En el intramundo del arte se suele tener un particular reconocimiento para aquellos creadores plásticos de cuya obra se dice que interesa o gusta especialmente a los artistas, interés a menudo no compartido necesariamente por el público en general, incluidos bastantes aficionados al arte. No es el caso de Herminio, autor de una personalísima obra escultórica bien capaz de cautivar a toda clase de espectadores, sean coleccionistas, marchantes, galeristas, críticos o gente del común, aun cuando los motivos que inspiran su admiración sean diferentes. Que la obra de Herminio despierta el mayor interés y atracción entre los artistas quedó bien probado por el número y la calidad de los que acudieron el pasado viernes a la inauguración de su última exposición en Gijón. No recuerdo concentración más nutrida ni de mayor relieve, ni comentarios más elogiosos por su parte y coincidentes en el importante y admirable fenómeno artístico que supone una trayectoria capaz de conducir a un absoluto autodidacta desde el anonimato a la élite de la escultura española, con proyección internacional, en poco más de dos décadas. Y sin salir de La Caridad. No deben pensar lo mismo los políticos, las llamadas autoridades, culturales y de las otras que, además de no hacer nada por apoyar a los artistas, raramente aparecen en estos casos, y en este en concreto hay precedentes.
Volviendo a lo antes dicho, los artistas son conscientes de que Herminio ha logrado avanzar un paso más en la historia de la escultura, dentro del planteamiento contemporáneo de construcción en el espacio que tuviera un adelantado tan ilustre como Julio González en la primera mitad del pasado siglo, con su inventiva y la introducción de nuevos procedimientos técnicos (no siempre se reconoce lo mucho que a la técnica le debe el lenguaje del arte), en su caso el ensamblaje del hierro recortado y forjado mediante la soldadura. Herminio también crea un nuevo tipo de escultura mediante la energía magnética, para hacer posible el movimiento y, lo que desde el punto de vista artístico es más importante, dotar a sus piezas de equilibrios y tensiones que propician nuevas relaciones espaciales, armónicos y poéticos diálogos entre los distintos elementos que articulan cada obra. Todo ello a partir de una energía invisible, "anónima, silenciosa y sobrenatural" que, como en 1937 adelantó el gran pintor y escultor constructivista ruso Naum Gabo, haría posible algún día la técnica sin perjudicar con su presencia la pureza del contenido escultórico, cosa que fiaba a las siguientes generaciones. Añadamos la exquisita delicadeza con la que Herminio administra esta energía, subordinada a la belleza, originalidad y perfección formal de sus creaciones y eso será lo que podremos contemplar en esta exposición, aunque por las exigencia del espacio no puedan estar presentes los grandes volúmenes, como el instalado en el stand de la galería Cayón en la reciente feria de ARCO, en compañía de creadores tan ilustres como Palazuelo, Jesús Soto, Cruz Díez o Yves Klein entre otros.
Aunque tampoco es baladí el interés que la obra de Herminio pueda suscitar, en otro nivel de contemplación artística, como "artista chamán", en cuanto a hacedor de movimientos y equilibrios mágicos aparentemente contrarios a la ley de la gravedad. Sabiduría técnica y artística que pueden hacernos evocar los "power objects", objetos de poder como por la cultura accidental se llegó a denominar a ciertas esculturas africanas de misteriosas y poéticas connotaciones, porque pocos misterios hay tan sugestivos como la utopía del movimiento continuo sin empleo de energía, tan maravillosa e ingenuamente perseguida a lo largo del tiempo. De la ilusión también se vive, y el arte no es precisamente una excepción. La presente muestra se completa con una serie de grabados y dibujos surrealistas, técnicas que son también muy queridas del artista.
