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Arte

Palabras para Alejandro

En los días de su exposición en el Barjola y el reconocimiento oficial de una ejemplar trayectoria artística y humana

Palabras para Alejandro

"Llegó la noche y no quiero dormir sin memoria" tituló Alejandro Mieres esta importante retrospectiva de su obra en el Barjola y, como era de esperar, fueron bastantes los asistentes a la inauguración que especularon con algún pesar sobre lo que entendían como un mensaje algo depresivo y de suave tristeza. Yo creo que expresaban la necesidad de un balance a estas alturas de su vida desde la tentación poética de los haikus, la breve estrofa japonesa que Alejandro suele escribir para comunicar lo que piensa y siente integrando lo vital, lo literario y lo plástico. En todo caso, las especulaciones se apagaron cuando el artista apareció por la puerta, tan cordial, jovial y bienhumorado como siempre. Confío en que la próxima exposición lleve el título de otro de sus haikus, "Si amanece, los vegetales y yo florecemos", porque, como Juan Carlos Gea, escribe en el catálogo evocando el gran incendio de su taller hace bastantes años, para un ser tan antimelancólico como Alejandro Mieres no puede haber excusas para la inacción.

Luego, la pasada semana, tuvo lugar la entrega de la Medalla del Principado de Asturias que el propio Alejandro diseñó en 1986 y lleva la huella inconfundible de su estilo. "Por lo menos ahora podré ver el trabajo que hice entonces", comentó el artista, que nunca pudo tener una réplica en metal de su trabajo según nos contó J. L. Arguelles en estas página con motivo del acto del Auditorio en un muy interesante, irónico y documentado artículo. Por cierto que quizá sea este un buen momento para recordar que años antes fue así mismo Alejandro Mieres el autor de los motivos gráficos que ilustraron la campaña de promoción y concienciación ciudadana en los medios de comunicación ante el nuevo sistema político de las autonomías, en el que también me tocó participar y por eso lo recuerdo bien. En realidad fueron muchas las actividades artísticas, pedagógicas, culturales o sociales en las que a lo largo de estos años aportó su esfuerzo y su talento para lo que necesitase esta patria chica que hizo suya.

Nos queda ahora la exposición que nos permite contemplar un amplio resumen de la trayectoria artística de quien es una de las referencias fundamentales del arte asturiano contemporáneo, obra a partir ya de los años cuarenta del pasado siglo, aunque naturalmente centrada sobre todo en la creada desde la década de los sesenta, cuando encontró el camino de su inconfundible personalidad plástica, cosa que como sucede con los grandes hallazgos, suele estar en el subconsciente pero parece nacer por casualidad. Alejandro Mieres me contó en su día que distribuía absorto la pasta pictórica sobre la superficie, entonces de un lienzo, para dar texturas de fondo cuando aquellas manchas que removía distraídamente se le revelaron de pronto como paisaje, un paisaje que tenía mucho que ver con las tierras labradas por sus abuelos en su memoria de la infancia castellana. Así comenzó un inconfundible universo pictórico, expresado luego con una muy creativa geometría personal, incansable generadora de formas sobre madera tallada, superficies surcadas, relieves o tendidos campos cromáticos, a veces como paisaje, otras como formas misteriosas de incierto sentido, en todo caso lugares para la mejor pintura, desarrollada en fascinantes monocromáticos, del rojo al negro, el azul o el verde, concentrando y exhalando la luz.

Y luego, junto a ese amor por la materia, en algún modo hermanado con Tapies, Lucio o Farreras, nos ofrece el espectáculo de sus delicadas y exóticas tintas, exquisita luz plegada, como mariposas o flores, con el recuerdo reciente de la serie de Shangri- La inspirada en aquella película de Frank Capra, Horizontes perdidos, según novela de James Hilton sobre la eterna juventud en un valle del Himalaya. Frente a la representación pictórica integradora de las tres dimensiones plásticas y la luz como unidad indivisible, otra forma de acercamiento a la naturaleza, entre el japonesismo, la abstracción pospictórica y el pop. Son muy zen, algo tienen de gráfico haiku.

Con motivo de su medalla y de su exposición, han sido muchas las palabras de reconocimiento y elogio que, con tanto merecimiento, ha escuchado Alejandro Mieres en estos días. Únanse a ellas estas más modestas de un amigo y compañero en el arte, aunque desde distintas trincheras, a lo largo de un buen número de décadas.

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