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De fragmentos y reconstrucciones

Las teselas vitales de la protagonista de Los lazos, de Florence Noiville

En 2015 ha sido traducida del francés otra novela "de mínimos". Al igual que Las fidelidades, de Diane Brasseur, que comentamos hace unas semanas en estas mismas páginas, Los lazos se lee con aparente facilidad, mientras nos crea la sensación de que no hay una historia sustanciosa. Son novelas breves, fragmentadas, de capítulos o secciones muy cortas; pero página a página, subrepticiamente, van construyendo un entramado de afectos y desafección, de amor y desamor, en el que no es difícil que muchas personas, al leer, queden atrapadas al reconocer el reflejo de su propia experiencia.

Los lazos (L'attachement) es una novela a dos voces, madre e hija; H., que parece, en principio, el leitmotiv de la narración, es una referencia continua, omnipresente, pero lo que verdaderamente importa es Marie y la impronta que su relación juvenil con el maduro H. dejó en la vida de su hija Anna.

Al tratarse de una pareja de edades tan dispares, la referencia obvia es la de Lolita (1955), de Vladimir Nabokov, y, de hecho, Marie habla abiertamente de ella: "Quería comprender lo que nos ataba. Quería explicármelo a mí misma. Quería escribir 'Lolita' desde un punto de vista femenino". Pero Marie no es una adolescente insinuante y perversamente ingenua, es una mujer consciente que analiza su situación con tintes progresivamente prácticos hasta llegar a la conclusión de que la entrega de su cuerpo joven y terso le confiere a ella el poder de "iluminar una vida", la de H., ya envejecido.

Al ser H. profesor de Literatura y citarle a Marie continuamente frases célebres de los clásicos, argumentos de obras conocidas y aplicaciones literarias a la vida cotidiana, hay también en Los lazos un regusto del mito de Pigmalión que nunca llega a concretarse. Esta indefinición, unida a la intertextualidad literaria que impregna toda la narración, hacen de Marie una persona fragmentada, un "yo en migajas que se espían sin comprenderse".

Anna intenta reunir las diferentes Maries a través de las personas que vivieron cerca de ella en los años que duró la relación, a efectos de entender a la mujer que fue Marie antes de convertirse en su madre y, por tanto, de completar su propia identidad como hija. La idea más provechosa que recibió fue la de que H. mostraba a Marie "las piedras sobre las que tenía que poner el pie para cruzar el vado de la vida" y esas piedras fueron la música y el arte, la belleza "que protege de la verdad que mata". Anna finaliza así su propio rito de iniciación, al comprender que el mejor camino vital trazado no va en una sola dirección denominada "verdad", sino que es diverso y creativo.

Claudio Magris, en una entrevista con Florence Noiville, en el "Corriere della Sera" de 17 de abril de 2014, define Los lazos como "una novela lacónica que narra la historia de una vida a través de fragmentos y teselas, haciendo hablar incluso a los vacíos y a los espacios en blanco entre un flash y el siguiente, en un ritmo narrativo que nos permite experimentar el palpitar y la erosión de los sentimientos y el paso del tiempo". Magris dixit.

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