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El baúl de la historia

La fiesta de Santa Bárbara

La intrahistoria de la celebración: en 1975, Hunosa regaló una cesta con tabaco y alcohol a los enfermos de sus sanatorios

Santa Bárbara es la patrona de los mineros y del arma de artillería y, como es sabido, se celebra desde épocas remotas. Ambas actividades están relacionadas con las explosiones, derivadas del rayo y el trueno con los que contaba según la tradición cristiana la mentada virgen. La leyenda nos cuenta que por nombre llevaba Bárbara al negarse a casarse con el pretendiente que le proponía su progenitor, quien no entendió la negativa de su hija y no tuvo mejor ocurrencia que encerrarla en una torre. De hecho, dicha edificación se representa constantemente en las imágenes de la virgen junto a la daga, que además de tener su motivo pictórico representa la crueldad, ya que con dicho arma su progenitor decidió sacrificarla asestándole un tajo en la garganta. Como era de esperar, nuestra querida Bárbara murió mártir pero como consuelo, por decir algo, la justicia divina quiso que un inesperado rayo acabase con la vida de su malévolo padre. Dicho esto, existen variopintas versiones sobre esto, pero me parecía curiosa y de aquí que la comparta con todos ustedes.

Pero detengámonos ahora en la actualidad, aunque cada año que pasa seamos menos personas las que vivamos en las comarcas mineras, ya que como no se le escapa a nadie tenemos un futuro menos prospero que el que se tenía hace años en estas zonas. A pesar de ello, la festividad de Santa Bárbara sigue recordándose en muchos concejos de Asturias y es gracias a algunas asociaciones y antiguos trabajadores. Como sucede con otras cosas, al ir desapareciendo la minería también se modificó la forma de celebrarlo.

En otra época, esta virgen era prácticamente la copatrona de Asturias, ya que me atrevería a decir que no hubo un lugar de Asturias donde no hubiese una mina ni faltase un minero. Aunque pensemos que solamente había carbón, también explotamos minas de mercurio, hierro, cobre y otros muchos minerales. Desgraciadamente, de estos mineros y tipo de minería nos hemos olvidado hace tiempo. Sin ir más lejos, mi propio padre fue un trabajador de la minería del mercurio, que aunque bien hace tiempo que este tipo de mina quedo en el olvido, no se debe olvidar que es más antigua que la del carbón, al menos en el concejo de Mieres. Eso sí, se acabaría en el año 1974, unas dos décadas antes de la lenta agonía de la del carbón.

Retomando el asunto que nos atañe, lo cierto es que este día especial en la minería, solía comenzar de forma muy ruidosa en la comarca del Caudal, con explosiones de dinamita por nuestros montes. Ahora esta fiesta es más silenciosa, pero también algo menos solemne y emotiva, aunque el verdadero valor de la festividad sigue siendo una jornada de convivencia de los que siguen siendo mineros, si es que alguna vez se pierde esta condición a pesar de las prejubilaciones, retiros y demás ceses de la actividad.

Por centrarnos en un hecho concreto, hablaremos de la fiesta celebrada el jueves 4 de diciembre 1975, donde la empresa pública Hunosa realizó a lo largo de esos días una serie de actos para celebrar el día de la patrona. Incluso para no olvidarse de los trabajadores accidentados, la dirección de la empresa organizaba actos en los hospitales de su propiedad, siendo los principales en el Sanatorio Adaro -inaugurado en 1914- en Sama de Langreo y el Hospital de Sueros, en el concejo de Mieres.

Aquel día, en el hospital de Sueros, los actos se iniciaron con la celebración de una misa en recuerdo de los mineros fallecidos durante el año. La ceremonia fue oficiada por el capellán del centro, don Francisco Díez, que además era el párroco de La Rebollada y hasta pocos años antes capellán de Fábrica de Mieres. Durante la misa, leyó la epístola uno de los hospitalizados en el centro sanitario y la ceremonia se celebró por primera vez en el nuevo comedor, que tenía más amplitud que la capilla del centro. En este nuevo local oyeron celebración religiosa autoridades, mandos de la empresa, miembros del Jurado de Zona, lo que se conoce como enlaces sindicales, personal del centro y numerosos accidentados. Unos 30 de 37 asistieron voluntariamente a la celebración eclesiástica, pues ya saben ustedes que eran otros tiempos.

