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La revolución líquida

El historiador Richard Vinen se enfrenta a todas las preguntas sobre los hechos de hace medio siglo

Un nuevo alud bibliográfico se ha desplomado sobre nosotros con motivo del cincuentenario de los hechos acaecidos en París en Mayo de 1968, que a través de los medios informativos conmocionaron al mundo entero. La razón de tanta página impresa estriba en muchos casos en el placer de recordar acontecimientos que aún tocan la fibra emocional de varias generaciones. Pero también hay numerosos investigadores y ensayistas que aspiran a dar un significado plausible a aquellos sucesos, que han sido descifrados solo parcialmente.

Medio siglo después, parece que sobre Mayo del 68 no hay más que decir, pero lo cierto es que se cuestiona todo en torno suyo, sea en el ámbito académico o desde la arena política. Se discuten sus causas y las consecuencias. Entre los factores que propiciaron el estallido de la protesta, hay una coincidencia mínima en enumerar la presión demográfica, el aumento de la población universitaria y la puesta en escena de la primera generación de posguerra con una moral más abierta, así como el carácter agitado en general que fue adquiriendo la década en todos los órdenes de la vida. Los efectos, por el contrario, han suscitado una interminable controversia. Acontecimiento o proceso, revolución o revuelta, colapso de la V República francesa o crisis de civilización, movimiento político o cultural, liberal o de izquierdas, éxito o fracaso, comedia o drama, el debate sobre lo que fue Mayo del 68 continúa sin visos de tener un final cerca.

El historiador Richard Vinen se enfrenta en su libro a todas las preguntas, empezando por un intento de definir "el 68", y evalúa las distintas interpretaciones. Su relato de los eventos aporta información, recrea el ambiente político y universitario de manera persuasiva y destaca las diferencias entre los países convertidos en los principales escenarios del fenómeno. Es del máximo interés la importancia que concede a los intelectuales ávidos de público y a la televisión, gracias a la cual se produjo una coordinación espontánea que azuzó la protesta en lugares muy distantes y con circunstancias diversas, desde el norte hasta el sur, de países democráticos a dictaduras. La contribución más valiosa de su obra consiste en desvanecer el hito que supuso "el 68" en una dilatada secuencia histórica de cambios, crisis y efervescencia cultural, que se inició al principio de la década y no se cierra al menos hasta los años intermedios de la siguiente.

Esta perspectiva ampliada que adopta Vinen permite una mejor visión de la coyuntura sesentayochista, y le sirve para destacar toda su complejidad, la precaria organización de los activistas, las múltiples formas con que se ejerció la protesta y, en suma, el aire disperso y sin una dirección clara de las reivindicaciones. En su narración, Mayo del 68 queda suspendido en una atmósfera algo vaporosa. La identificación que hace de los actores, los tiempos y las consecuencias de aquel movimiento adolece de una deliberada y rigurosa falta de precisión.

La actitud de Raymond Aron es muy diferente. Sigue con mucha atención las jornadas de mayo, publica artículos en la prensa en los que discrepa abiertamente y desde el principio trata de captar el sentido primordial de todo aquello. Recogió sus recuerdos en un capítulo de sus Memorias y sus reflexiones quedaron plasmadas en un libro titulado La revolución inencontrable. Al año siguiente participó en unos encuentros en Ginebra, donde coincidió con Marcuse, el profeta de la insurrección juvenil. En su conferencia, toda una lección de liberalismo, ahora reeditada en España, yendo directamente al grano, se pregunta por la concepción de la libertad, si liberal o libertaria, que anima a la nueva izquierda que ha irrumpido en las calles de París. Y, refiriéndose a los contestatarios, concluye: "Pero estos, que denuncian el sistema en su totalidad en vez de identificar sus defectos y proponer reformas, se creen libres porque no se comprometen a nada".

El quid de Mayo del 68 es escurridizo. En Francia, el centro de la contestación, hubo violencia, pero ni un solo muerto. En las grandes democracias liberales se rebajó la edad del derecho a votar a los 18 años, pero ningún gobierno fue abatido. El historiador Eric Hobsbawm habla de fracaso político, pero éxito moral. Emergieron asuntos con gran fuerza disruptiva en las sociedades avanzadas del bienestar y el consenso. Si Aron ha sido el analista más certero del 68, la cuestión que se dirimía en aquel mes de mayo no era otra que la posibilidad de dar un vuelco a la relación entre la libertad y la autoridad. Entonces la segunda se imponía por doquier a la primera, pero nada es ya igual. Mayo del 68 estuvo dominado por un espíritu liberal muy fuerte, y, como bien proclaman algunos, no se termina porque la humanidad seguirá tanteando eternamente los límites de su libertad, combinando siempre pasos hacia delante con pasos hacia atrás.

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