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Un profeta

Per Olov Enquist, maestro vivo de la literatura sueca, compone en La partida de los músicos una obra excepcional, que después de cuarenta años ahora se edita en España

Un profeta

El fallecimiento el pasado día 3 de abril de Lars Gustaffson, autor entre otras de la memorable Muerte de un apicultor, reafirma la percepción de Per Olov Enquist como hombre fuerte de las letras suecas contemporáneas y maestro vivo de una literatura que ofrece mucho más que el aluvión de novelas policiacas, negras, criminales o como quieran llamarse con que el lector medio viene identificando al país escandinavo en particular y a la literatura nórdica en general desde el auge vivido por el género gracias a las piezas redactadas por Maj Sjöwal y Per Wahlöö entre 1959 y 1974, la celebérrima serie de Martin Beck.

Sólo un poco más tarde en realidad, en 1978, Enquist publicó La partida de los músicos, que ha tenido que esperar casi cuatro décadas para ver la luz en España por negligencias y azares que uno de sus traductores, Francisco J. Uriz, explica con cierta resignación en el prólogo a la edición de Nórdica. Y aunque la espera ha sido desacostumbradamente larga, hay que acatar por una vez la verdad del adagio que asegura "más vale tarde que nunca", pues estamos ante un libro mayúsculo, no sólo una de las piezas mayores de la literatura de Enquist, sino uno de los grandes títulos que el lector puede encontrar en el abigarrado muestrario de las novedades editoriales.

La partida de los músicos es una novela política. También es una novela de amor, una novela de costumbres y una novela del paisaje, pero es sobre todo una novela política. Y lo es en el sentido más amplio del término, aquél que se refiere a la construcción de ideas que vertebran y facilitan la comprensión de las comunidades, al desarrollo de las condiciones que facultan y legitiman el comportamiento de los hombres y mujeres que habitan en sociedad, por muy excéntrica que dicha sociedad nos pueda parecer, como es el caso de la novela presente, pues la acción transcurre en la parte septentrional de Suecia, cerca ya de la frontera finesa, en el entorno del Golfo de Botnia.

A ese mundo triplemente helado, no sólo por una geografía sometida al frío, la nieve y los bosques, sino por una ética atrapada en el pietismo más rígido y por una política urdida al dictado de un capital no menos férreo, llega en 1903 un agitador apellidado Elmblad, hombre tolerablemente audaz y seguramente ridículo, que inspira admiración y compasión a partes iguales, y que se propone sembrar en los rudos corazones de las tierras de Västerbotten la buena nueva del socialismo, por aquel entonces poco menos que asunto digno de anatema.

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