La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Libros

El laboratorio intelectual de Cixin Liu

El autor chino logra un clásico instantáneo de la ciencia ficción en El bosque oscuro, segundo de la trilogía "Los tres cuerpos"

Se calcula que en la Vía Láctea hay 300.000 millones de estrellas. Si se proyecta una estimación de esa cifra para el llamado Universo observable, esto es, esa parte del Universo que se puede detectar por medios técnicos y que posee un radio de 46.500 millones de años luz, el número de galaxias resultante rondaría los 2 trillones y el número de estrellas, según cómputos fiables, superaría al de granos de arena existentes en el planeta Tierra. Este vértigo numérico, al que si se presta atención durante apenas medio minuto sucede una profunda sensación de desamparo, se sitúa a la base de uno de los enunciados más célebres de la astrofísica, la llamada Paradoja de Fermi, según la cual existe una aparente contradicción entre la falta de evidencia de vida extraterrestre y la abrumadora probabilidad estadística de que en algún cuerpo del Universo se hayan desarrollado formas de vida inteligente e incluso empeños de carácter civilizador. La pregunta de Fermi ante el cielo estrellado, su patético "¿Dónde está todo el mundo?", reubica el problema de tan avasalladoras magnitudes en su exacto lugar, uno que se encuentra a mitad de camino entre el desconcierto y el asombro.

Cixin Liu explora la Paradoja de Fermi en El bosque oscuro, segunda parte de su trilogía "Los tres cuerpos". Lo hace valiéndose de una historia coral compleja y sirviéndose de una narración seductora, en una obra que no sólo confirma las expectativas de su predecesora, El problema de los tres cuerpos, sino que las supera, tal es el impacto que provoca su mezcla de ciencia y filosofía, geopolítica y terror, choque de civilizaciones y renacimiento galáctico. En este cóctel ambicioso, desconcertante por momentos y siempre sorpresivo, y ante el que el lector sospecha que a una imaginación como la de Cixin Liu nada la arredra, ni siquiera las magnitudes de su objeto de estudio, la imagen que el escritor chino introduce para explicar el silencio cósmico es de una rara intensidad.

Su propuesta es que el Universo no es un lugar de armonía, sino un matadero. Allá fuera, en la inmensidad, en el bosque oscuro que nos rodea, acechan cazadores que se guían por un axioma innegociable, el de la supervivencia a cualquier precio, algo que obliga a una actitud de permanente sospecha y a una prevención radical ante la perspectiva del contacto. "En este bosque", escribe Cixin Liu citando a Sartre, "el infierno son los otros. La amenaza externa de que cualquier vida que revele su existencia será exterminada con rapidez". El lector puede rastrear las claves mediante las que esa dialéctica entre reconocimiento y violencia opera en una historia que funciona como un gigantesco dispositivo metafísico, y que aproximándose a las grandes preguntas que una Humanidad en trance de ser reconfigurada por sus propios avances se plantea, regala al lector la certidumbre de hallarse ante un clásico instantáneo no sólo de la ciencia ficción, sino de la novela como mecanismo especulativo y, a la postre, como laboratorio intelectual.

Compartir el artículo

stats