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El suicidio, puerta de entrada a la historia y la cultura de Japón

El antropólogo cultural Maurice Pinguet (1929-1991) fue una de esas asombrosas máquinas de pensar generada por la escuela francesa. El suicidio y Japón, donde vivió casi toda su vida desde los 29 años, fueron los ejes de sus investigaciones, hasta el punto de tenérsele por atractor de intelectuales galos al orbe nipón. De hecho, fue él quien llevó al archipiélago a Barthes, que escribió allí parte de El imperio de los signos y se lo dedicó. El magisterio de Pinguet sólo encontró acomodo en un libro, La muerte voluntaria en Japón, que publicó a los 55 años. Que el escaso atractivo del título no les engañe. A través del análisis de la muerte por propia mano en la cultura japonesa -del guerrero al monje, del amante al exaltado, sin olvidar, claro, a Mishima- es toda una lectura de la historia nipona la que desfila por un texto riquísimo al que un glosario de 75 páginas convierte en inapreciable vademécum.

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