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Las historias de los más vulnerables durante la pandemia

“Haz lo que te haga feliz”: la lección de vida de los mayores asturianos que sobrevivieron al covid

Los consejos para superar la adversidad de usuarios de la residencia Canuto Hevia, nueve meses después del agresivo brote de coronavirus

Los mayores asturianos comparten sus lecciones de vida tras el Covid

Los mayores asturianos comparten sus lecciones de vida tras el Covid

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Los mayores asturianos comparten sus lecciones de vida tras el Covid C. M. Basteiro

María, con 102 años, no olvida su infancia. Por la crueldad: fue más sirvienta que hija para la familia que la adoptó. Por la tristeza: se escondía detrás de un hórreo para llorar a su madre. Por la necesidad: si tenía frío, se tapaba la cabeza con un saco. “Ni un gorro me compraron”.

Nada pudo con ella. Ni esa maldita infancia, ni la guerra civil, ni “la fame”. Cuando el covid-19 entró en la residencia Canuto Hevia (Lena), en un agresivo brote que contagió a más de cien residentes y treinta trabajadores, solo podía pasar una cosa: que María sobreviviera.

LA NUEVA ESPAÑA visita el centro Canuto Hevia nueve meses después del momento más duro de su historia. Los residentes ya pasean por los jardines, con estrictas medidas de seguridad sanitaria. Siete de ellos, supervivientes de aquel brote, responden a una pregunta: “¿Qué consejo darías a un joven para que disfrute más de la vida?”. Estas son sus recomendaciones para seguir caminando cuando el mundo se pone cuesta arriba.

“No tengas miedo”. Laureano Barrio, 81 años.

“La gente no puede tener miedo. Hay que ser valientes, tirar siempre adelante”. Lo dice Laureano Barrio, 81 años y una sonrisa contagiosa. Fue minero y, reconoce, “pasé mucho en el tajo”. “Aunque nunca tuve un accidente grave, la mina ye muy dura”. Trabajó en el pozo San José de Turón y luego en Minas Figaredo. Hace casi seis décadas que se casó. Su mujer y él, durante el brote en la residencia Canuto Hevia, pasaron juntos la enfermedad: “Estuvimos aislados, afortunadamente fuimos asintomáticos. Intentábamos que el tiempo pasara lo más rápido posible y no nos soltamos de la mano”.

Juntos sin miedo, como él aconseja. Tiene dos hijos y “una nietina”, de nombre María. Si la vida se mide en optimismo, la seguirá disfrutando durante muchísimos años.

C. M. BASTEIRO

“Pide Perdón”. María Bárcena, 102 años.

María Bárcena no llegó a decir nunca “mamá”. Su madre falleció cuando ella era muy pequeña, y la llevaron a un orfanato. “Una familia me recogió, pero me hicieron trabajar mucho”. Algunas noches, lloraba escondida detrás de un hórreo. Llegó la guerra civil, recuerda que tenía hambre. “Y palos llevé bastantes”, añade. “Yo me crié entre gochos y vacas. No fue fácil aquello, no”. La vida mejoró cuando se casó: “No había ido ni a una romería nunca, jamás. Cuando fui a vivir con el mi marido, que fue bueno para mí, no sabía ni ir a Mieres”.

Nadie le dijo que su vida sería tan larga. Ha cumplido 102 años con buena salud. Tiene mal oído y problemas de movilidad, pero la cabeza intacta. Dice que pudo seguir adelante porque perdonó a la familia con la que se crió, aunque nunca le pidieron disculpas. Para ella, no conocer el rencor es la única forma de vida: “Lo más importante es saber pedir perdón cuando te equivocas. También saber perdonar, pero perdonar de verdad. Sin rencores”.

María Bárcena muestra el cartel con su mensaje. | C. M. B. C. M. BASTEIRO

“Todo llega, no tengas prisa”. Casto Quintana, 65 años.

Está siendo un año duro para Casto Quintana. Camina tranquilo por los jardines y accede de muy buena gana a charlar con este diario. Él sigue, no mira atrás. Fue paciente de covid-19, estuvo hospitalizado. Después, le detectaron un cáncer en la boca: “Quiero felicitar a los cirujanos del HUCA, hicieron una obra de arte conmigo”.

