se dedicó siempre a los demás, hasta el punto, en ocasiones, de olvidarse de sí misma”, destacan sus compañeras de congregación. A Turón llegó ya con cerca de 60 años, pero se integró rápidamente en la comunidad, cuidando de enfermos, dando catequesis, organizando talleres y dando apoyo a la actividad eclesial. Durante años colaboró con el ahora párroco de la Puebla del Río, José Rafael Menéndez. “Todos la echaremos mucho de menos, porque fue todo corazón. Atendió con solicitud amorosa a personas mayores y enfermos. Era enfermera y ejerció su profesión de la mejor de las maneras”, destaca el religioso.

Sor Conchita residió en la Casa de las Dominicas de Turón hasta su clausura, hace ahora unos siete años. Tras su traslado a las dependencias de Mieres, cada día cogía el autobús y se desplazaba a Turón para atender a personas mayores y enfermos. Sobre todo se preocupaba por personas sin apoyo familiar: “A las ocho de la mañana ya estaba en la parada de autobús con la comida en una mochila y no regresaba hasta última hora del día”, señalan sus compañeras. “Además de su entrega, era una persona muy cariñosa que se hacía querer. El vacío que deja es enorme”.

En ocasiones, vidas ejemplares pasan casi desapercibidas pese a dejar una profunda huella en la comunidad. Ese es el caso de Sor Conchita. “Fue un ángel de Dios en la tierra. Fueron 47 años de consagración religiosa marcada por una obsesión en su corazón: dar todo, darse del todo, darse a todos, quedarse sin nada, que lo tengan todo. Donde estaba sor Conchita no falta nada”, sostiene Enrique Álvarez Moro, actual párroco de la Unidad Pastoral de Turón.

Antes de llegar a Mieres, su última parada, la religiosa pasó por Oviedo, Gijón Ribadesella, Grado y Pesoz. Su trayectoria comenzó con un largo viaje. Durante dos años permaneció en Brasil, colaborando con en el Centro Comunitario del Maracaná, en Montes Claros. Allí aún se acuerdan de ella. Con motivo de su fallecimiento, sus antiguas hermanas han querido tenerla presente con cariño: “Su entusiasmo misionero era inagotable y era una persona de una generosidad impar. En la misión era incansable y, ante las dificultades, no reclamaba y siempre se mostraba optimista afirmando que mañana sería mejor. Su nombre quedó grabado en la historia de esa comunidad”.

El funeral por Conchita Nuño se celebró en “su” iglesia de San Martín de Turón. Sus restos ya descansan en el cementerio de Mieres: “Siempre estuvo disponible para quien la necesitara y su labor será difícil de suplir”, señalan sus allegados.

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