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Desde mi Mieres del Camino

La vieja resistencia ante el declive social y económico

Luis Fernández Cabeza y Lito Pello encabezaron sendos movimientos que lucharon contra la pérdida de peso industrial de Mieres

En una de las recientes crónicas de "El camino" señalaba la necesidad de mirar la situación de Mieres y comarca con la óptica del futuro. Sin embargo no sobra rescatar del pasado el recuerdo de, al menos, dos intentos de mover los resortes sociales hacia la posibilidad de enfrentar el problema de la decadencia económica, partiendo, en acción y exigencia, desde la perspectiva ciudadana.

Precisamente la primera de las movilizaciones de lo que podríamos llamar "fuerzas vivas" tomó como baluarte de su bandera la "Junta de Iniciativas". Y debió de ser en tiempos que no presentaban todavía indicios claros de lo que podrían representar la reconversión industrial y el cierre de factorías y minas, con todo lo que trajo arrastrando tras de sí. Pero hubo alguien que siempre se mostró con clara visión de futuro y fue capaz de adelantar temores sobre acontecimientos negativos, convirtiéndose en artífice de esta plataforma. Nos estamos refiriendo a Luis Fernández Cabeza -corresponsal informativo de LA NUEVA ESPAÑA- que tomó las riendas como dirigente principal del movimiento. Lo hizo, sin duda alguna, desde una óptica serena y tranquila, dada su condición personal conservadora y los tiempos que entonces se respiraban en plena implantación del franquismo.

Eso no quita para que, merced a los presupuestos de la junta, se iniciaran acciones con el fin de fortalecer las estructuras que por aquel entonces regían los destinos de un Mieres todavía pujante. Era pujante desde sus expectativas de industria metalúrgica pesada y amplia explotación del subsuelo a través del foco de extracción de hulla tan importante como los promovidos por la propia Fábrica de Mieres, Hulleras de Turón, Tres Amigos, la Hullera Española, compartida con Aller, y la de Minas de Riosa con el concejo riosano, más la contribución siempre interesante de acciones menores en minas de montaña incluyendo la explotación de mercurio de El Tarronal y Soterraña, de indeseadas consecuencias posteriores.

No es fácil precisar quiénes acompañaron a Luis Fernández Cabeza en aquel intento de inyectar interés y operatividad al propio pueblo porque fácilmente dejaríamos algún nombre en el tintero y no merece la pena. De todas formas el intento parece que no llegó a trascender con resultados realmente determinantes y convincentes. Quizás porque su principal promotor recibía en sus propias carnes la respuesta, más o menos negativa -preferible quedarnos con la "más"- que los entonces rectores de la industria siderometalúrgica. Especialmente de un determinado e importante bloque del movimiento hullero, que interpretó como un ataque el hecho de que Fernández Cabeza se opusiera abierta y públicamente a la instalación del lavadero central de la empresa, en terrenos cercanos a El Batán con camino hacia el barrio de La Peña. Lo hizo al entender que esta instalación cercenaba los deseos de una expansión urbanística del Mieres-Norte.

Pasando a la segunda intentona de defensa de la historia y la aportación que Mieres había hecho a una España nacida de la guerra civil y desgajada económica y socialmente, nos situamos en la década de los setenta del siglo pasado. Se produce entonces el primer golpe mortal a la realidad local, con el traslado de un importante paquete de personal y actividades hacia la costa cantábrica, como anuncio ya elaborado de todo el núcleo de la antigua Fábrica de Mieres.

Y aquí, en esta especie de muro de contención contra tales efectos, juega un papel de primer orden otro mierense de pro, integrado en las propias estructuras sociales de la empresa, como graduado social que era de la propia entidad. Fue Manuel Fernández-Pello, conocido popularmente como "Lito" Pello quién con su calidad de primer secretario del jurado empresa, lidera la acción rebelde contra el desmantelamiento total de la industria metalúrgica formando la Coordinadora Ciudadana. En ella se integran otros movimientos de amplio espectro, como puede ser la Unión de Comerciantes del Caudal, liderada por Mario Martínez. Más tarde Lito Pello formaría en el gabinete del primer gobierno preautonómico asturiano con Rafael Fernández.

Moviendo los hilos desde varios frentes para abarcar todo el mapa de acción ciudadana, se promueven estudios, se organizan actos, se abre un abanico de clara intención reivindicativa con presencia de expertos, políticos y de dirigentes de gabinetes capaces de plantear alternativas al proceso demoledor del desmantelamiento, a la par que se promueven vientos de participación masiva en manifestaciones y otros intentos de llevar la voz del pueblo a cualquier rincón de los estamentos decisorios. El objetivo era revertir ese ambiente de decepción que, posteriormente, habría de desembocar en la actual desertización del paisaje comarcal.

Sin duda alguna, la principal reivindicación que movía los hilos de esta corriente organizada se cimentaba en la ineludible obligación de los poderes públicos de promover vías alternativas y fiables con el fin de compensar la ya cantada evasión de los puestos de trabajo de Fábrica de Mieres y el anuncio, cada día más a la vista, del cierre de las explotaciones mineras. Tres actos, uno del máximo calibre, otro de menor consistencia pero de aportación sustantiva y un tercero, si se quiere anecdótico, marcaron la pauta de cara a la galería.

El primero de estos movimientos fue la gran manifestación, creo entender el 21 de julio de 1976, que, partió de la iglesia de San Juan por la entonces calle Calvo Sotelo, la de Aller, Manuel Llaneza y Teodoro Cuesta, hasta la plaza del Ayuntamiento, donde varios oradores hicieron uso de la palabra con el fin de denunciar la situación haciéndole el juego a numerosas pancartas que adornaron un auténtico río de manifestantes. Entonces se cifró la asistencia en 30.000 personas, con presencia de partidos y sindicatos en la semiclandestinidad, batiendo todos los récords y previsiones.

Posteriormente un grupo de trabajadores de la propia factoría, entre ellos algunos miembros del jurado de empresa, protagonizaron un acto de protesta prolongada en el techo de los gasómetros instalados en uno de los laterales del conjunto industrial, al lado de la carretera general 630, aquellos cuyo derribo posterior significó casi el final de la operación destructora. Finalmente uno de los componentes del jurado de empresa, Manuel Rodríguez, conocido popularmente en Mieres por "Lito Yubana", se subió a la principal chimenea de la fábrica, permaneciendo, a una altura considerable, varias horas y siendo necesaria la actuación del Grupo de Montaña de la Guardia Civil, para promover su descenso sin que le ocurriesen daños personales.

Al hilo de estos actos de participación y espectacularidad, se promovieron estudios y hubo presencia activa en Madrid ante los organismos competentes en la búsqueda de soluciones. Y surgieron promesas con buenas palabras que a la postre quedaron en nada. Y Mieres, junto con los concejos limítrofes, vio alejarse inexorablemente las fuentes que había mantenido su modesta economía, y a la vez, con mayor magnitud, sirvieron para incentivar claramente el lento resurgir de la devastadora huella que había quedado en este país tras la guerra civil.

Si acaso, como muestra de la inquietud ciudadana, que entonces se movía aún por cauces de cierta garantía, surgió posteriormente la organización anual de la Feria de la Industria, Minería y El Comercio que, durante casi tres décadas, fue el único escaparate con nuevas vivencias en este territorio. También aparecieron los fondos mineros sin una rentabilidad que destacar. Al final, todo se apagó como una vela, tras el cierre de las más importantes explotaciones mineras, el nulo fuelle de las instituciones públicas y la apatía ciudadana que comenzaba a surtir un efecto demoledor.

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