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Música

¡Mete miedo!

Un ejemplo del paulatino arrinconamiento de la música clásica en la vida cultural pública y privada

¡Mete miedo!

Hace unos días asistí a un evento privado que se iniciaba con un concierto de un cuarteto integrado por jovencísimos y muy talentosos músicos. Se trataba de una actuación dividida en dos partes con un programa que ofrecía música de épocas muy diferenciadas, de estilos diversos, con arreglos muy bien realizados a cargo de los propios intérpretes. Pues bien, el propio anuncio del concierto levantó a mi alrededor caras de suspicacia. Pero lo peor llegó cuando se presentó la actuación con una más que rotunda afirmación bienintencionada: "no os preocupéis, que no es un concierto de música clásica, ¡es otra cosa!" anunció la anfitriona, casi como pidiendo disculpas ante un auditorio que no parecía muy receptivo ante el asunto y que respiró aliviado.

He de confesarles que quedé de piedra ante la explicación y ante los gestos de satisfacción de los asistentes que temblaban ante la visión de un violonchelo o de un violín. Es una anécdota sin más, pero muy significativa de a dónde está llegando lo que comúnmente se conoce como música clásica. Sin duda se ha tocado fondo, pero a unos niveles tremendos que, ni mucho menos, esperaba tan alarmantes.

Llevo años denunciando el arrinconamiento de la música clásica en todos los ámbitos de la sociedad. En el sistema educativo es algo marginal, casi ya fuera del mismo en muchas franjas de edad. En los medios audiovisuales, sólo existe, con cuentagotas, a altas horas de la madrugada o un fin de semana a las ocho de la mañana. Horarios imposibles que imposibilitan el acceso a audiencias mayoritarias para retransmisiones líricas o sinfónicas. En los medios, salvo por asuntos anecdóticos -y salvo excepciones contadísimas, como este diario- ha desaparecido del discurrir noticioso de las secciones de cultura. Sólo queda el amparo institucional y el respaldo de un público no muy numeroso, pero extremadamente fiel y militante que consigue mantener ciclos, orquestas, festivales y teatros de ópera, muy en precario, pero que siguen adelante con vocación de servicio público. La crisis ha hecho mella en las ayudas y, por tanto, también para el sector han sido unos años duros que han empujado fuera de nuestro país a muchos profesionales ante la precariedad laboral que en este encontraban.

Como bien sabemos lo que no está en primer plano no existe y acaba en la marginalidad. Y más aún en un país como el nuestro en el que hay sectores que piensan que esta disciplina artística es una especie de entretenimiento burgués y, por tanto, perfectamente prescindible. Suelo asistir asiduamente a funciones de teatro y el público acude tanto a espectáculos de autores clásicos como de obras contemporáneas. No oí nunca justificar algo y afirma como algo tranquilizador: "no tengáis miedo, que esta obra no es de Shakespeare o de Tenneesse Williams, es de un autor jovencito que os va a encantar". Sin embargo si un grupo toca a Beethoven, Shostakovich o Berio la cosa cambia. Automáticamente es un coñazo y no puede tener cabida para todo tipo de públicos. No hay duda que el sector tiene que reaccionar y hacer un esfuerzo extra de apertura social. Para eso necesita aliados. El patrimonio musical es un elemento que precisa de protección y su transmisión es un derecho social de primer orden, al igual que se potencian otras disciplinas artísticas y se protege la creación contemporánea. No se pueden poner barreras a la música, trazar compartimentos estancos con el fin de potenciar unos estilos frente a otros. Hoy todo está focalizado en cuatro o cinco segmentos que copan todos los accesos. Tenemos además jueces furibundos que dictan qué es moderno y qué anticuado. De este modo cuando hay que escoger entre Boulez y Bisbal pues parece que todos lo tienen claro. El empobrecimiento progresivo de la cultura musical en España es lo que verdaderamente mete miedo si se compara con otros países de nuestro entorno. La incapacidad para llevar adelante iniciativas que seduzcan al gran público, en parte por la escasez de recursos, es otra nube que oscurece el horizonte a medio y largo plazo. Nadie tiene soluciones mágicas porque quizá la verdadera acción significativa tenga que aunar muy diversos parámetros. De momento, les ruego que no levanten barreras a la música clásica porque tiene tantos colores, matices y prismas como la vida misma. Es un universo apasionante en el que anida buena parte de lo mejor del género humano, de su capacidad para crear belleza y para fascinar a la humanidad durante siglos.

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