“Si les tuviera que decir algo a los jóvenes es que no tengan prisa por nada, que todo llega”. Afirma Casto que, si hay confianza en que las cosas pasarán, “todo es más fácil”. “Cuando llega lo bueno, lo celebras con más ganas. Cuando llega lo malo, lo llevas mejor”. Quizás ese es el secreto para su recuperación. Tiene un sueño: volver a la montaña. “Fui montañero muchos años, hice todos los picos más altos de los concejos de Asturias”. Se confiesa enamorado del macizo de Ubiña. Tiene dos hijas y su vida, a pesar de este momento difícil, es feliz.

“Haz lo que te haga feliz”: la lección de vida de los mayores que sobrevivieron al covid C. M. BASTEIRO

“Haz solo lo que te haga feliz”, Manolita González, 85 años.

En uno de los bancos hay una mujer sentada. Cuenta chistes a otras residentes, que están en unas sillas a una distancia segura. “Donde está ella, siempre hay risas”. Y es verdad. Se llama Manolita González, y tiene 85 años. Pura alegría: “A esta vida venimos a ser felices, que de llorar no sacamos nada”, apunta.

Dice, sin rodeos, que de pequeña pasó “fame”. “En el 41 era cuando más fame había, también cuando yo era más pequeña y más necesitaba alimentarme”. Su madre le dijo que tenía que comer caldoso para ser buena moza. Lleva tres meses en la residencia Canuto Hevia: “Todos se portan tan bien… Los trabajadores, los compañeros. Son fantásticos, aquí soy feliz”. Tiene dos hijos que la visitan a diario. Fruto de un matrimonio que fue inmenso de amor: “Él era 8 años mayor que yo, más bueno no podía ser. Se me fue al cielo con 93 años”. Le echa de menos, por eso todos los días entona canciones que le recuerdan a él.

C. M. BASTEIRO

“Abraza siempre que puedas”. Pepi Veiga, 74 años.

Dice Pepi Veiga, sentada en una silla, que ahora se siente feliz. A pesar de que su vida no fue fácil. “El amor salva todo. Hay que abrazar a los que queremos, siempre que podamos. Mira lo que estamos echando de menos ahora (por la crisis del covid-19) los abrazos”.

Los abrazos son, para ella, la mayor muestra de empatía. “Ojalá fuéramos todos capaces de ponernos en la piel de los otros. Si fuéramos más empáticos, ya no habría covid. Yo creo que no habría ni guerras en el mundo”.

Por la izquierda, Pepi Veiga, Laureano Barrio, Manolita González, Concha Barrios, Adolfo García y Casto Quintana, en los jardines de la residencia Canuto Hevia, con los carteles en los que muestran sus consejos a los más jóvenes. | C. M. B. C. M. BASTEIRO

“Intenta hacer felices a otros”. Concha Barros, 86 años.

Concha Barros pasea por los jardines con calma. Tiene a uno de sus hijos con ella, en la residencia. El otro falleció. Le dejó el mejor de los regalos: “Tengo tres nietos, muy guapos y muy trabajadores”, afirma. La esperanza que siempre la mantiene a flote es cuidar de los demás: “Quiero hacer felices a otros, es lo mejor que podemos hacer. Procurar que la gente que tenemos al lado no sufra”.

A los chavales jóvenes les pide también, no es para menos, mucha cordura: “Que se cuiden, que se tapen y que se dejen de botellones y todo eso. Hay que salir de esta”. Es amiga de todos, quiere mucho a Manolita, y en la residencia Canuto Hevia está muy contenta: “Nos cuidan muy bien”.

“Haz lo que te haga feliz”: la lección de vida de los mayores que sobrevivieron al covid C. M. BASTEIRO

“Baila mientras las piernas aguanten”. Adolfo García, 93 años.

Adolfo García tiene 93 años y la agilidad de un chaval de treinta. “A mí lo que más feliz me hacía era bailar. No hay felicidad mayor que bailar un buen tango”, dice. No se perdía verbena, no faltó a ninguna pista: “Cogía una moza guapa para bailar cuando podía”. Hasta que conoció a la más guapa y buena, y se casó con ella. Tuvieron dos hijas. Ella falleció hace unos años, “la echo de menos”. Pero disfruta de su gran familia: “Tengo cuatro nietos y cinco bisnietos. Todos con buenas carreras y listos, listos mucho. No como yo, que no pude ir a la escuela…”. Fue picador en la mina, en el pozo Nicolasa. Está deseando que pase la crisis del coronavirus para que vuelvan los bailes. Avisa: si hay una moza para bailar, tendrá que sacarlo. “Ya no tengo yo las piernas para correr detrás de nadie”. Su risa suena a pura vida.

C. M. BASTEIRO

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