Pensamiento
La difícil articulación de filosofía e ideología
La propuesta de Félix Guattari es similar, en el trasfondo, a la de Marx, pero ahora lo revolucionario cambia su registro

Félix Guattari.
SILVERIO SÁNCHEZ CORREDERA
La revolución molecular es un libro contra el capitalismo. El capitalismo es el mal, es aquello en lo que andamos atrapados, no solo económicamente. El capitalismo no es justo ni emancipador; es esclavizador. Por ello hay que salir de él, y no basta ya intentar horadar una salida liberadora (o una revolución "molar" al modo marxista-leninista), que pretendía cambiar un modo de producción por otro, sino que el proceso ha de ser "molecular", como condición indispensable. Pero ¿qué es eso?
Félix Guattari se propone superar tanto a Marx como al psicoanálisis. Para ir más allá del marxismo, su propuesta revolucionaria no atiende a un cambio global (molar) directo, sino a múltiples transformaciones parciales esenciales (moleculares), que son la base y el medio del cambio revolucionario general. Y frente a Freud y Lacan, su esquizoanálisis (elaborado conjuntamente con Deleuze) quiere derribar el concepto alicorto de un inconsciente atrapado en una interioridad malentendida. Es preciso corregir la excesiva "egoicidad" y potenciar la dimensión social, que no es algo posterior ni acompañante del individuo, sino previo y sustrato de su misma individualidad.
Y si el problema a superar es el capitalismo, ¿qué entiende por ello el teórico político francés? No se trata solo del vigente modo de producción, basado en el liberalismo económico, regido por la lógica de la acumulación de ganancia sin límite. Se trata, sobre todo, de un modo de producción y reproducción de conciencias individuales y grupales sometidas, lo que quiere decir que nos hallamos ante una modalidad de "explotación" de las voluntades de los sujetos, y que ahora Guattari (y Deleuze) reconceptualiza como "un conjunto de dispositivos de servidumbre y de sujeción social maquínicas". Las máquinas son técnicas, por supuesto, pero ahora también estéticas, económicas, sociales, deseantes? Hay una sujeción maquínica que actúa molarmente (a través de los roles sociales, de las instituciones y de las representaciones simbólicas), pero, en un estrato más hondo, hay una servidumbre maquínica (molecular), que se ejerce sobre los afectos, las sensaciones y los deseos antes de que hayan sido apropiados por un sujeto individual consciente.
¿Esta reciente traducción al español de un libro editado en 1977 atiende a una demanda de ideologías residuales o responde a su plena vigencia filosófica? Dicho de otra manera: ¿los análisis desarrollados en La révolution moléculaire resultan desfasados cuarenta años después (aunque solicitados por los nostálgicos de "la" revolución) o demuestran tener alguna utilidad? No me atrevo a pontificar sobre su tesis de fondo, si conserva algún sentido o no buscar una revolución contra "el" capitalismo, pues requiere explicaciones menudas y múltiples (y además cada lector podrá extraer sus propias conclusiones), pero sí puedo afirmar que la mayor parte de los hilos conflictivos e interrogativos que se tensan pertenecen plenamente a nuestro siglo XXI. El futuro lector ha de saber que se trata de un texto endiabladamente difícil de entender, pues la claridad y distinción cartesianas se disuelven en un cúmulo de nuevos conceptos utilizados y que se sobrentienden como previamente definidos y dentro de un sistema de pensamiento en construcción. Se trata de un modelo que Deleuze-Guattari elaboraron conjuntamente, próximo a los postulados de Foucault, que despliega una filosofía donde el "deseo" es redefinido política y ontológicamente, compartida por filósofos, aunque con modulaciones propias, como Badiou o ?i?ek.
Deleuze dijo que el siglo XXI sería foucaultiano y, por su parte, Foucault afirmó que sería deleuziano. Guattari se halla igualmente comprometido en esta predicción. Es verdad que la filosofía política de estos autores ha calado en una gran variedad de movimientos sociales alternativos y radicales, fuerzas antiglobalización y anticapitalistas. La filosofía se ocupa de la verdad y la ideología del reparto del poder, pero, cuando una y otra tejen hilos conjuntos, ¿no se arroja la sensación de que los enfoques filosóficos fértiles que propenden a escenarios emancipadores acaban siendo nuevas demostraciones, cuando se convierten en praxis ideológica, de que los planteamientos antisistema son los que más refuerzan el sistema vigente?
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