Pero ojo, aquí llega lo bueno: a todos los hospitalizados, tanto en Mieres como en Langreo, se les entregó una pequeña cesta, que no por pequeña dejaba de ser menos asombrosa. Y es que por cosas así uno percibe cómo ha cambiado nuestra mentalidad y las directrices de la sanidad, pues el regalo contenía nada más y nada menos que un cartón de tabaco, turrones varios, una generosa botella de coñac, otra de champán por si fuera poco y un llavero que ni embriagaba ni engordaba, pero que tenía una inscripción que estaba dedicada y que rezaba con orgullo ante tal tropelía sanitaria: "Hospital de Hunosa".

El año anterior, este regalo había sido parecido, aunque quizá con menor graduación y primando más los accesorios como un bolígrafo Parker, otro consabido lote de turrones; de nuevo sidra achampanada y más. En 1974, el director del centro de Sueros era el médico Enrique Portilla Fernández-Villaverde, quien aprovechó el acto para enseñar las obras que recientemente se habían realizado en el viejo Hospital de Fábrica Mieres, incluidos sus exteriores, donde se mejoraron los jardines y su construyeron unas pistas deportivas. Esta ampliación había tenido un coste de unos cinco millones de pesetas. Acorde con los actos del festivo día, sería servida una extraordinaria comida a los hospitalizados y un vino español a los numerosos asistentes, facilitando permiso a quien por sus lesiones pudiesen pasar el día fuera del centro con sus familias.

En aquellos años, las hermandades de los diferentes pozos se colocaban sus casetas en Mieres (al lado del viejo supermercado de Hunosa) en la calle llamada entonces Bernardo Aza, hoy Escuela de Capataces. En estas se realizaba el reparto de la botella de vino y del bollu.

En ese día se celebraron diferentes actos deportivos como juegos de atletismo en el estadio municipal Hermanos Antuña, encuentros de fútbol en el Nuevo Batán entre equipos de diferentes pozos y en la bolera de la Peña Batán, la final del concurso de quintetos de bolos. También se realizaron diferentes actividades culturales que iban desde el ajedrez al concurso de pintura. En esos años Mieres contaba con una hermosa sala de exposiciones de la Caja de Ahorros , que siempre estaba a disposición del Certamen Exposición de Pintura que anualmente organizaba el Grupo de Empresa de la Dirección de Asuntos Sociales de Hunosa. Esta exposición sorprendió por la calidad y cantidad de obras que para el concurso se presentaron. Estando entre los miembros de jurado importantes figuras de la crítica y del arte asturiano como eran Jesús Villa Pastur y Casimiro Baragaña.

Las Hermandades Mineras en el concejo de Mieres habían tenido su origen en la época de la empresa Fábrica Mieres, por tanto fueron fundadas con anterioridad a la llegada de la empresa pública Hunosa en el año I967. Al principio, solo había dos hermandades, una era para los trabajadores de la fábrica siderúrgica y otra para los de minas.

Posteriormente hubo una escisión y cada pozo de la empresa Fábrica de Mieres continúo de forma independiente, formándose las de Barredo, Polio, Nicolás, Cobertoria, Lavadero Central y Empleados, Mantenimiento y Batán. El número de socios que tenían estas hermandades en el año 1975 era de 625 en Barredo, 930 en Polio, 610 en Nicolasa, 92 en Mantenimiento, 125 en Lavadero, y la nada desdeñable cantidad de 100 en Ferrocarril. Los empleados de Fábrica Mieres que dieron continuidad a la hermandad de Servicios Centrales comprendían el número de 110 socios.

Cada socio aportaba mensualmente una cuota a su correspondiente hermandad, pero no en todas ellas se pagaba la misma cantidad, siendo los de la hermandad del mantenimiento los que aportaban la mayor cuota con un importe de 45 pesetas, 20 más que las 25 pesetas que pagaban el resto de hermandades. Con todo ello, la propia empresa donaba en 1975 a todas las hermandades mensualmente 7 pesetas por socio. Estas hermandades, además del reparto de la botella de vino y el bollo una vez al año, cumplían una función social de forma mensual dando ayudadas a los trabajadores con problemas.

Sobre el regalo gastronómico diremos que posiblemente hasta 1925 no apareció en escena el famoso bollu preñáu, que desde entonces se hizo omnipresente en esta fiesta y en el resto de las celebraciones asturianas. El impulsor de este tipo de regalo gourmet puede decirse que fue el marqués de Comillas, pues a últimos del siglo XIX, regalaba en algunos actos a sus mineros de la Hullera Española medio litro de vino, pan y chorizos junto con sabrosa fruta. Finalmente quiero lanzar al aire o a quien corresponda una reflexión, ya que en esta última etapa la celebración de Santa Bárbara se ha vuelto triste, casi sin mineros en activo que la celebren y una región entera con un futuro que tiene más de incógnita que de porvenir y esto debería de dejar de ser así.

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