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Memoria de una adelantada que regresó a la Naturaleza

A menudo la mejor manera de retratar simas y conflictos es rehuir el ataque frontal, rehén predilecto de la grandilocuencia. En lugar del zafarrancho atronador, suele ser mucho más eficaz recurrir a un personaje digamos que bastante inocente, aunque con un punto de cintura ladina. Un espejo, vamos, en cuyas torpezas e ingenuidades se reflejarán con toda acuidad los males cuyo contorno se pretende trazar. Esa fue, y sigue siendo décadas después, la gran virtud del soldado Svejk, cuyas célebres aventuras en la I Guerra Mundial, salidas de la pluma del checo Haroslav Hasek (1883-1923), se yerguen como uno de los mayores alegatos antibelicistas jamás escritos, además de una de las cumbres de la literatura en checo. Las aventuras del buen soldado Svejk, inconclusas, salieron por entregas entre 1920 y 1923, pero su embrión yacía en estos dos cuentos que ahora se ofrecen al lector en castellano: El buen soldado Svejk antes de la guerra (1912) y El buen soldado Svejk en cautiverio (1917). Pecado ignorarlos.

Dieciocho millones de abejas y tres toneladas de miel fueron la parte visible de los haberes atesorados por Sue Hubbell una vez que decidió cambiar la costa Este por una granja semirruinosa del Medio Oeste. Hubbell (1935) había estudiado biología y periodismo en California, trabajaba como bibliotecaria en una afamada universidad de la Providence lovecraftiana y, tras años de activismo, le atraían más las enseñanzas de Thoreau que la sociedad de consumo. Así que, en 1972, se instaló junto a su marido en las montañas Ozarks, antaño pobladas por las tribus osage. Fue el inicio de un proceso de descubrimiento de las complejas relaciones entre los seres vivos de un ecosistema. Pero también fue el punto de arranque de un nuevo conocimiento de sí misma, convertida en melera solitaria al poco de llegar. Estación a estación, la narración que Hubbell hace de su inmersión en los espacios abiertos resulta tan apasionante que Un año en los bosques se ha vuelto faro que alumbra el camino hacia el decrecimiento.

La lectura de las primeras líneas de Fuego por fuego, a menos que alguien les haya puesto sobre alguna pista, es una invitación directa a perderse sin muletas en un universo de terror. Aunque si la orientación, de haberles llegado, tenía fundamento también se precipitarán de cabeza en el abismo. Porque esa es la grandeza de Fuego por fuego, largo relato de la francesa Carol Zalberg (1964), trascender el titular del momento para explorar con palabra de impronta poética la tragedia contemporánea. Hasta borrarle las huellas al espacio y al tiempo. Zalberg ha sabido esquivar las trampas del gran conflicto que desgarra estos días a la UE y, con la cabellera suelta, ha escrito una historia a dos voces en torno a la adaptación a tierra extraña. La del superviviente que, al fin, logra instalarse en la ciudad soñada y la de su hija adolescente, incapaz de soportar que "una zorra" de su suburbio le levante el novio a su mejor amiga. Sientan la distancia, lean el conflicto y miren a ver qué podemos aprender.

Amor y ciudad -no una cualquiera; Nueva York antes de 2001- son los dos grandes pilares sobre los que Ricardo G. Manrique (1965) ha erigido su primera novela, Un día sin Teresa. Una doble raíz que el soriano recalado en Barcelona mantiene viva y fértil durante 350 páginas. Tomemos a un joven enamorado a quien la ausencia temporal de la amada mueve a aceptar una beca para pasarse un trimestre en Nueva York traduciendo un libro sobre bioética. Con su texto en la mesa y la llama del amor en la memoria, el hombre va tejiendo en la urbe una nueva red de relaciones transitorias. Su destino es que todos esos hilos -trama y urdimbre de un relato generacional- converjan en un día de junio, de sofocante calor neoyorquino, en el que habrá de dilucidar cuál es el peso específico de ese misterio que entroniza como enamoramiento. Mundo y alma entreverados en una narración que atrapa por la agilidad de su escritura, divierte por el humor desplegado en el retrato de personajes y conflictos, y, al fin, agita con sus preguntas esenciales.

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