La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Deseo de ser Cercas

Juan Ignacio Ríos Carratalá revisa las imposturas de nuestro pasado más reciente en Nos vemos en Chicote

Deseo de ser Cercas

Juan Antonio Ríos Carratalá, catedrático de Literatura Española en la Universidad de Alicante, se ha ocupado de revisar los lugares comunes y las imposturas de nuestro pasado más reciente aplicándole diversos enfoques, todos poco complacientes. Desde la II República a la Transición democrática pasando por la Guerra Civil y el Franquismo, en sus ensayos emerge la costra de una historia poco edificante sobre la que, en cuanto se tira de hemeroteca, no dejan de aparecer sorpresas.

Hace ya algunos años que Ríos Carratalá le dedicó a Edgar Neville un concienzudo ensayo biográfico que puso los puntos sobre las íes en la deriva de este autor durante la guerra y el modo en que los vencedores de la contienda le hicieron dedicarse a la propaganda del régimen victorioso para purgar sus escarceos republicanos. Coincidían en aquel libro una exhaustiva documentación bibliográfica y cierta envidiable desenvoltura narrativa que lo convirtieron en un ensayo ejemplar. Los mismos principios sigue en Nos vemos en Chicote, donde saca a la luz la peripecia vital de Manuel Martínez Gargallo, juez especial de prensa en la inmediata posguerra encargado de condenar, entre otros muchos, a Miguel Hernández, y responsable de convertir la pena inicial de doce años que le había caído al periodista Diego San José en una condena a muerte, de la que éste se libró gracias a su amistad con el ilustre mutilado José Millán Astray. Sin embargo, hay en estas páginas, tan lleno de pequeñas biografías y ramificaciones en la investigación que abren muchas puertas, una especie de resentimiento por las expectativas no cumplidas que las lastra un poco.

A Ríos Carratalá parece molestarle el éxito que algunos autores como Andrés Trapiello han tenido con la guerra civil al fondo, pero alejados de lo académico y de las duras trincheras de los archivos. Quizá por eso, amparándose en la ironía juega, negándolo, a mezclar el retorcimiento estilístico propio e intransferible del Javier Cercas de El impostor con cierto victimismo y la contundencia impertinente del Gregorio Morán de El cura y los mandarines: "La fórmula de esta humanización del proceso creativo ha triunfado tanto en la novela sin ficción como en el ensayo escrito por autores mediáticos. Gracias a la misma, sabemos de crisis existenciales, problemas matrimoniales, agobios de conciencia, restaurantes de referencia y demás circunstancias de una vida, la del escritor, cuya ficcionalizada presentación debe resultar acorde con el tema abordado en su libro. La mía carece de estos atractivos de lo inestable porque mi trayectoria es tan rectilínea como propia de un funcionario de provincias. A estas alturas me considero felizmente casado, discreto por necesidad o limitación y nunca he albergado la sospecha de ser una víctima".

Pero quitándole esas partes, impagable resulta la investigación para sacar de su escondrijo la peripecia vital del antiguo humorista Manuel Martínez Gargallo, que durante los años veinte firmara relatos y dibujos como Manuel Lázaro -en algunos casos plagiados, por lo que fue denunciado- en publicaciones como Buen Humor, Cosmópolis, Gutiérrez o Blanco y Negro antes de convertirse en juez en los albores de la Segunda República y pasar al final de la guerra a procesar a antiguos compañeros, como Joaquín Sama, mientras alternaba en Chicote y compartía tertulia con su amigo César González-Ruano, "imbécil, rastrero y vano, / y tan dado al onanismo, / que se masturba a sí mismo / con la pluma y con la mano", al decir de un Diego San José tan dolido como indefenso.

Compartir el artículo

stats