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Arte

Gordillo, sesión continua

Nunca termina la presencia, la influencia y la libertad creativa del arquitecto de la figuración escurridiza

Obra de Luis Gordillo en la galería Aurora Vigil-Escalera.

Vuelve Luis Gordillo a exponer en Gijón y ya no sabe uno si escribir más bien sobre su figura o sobre su pintura. En ambos casos se corre el riesgo de que cualquier cosa que se diga suene a tópico, a algo ya sabido. De modo que me referiré tanto a la una como a la otra y de una manera tan personal como informal, entre otras cosas porque pienso decir que creo que Gordillo se parece físicamente a su pintura (ya lo pensé de otros artistas, como Tápies o Álvaro Delgado) y porque también creo que esa pintura tiene metafísicamente la virtud de, siendo diferente, resultar siempre idéntica a sí misma y no parecerse a ninguna otra. Daniel Verbis, el gran pintor leonés, pensador y escritor profundo en cuestiones de arte, que le admira, la llama "arquitectura de la figuración escurridiza" y "cubismo orgánico", como la suya propia. Y lo cierto es que abre espacios psíquicos a la imaginación, ese ejercicio continuo de invención, ese individualismo e hibridación de tendencias a metabolizarse plásticamente a su antojo.

Decía que Verbis le admira. Es difícil no hacerlo con una figura decisiva, referencia permanente como testigo y actor de la pintura española en la segunda mitad del siglo veinte, desde la disolución de El Paso en 1960, y aún en lo que llevamos del veintiuno. En torno a este sevillano de 1934 y su pintura de entones, sobre todo las "Cabezas", se agruparon tomándolo como guía y maestro los jóvenes de la nueva figuración madrileña y española, aquellos de "los años pintados" de Madrid, 1980, que volverían a reeditar el éxito de la pintura española en su proyección internacional, como en los 50. Neofiguración que no impidió luego a Gordillo volver a ser referencia importante en la neoabstracción o abstracción conceptual de Lasker, Richter o, en España, Broto, Uslé o Xavier Grau. Abstracción, figuración, pop, gesto de mancha o gráfico, pintura, collage, dibujo automático, fotografía, impresión digital, pocos artistas tienen la amplitud de pensamiento, curiosidad, audacia y brío, ¿quizá David Hockney?, de Luis Gordillo.

Ahora trae a Gijón obra reciente y última, pintura y collage sobre madera o cartulina, acrílicos y un gran tríptico de 160 x 111 con acrílico y fotografía digital. Como novedad, pequeños formatos de pinturas sobre metacrilato, que en realidad funcionan muy bien y quizá puedan incluirse en las variables creativas que sirven para recrearse, en sus palabras, "algo más alegre, como si pintar fuera ir de vacaciones". Luis Gordillo, que el pasado mes hizo unas declaraciones en este periódico a J.L. Arguelles de reivindicación de la pintura y de su vigencia, tan inteligentes como suelen ser, vuelve a exponer en Gijón. Y la exposición lleva un título que no es una frase hecha ni una ocurrencia, a la luz de lo que llevamos escrito, sino una absoluta realidad: Sesión continua. Por muchos años. Gordillo parece eterno.

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