Varón, soltero, cuarenta y dos años, profesor, curioso, perseverante, voz aguda o rostro feo, delgado, aficionado a caminar, buena memoria, domina lenguas antiguas? Estos son algunos de los rasgos del filósofo-tipo en el momento en que publica su obra maestra. Como diría el capitán Renault de «Casablanca»: arresten a los sospechosos habituales.

¿Quiénes son los «sospechosos habituales» de la filosofía? ¿Cómo distinguir a un científico como Newton, por ejemplo, de un filósofo como Platón? La respuesta de Riffard es obligarnos a contestar a otra pregunta: ¿en qué pensamos cuando leemos a Newton o Platón? Si pensamos más en la realidad que en Newton, estamos ante un científico; si pensamos más en Platón que en la realidad, estamos ante un filósofo. El cálculo infinitesimal nos lleva al cálculo, no a Leibniz. Pero la armonía preestablecida nos lleva a Leibniz, no a la naturaleza. ¿Es importante entonces estudiar la vida íntima de los filósofos? Sí, siempre y cuando entendamos la diferencia entre vida privada y vida íntima. La vida privada es la vida no filosófica del filósofo. No nos interesa. La vida íntima del filósofo interviene en su filosofía. Sí nos interesa. Así que Filósofos: vida íntima es un libro discutible cuando interpreta (y con bastantes erratas), pero fascinante cuando cataloga. Veámoslo así, como un catálogo de la intimidad de los filósofos. Y vaya intimidad.

Más del 54% de los filósofos vivieron fuera de su lugar de origen o de adopción. ¿Una ventaja para ser filósofo? Ser huérfano. Riffard interpreta: un filósofo educa a la humanidad porque, de niño, no ha tenido educación; se dice a sí mismo y a los demás lo que hubiera deseado oír. ¿Y los pensadores que no son huérfanos? Lo son de otra manera. Spinoza entra en la filosofía cuando queda huérfano del judaísmo, su religión de nacimiento. Kant no llega a ser él mismo hasta eliminar a Christian Wolf, su tutor en metafísica. Qué divertido. Los filósofos, además, no suelen ser hijos de papá (pocos filósofos son hijos de filósofos). Ni niños precoces. No hay Mozarts de la filosofía. A la filosofía se llega tarde, porque es un trabajo de madurez y de maduración. Riffard se toma la molestia de comparar las fechas de publicación de las obras maestras de 21 grandes filósofos, y concluye que la media de edad para la publicación de esa gran obra es de 42 años. Un matemático que no ha descubierto algo antes de los 30 años, ya no descubrirá nada (al menos, de matemáticas). En filosofía, hasta el último aliento se tiene la posibilidad de poder morir siendo filósofo.

Para ser reconocido como filósofo, hay que adoptar la lengua cultural dominante (griego, latín, árabe, francés, inglés) y rechazar la religión dominante (los escolásticos no lo hacen, y se pasan a la teología). El perfil del filósofo podría expresarse de esta manera: memoria semántica más obsesión metafísica. Así sería la cabeza del filósofo. ¿Y los pies? Los pies, para caminar.

Un filósofo es un andarín. ¿Y el sexo? El filósofo prefiere la relación lógica a la relación sexual. La exaltación amorosa no entra en el programa filosófico, así que el enamoramiento y la actividad filosófica son como el perro y el gato. ¿Acaso los filósofos no se casan? En el momento de su obra maestra, el 70% de los filósofos son solteros. En todo caso, para un filósofo la familia intelectual (maestro, colega) cuenta más que la familia doméstica (papá, mamá, hermanos) o la familia conyugal (cónyuge, hijos). Están locos, estos filósofos.

¿Locos? ¿Están locos los filósofos? Los filósofos tienen tendencia a padecer molestias o enfermedades psíquicas que afectan a su humor (melancolía, psicosis maníaco-depresiva) o a su personalidad (paranoia, megalomanía). Sobre todo, los filósofos desarrollan angustias y fobias. No hay ningún loco filósofo, pero sí algún filósofo loco. ¿Y qué hacen los filósofos para poder comprar el pan, pagar el alquiler, los libros o la ropa? La gran pregunta: ¿cómo se gana la vida un filósofo? Ha habido filósofos rentistas, religiosos de profesión, trabajadores manuales (pocos), políticos? Pero un filósofo es casi siempre un profesor. Es decir, el filósofo vive a menudo de la filosofía, sí, pero no de la suya. Eso quiere decir que el filósofo apenas vive de su pensamiento. Curioso.

La vida íntima de Pitágoras, Sócrates, Platón, Aristóteles, Epicuro, Epícteto, Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Montaigne, Bacon, Descartes, Spinoza, Leibniz, Hume, Rousseau, Kant, Hegel, Nietzsche, Husserl, Heidegger, Wiitgenstein y Sartre en un puñado de páginas. También la vida íntima de alguna filósofa (pocas). Lo más importante: para ser filósofo no hay que estar loco.

La especulación ha musculado el pensamiento del filósofo, de modo que tiene la razón de acero templado, como el deportista tiene un cuerpo de bronce, o el cantante una voz de oro. A fin de cuentas, la filosofía es un trabajo como otro cualquiera. Y el filósofo es un varón, soltero, cuarentón, profesor, curioso, perseverante, de rostro feo, delgado, aficionado a caminar, con buena memoria y que domina lenguas antiguas como todos los demás.