La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La tradición oral de un territorio endogámico

La llegada de Elmblad a este mundo autárquico y aislado es la coartada que activa el mecanismo narrativo al que Enquist consagra su maestría. Un niño de nombre Nicanor, que frecuentó a Elmblad durante aquellos días de comienzos de siglo, será el custodio de la mayoría de recuerdos que antes de su muerte, acaecida setenta años más tarde, depositará en manos del escritor, cuya familia aparece tangencialmente en la novela. Así, La partida de los músicos se beneficia de una tradición oral facilitada por un territorio que invita a una endogamia no sólo física, al registro circunstanciado de un anecdotario fecundo, donde cada persona y cada vicisitud aspiran a convertirse en símbolo, pero también de la presencia en carne viva del testigo, de aquel niño que ya anciano, a las puertas de la muerte, resucitará para Enquist las circunstancias de una vocación al principio ininteligible pero que con el tiempo hará suya.

La partida de los músicos es notabilísima por su oído a la hora de reflejar una sensibilidad, una inteligencia, una moral; en definitiva, un modo de estar en el mundo. La novela rezuma verdad en cada página, una verdad que no tiene nada que ver con la excelencia de la escritura, sino con la sensación de vida sublimada, de experiencia decantada que sólo la gran literatura ofrece. En esta operación alquímica obran dos fuerzas contrapuestas, de las que Enquist es maestro consumado: el relato de una violencia inaudita, que no necesita golpes de efecto para transmitir la crudeza de lo que significa vivir al límite, sometido por unas condiciones hostiles tanto en lo que atañe al medio como en lo que se refiere a la educación, y el milagro del humor, una capacidad envidiable para alcanzar la más radiante hilaridad, en especial en dos terrenos donde es común que la risa pretendida se convierta en simple bochorno: lo sexual y lo escatológico.

Enquist escribe que "cuando la desesperación es realmente profunda, entonces es completamente tranquila. No se le da importancia, no se exagera". De ese modo, con esa falta de importancia, con esa prevención contra la exageración, está escrita La partida de los músicos, cuyo título se inspira en un cuento recogido por los hermanos Grimm, Los músicos de Bremen, y en el cual cuatro animales condenados a muerte por sus amos -un burro, un perro, un gato y un gallo- se consuelan mutuamente y deciden poner al mal tiempo buena cara. El cuarteto del cuento nunca alcanza la ciudad de Bremen; las andanzas de Elmblad en Västerbotten le reportan más penas que alegrías; La partida de los músicos culmina con la imagen de una mujer que no puede abrir la ventanilla del compartimento del tren para respirar por última vez el aire de su patria. Y sin embargo, a pesar de tantos obstáculos, Enquist logra en esta obra maestra transparentar la sanchopancesca sabiduría del burro de los hermanos Grimm, quien en su pedagogía sin escuela explicará a Cresta Roja que, mal que bien, "siempre hay algo mejor que la muerte". Incluso para un malhadado profeta del socialismo en el futuro paraíso de la socialdemocracia.

Compartir el artículo

stats