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Laramascoto, las nuevas estrategias del dibujo

La tecnología dinamizando y potenciando las imágenes y el discurso temático, una surreal alegoría

Laramascoto, las nuevas estrategias del dibujo

En los tiempos actuales, cuando el dibujo parece estar perdiendo en buena parte su tradicional valor como sustentador del proceso creativo de la obra de arte, las nuevas tecnologías vienen en ocasionas a reforzar su papel como género artístico autónomo y sus posibilidades expresivas. Es esta una reflexión que bien se puede hacer el espectador que contemple en estos días el gran dibujo mural que sobre la pared de la capilla de la Trinidad, en el Museo Barjola, ha creado el colectivo "Laramascoto" (Santiago Lara y Beatriz Coto, como es sabido). El uno nacido en Tomelloso y la otra en Gijón, pero hoy ya, individualmente o en pareja, representantes muy destacados del arte asturiano, con proyección nacional e internacional. "Laramascoto" ha venido experimentando con nuevas técnicas y prácticas artísticas que les han permitido dar una nueva dimensión creativa a la obra, dinamizando su expresión y potenciando su discurso temático, en su caso una surreal y alegórica mitología poética en la que la tecnología hace posible el hechizo de la magia en la comunicación.

El presente dibujo-instalación es la última obra del colectivo que, habitualmente, parte del singular imaginario pictórico de Santiago Lara, su personal universo de fabulaciones visionarias, sobre el cual actúan las filmaciones, proyecciones y dispositivos tecnológicos, que maneja Beatriz Coto, supongo, aportando el movimiento y el enriquecimiento conceptual del motivo. Recuerdo ahora su exposición de 2013 en la galería Gema Llamazares en la que, como en ocasiones sucede, se alternaba la obra pictórica de Santiago Lara con piezas del colectivo. Para aquella muestra el pintor había creado una serie de enigmáticos personajes, muy a su manera, que contrariamente a lo que sucedía en otra no muy anterior, ya no tenían por rostro una máscara de lobo o una abundante mata de pelo negro: solo el vacío aparecía enmarcado por la capucha de los ropajes de aquellos seres sin cuerpo que sin embargo portaban cámaras fotográficas o de cine para registrar las imágenes que nunca verían. Luego, Laramascoto combinaba dibujos sobre la pared de morfología humana con proyecciones de animales o máscaras, insertadas como radiografías en su organismo, desdoblable apariencia monstruosa, insondable, de hibridación tecnológico-humanoide.

Ahora las extrañas criaturas sin cuerpo aparecen en su metafísica espectralidad por la pared del Museo Barjola, exhalando vapores del alma que parecen brotar de sus capuchas en las que asoma el horror del vacío, y también de algo como teléfonos móviles que portan, sea para contemplar lo que no pueden ver o para hacerse un selfie sin saber que han perdido el rostro. Vapores blancos que acompañan al siniestro carnaval, perturbadora pesadilla pero sugestivo espectáculo de incierta alegoría que, con los elementos que la escena sugiere, puede cada uno interpretar a su gusto.

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