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La narración de la historia

Juan Tazón narra lo que pudo ser y no fue, y cómo, quizá, sucedió

La narración de la historia

Sabed que mi nombre se perdió es la primera parte o "precuela" de otra novela del mismo autor, Los caballeros de las sombras, publicada en 2014 y de la que acaba de aparecer una edición de bolsillo, y ambas son parte de una trilogía cuya tercera parte llegará a las librerías en un futuro próximo. El autor, Juan Tazón, es un académico, especialista en el tema histórico y filológico de estas novelas. Como indica el título de la publicada en primer lugar, el eje fundamental son los servicios de inteligencia de un triángulo geográfico vital en los siglos XVI y XVII para la política de Europa: España, Inglaterra e Irlanda. El destino de estos "caballeros de las sombras" culmina en el título de Sabed que mi nombre se perdió, línea tomada prestada de El rey Lear, de William Shakespeare, donde se alude al hecho de desaparecer debido a la traición.

La acción comienza en agosto de 1579 y narra los acontecimientos e intrigas que precedieron a la llegada de la llamada "Armada Invencible" a las costas británicas. Hay diferentes voces, en lugares diferentes pero en el mismo espacio temporal, que van imbricándose e implementándose hasta completar el puzzle de la historia de la época. Los cruces de intereses son apasionantes; unos persiguen la independencia de su país, otros el dominio del mar, o ser el poder dominante en el mapa europeo, hay quienes sólo buscaban dinero y quienes, como el capitán Alonso Cobos, personaje central de la trilogía, se juegan la vida por fidelidad a sus principios ético-políticos. Con este entramado múltiple, variado y, por tanto, complicado, no es de extrañar que hubiera "doce puntos permanentes de inteligencia en Francia, nueve en Alemania, cuatro en Italia, otros cuatro en España, tres en Flandes y uno en Constantinopla, Argelia y Trípoli respectivamente".

La novela ofrece interesantes reflexiones sobre el ejercicio de la guerra, principalmente, que "la primera víctima de la guerra, de todas las guerras que había presenciado, era la justicia". También se elabora sobre todo lo que acompaña a la lucha: las ejecuciones masivas, el espionaje, las deserciones, la venganza y el oportunismo de las diferentes alianzas, amén de las estrategias de combate y los errores de bulto de algunos mandos. Pero también hay acción y tensión, y merece resaltarse la plasticidad con que están narradas las batallas, las emboscadas, las persecuciones y el miedo que todo esto genera en los combatientes.

Juan Tazón pone sentimientos a la Historia que estudiamos y a los nombres que conocemos, con lo que fija los acontecimientos en nuestra mente y nos hace partícipes de ellos. Las sesiones del Consejo de Isabel I de Inglaterra constituyen páginas memorables sobre el delicado equilibrio que los lores debían mantener para contentar a la reina y salvar su propia cabeza. Dudas y vacilaciones se van declarando y solventando y van mostrando sus efectos a lo largo de los capítulos; el autor no deja nada sin resolver e, incluso, hace referencia a episodios que se darían más tarde y que ya narró en la primera novela publicada. Es ésta una obra para lectores pacientes y activos, dispuestos a caminar a buen ritmo por muchas páginas con la promesa de que recibirán todas las claves que les permitirán hallar contestación a las incógnitas históricas.

Se añade un apéndice documental, "Memorias del caballero Stanley", un legajo que el novelista dice haber encontrado en el Archivo General de Simancas traducido por J.E. Hainsworth, en que el modelo real de uno de los personajes de la novela dejó escrito, a modo de diario a través de doce jornadas, su participación en los acontecimientos que se narran en Sabed que mi nombre se perdió, así como su sentir y su percepción de los hechos, lo que acentúa el valor histórico y político de la propia novela. Una lista de personajes y su filiación, en donde se destaca si existieron realmente o son producto de la ficción narrativa, completa el interés de este retazo de historia vívida.

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