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Crímenes ejemplares

La musa oscura, la entrega con la que Armin Öhri inicia su serie de novela negra con marco histórico

El peligro de explosión que corre la burbuja editorial de la novela negra sólo podrá evitarse con una mejor selección y mayor rigor en los títulos escogidos o con la publicación de novelas como la que Impedimenta ha editado: primera entrega de una serie que, como lector, deseo que continúe.

Armin Öhri, autor de La musa oscura, es un escritor nacido en 1978 y criado en Rugell, el pueblo más septentrional de Liechestein. Concibe sus novelas encuadradas en marcos históricos y son deudoras en su estructura de las grandes novelas decimonónicas. Así se nos informa en la solapa del libro. Con el que obtuvo en 2014 el "European Union Prize for Literature".

Con los condicionantes de lo decimonónico y el marco histórico, Öhri elude los tan trillados caminos del género y consigue, paradójicamente, introducir aire fresco desde presupuestos clásicos. Estamos en el Berlín de 1865 y eso permite aprovechar las posibilidades de un contexto que a la historia narrada le viene como anillo al dedo. En eso, Öhri actúa con suma inteligencia: decide acertadamente que sea la época escogida la que enriquezca la trama y no al contrario. Y es este posicionamiento lo que permite a la novela trascender su propio género. De manera que su lectura alterna la adicción argumental con el retrato de un tiempo. Al igual que sucede en modelos canónicos de la literatura contemporánea como El nombre de la rosa de Umberto Eco.

En La musa oscura se reflexiona y se debate sobre la existencia y posibilidad de un crimen perfecto. De hecho, asistimos como lectores a la puesta a punto de un cruento laboratorio sobre la cuestión. La inquietante posibilidad de que saberes clásicos como la medicina o la filosofía se pongan al servicio de fines reprochables sitúa el poso del relato en plena actualidad a pesar de encontrarnos en mitad del siglo XIX.

Como primera entrega de un ciclo, la novela también implica la presentación de los que serán sus protagonistas y del que será su elenco habitual.

Julius Bentheim y Albrecht Krosick son dos jóvenes estudiantes de derecho que en su tiempo libre, y aprovechando aficiones y habilidades: dibujo y fotografía respectivamente, se ganan su pequeño sueldo retratando escenarios de crímenes y procesos judiciales. Esta circunstancia es la que los convertirá en detectives por curiosidad y por accidente. El hecho de que a Bentheim se le dé mejor el dibujo, un arte clásico, y a Krosick la fotografía, un arte incipiente en aquel momento, ayuda a perfilar a los dos protagonistas. Presenta la narración a un Julius más remiso, romántico y formal y a un Albrecht más audaz, contemporáneo y pícaro. Son dos hijos de la época, inquietos por todo lo que se cuece en el ámbito cultural de una Berlín refulgente en ese aspecto. Sus conversaciones y debates a propósito de lo que son testigos y en ocasiones, a su pesar, víctimas o protagonistas, añaden a la novela un cariz muy interesante que la salva de los tics habituales: "-¡Exacto! La policía asume con demasiada frecuencia que aquello que salta a la vista es la verdad. No comprenden la necesidad de buscar una respuesta complicada teniendo delante de sus narices una explicación consistente. Sin embargo, yo, personalmente, preferiría una solución más rebuscada. Un giro inesperado es más satisfactorio que la simple labor rutinaria." En esta reflexión de Krosick se alienta una forma de construir y dar salida a un relato que la propia novela de Öhri ratifica. La musa oscura avanza entre avatares y sorpresas hacia respuestas menos simples, hacia giros inesperados.

Las sombras de dos villanos impecables y sin grietas en su proceder se ciernen sobre la acción y condicionan absolutamente todo. Mientras uno utiliza su cultura y conocimientos para cubrirse las espaldas, el otro se protege en la lógica de la ley para actuar a hurtadillas. Ambos enriquecen el argumento con digresiones brillantes y provocadoras. En la atmósfera flotan cambios inminentes: conflictos entre lo viejo y lo nuevo; tensión entre la rigidez moraly la alegría de vivir. Estas discrepancias permiten a Öhri situarnos en la última página ante un final sólo a medias, ante un continuará?

Quedan asuntos por resolver que se prometen complicados. Esperamos ansiosos.

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