Haciendo historia (Taurus, 2012) es el último libro publicado por el prestigioso y galardonado (premio «Príncipe de Asturias» de Ciencias Sociales, premio «Wolfson» de Historia, premio «Balzan» de Historia) hispanista John H. Elliott (él siempre ha rechazado esa calificación de hispanista que implica, en cierto modo, reconocer que la historia de España es diferente, cuando toda su obra historiográfica ha estado dedicada a lo contrario: contextualizar y normalizar nuestro pasado como una historia más de los países europeos). Esta obra hay que clasificarla en un campo que cuenta ya entre los historiadores europeos -sobre todo franceses y británicos y menos entre los españoles- una importante tradición con excelentes producciones. Me refiero a eso que se ha dado en llamar la ego historia, esto es, la reflexión del historiador sobre su propio trabajo historiográfico.

Elliott fijó su interés en la historia de España hace ya más de sesenta años, cuando en la década de los cincuenta del pasado siglo, siendo todavía un estudiante universitario de historia, realizó un viaje por la dura España de la posguerra y quedó admirado de la riqueza histórica de nuestro país y recibió una fuerte impresión al ver en el Museo del Prado el imponente retrato ecuestre del conde duque de Olivares, el valido de Felipe IV pintado por Velázquez. A partir de entonces toda su obra de historiador ha girado en torno a la reconstrucción y el análisis del programa de reformas de carácter centralizador que Olivares trató de llevar a cabo y la respuesta violenta que tal proyecto desencadenó en Cataluña y de toda una serie de temas conexos con ese programa de reformas relacionados con la Monarquía compuesta española del siglo XVII que lo han convertido, sin duda, en el mejor especialista de esa trascendental y crítica centuria para la historia española, en la que tras el ascenso imperial del siglo XVI se produjo su declive o decadencia.

Elliott traza en estas páginas, con la maestría y la agudeza que han caracterizado toda labor de historiador, la genealogía de sus obras, su significado y su contenido: La España imperial, La revuelta de los catalanes, El conde duque de Olivares, Un palacio para un rey (escrito con Jonathan Brown), Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América / 1492-1830... Pero el libro no se reduce a eso, sino que su autoanálisis bibliográfico esta entreverado con unas profundas, interesantes y novedosas reflexiones sobre las posibilidades y las limitaciones teóricas de los diferentes campos de la historiografía que ha tratado en sus obras: la decadencia de los imperios, la historia nacional y transnacional, la biografía, el arte y la cultura, la historia comparada y hasta unas agudas observaciones sobre lo que puede suponer de positivo y negativo la actual era digital para el oficio de historiador. Este aspecto es, sin duda, el más sustancioso del libro y nos muestra cómo en el ejercicio de ese oficio Elliott ha sabido dosificar con maestría el trabajo empírico del historiador con la reflexión teórica que exige su labor si no quiere caer en el obsoleto positivismo decimonónico.

Durante toda esta larga y fructífera trayectoria, el historiador británico siempre ha sido consciente de que su papel era lograr la desmitificación del período de nuestra historia al que ha dedicado sus investigaciones. No sólo desmitificar la historia esencialista con la que se había abordado hasta entonces el papel imperial de España y que todavía coleaba en la polémica entre Sánchez Albornoz y Américo Castro, sino también dejar en claro el carácter romántico anacrónico con que el nacionalismo catalán había interpretado hasta entonces la revuelta catalana contra el conde duque. Ese nacionalismo de matriz romántica y liberal trataba de explicarla como expresión de un sentimiento nacionalista moderno cuando en realidad aquella revuelta no fue sino una reacción defensiva contra el intento que pretendía el proyecto reformador centralista de Olivares de limitar o poner fin a la constitución histórica y los fueros de la Corona de Aragón. Esto es, la revuelta catalana era más bien una rebelión arcaizante que moderna, como sostenía también por aquellos años el gran historiador catalán Vicens Vives.

Para poner fin a esa doble visión distorsionada era necesario, como puso en práctica nuestro historiador, no sólo rebasar la historia política, institucional y diplomática anterior y entrar en el análisis de los fenómenos sociales, económicos y culturales, sino también contextualizar esos análisis de la Monarquía compuesta hispánica en el marco de la historia europea y universal. Lo que lo llevó al estudio de la decadencia de los imperios, la historia transnacional, la biografía comparada del conde duque de Olivares con la del otro gran valido de su tiempo, el cardenal Richelieu, el importante valor simbólico como legitimación del poder de la cultura artística de mecenazgo real o la comparación contrastada del Imperio español y el británico.

Desde luego, Elliott nos ha proporcionado así una sólida visión de altos vuelos, pero también de detalle y concreción de nuestro siglo XVII. Y este libro, cuya lectura no sólo hará las delicias de los lectores especializados, sino de cualquier lector amante de la historia, es, sin duda, una buena prueba de ello.