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“Maniobras de contención”: los bordados digitales de Estefanía Martín Sáenz

La muestra de la galería Llamazares de Gijón tienen una puntada subversiva y reflexiva

El tríptico “No es culpa mía”, “Contención libertad”, “Es culpa mía”, bordado digital sobre tela estampada y tul.

“Maniobras de contención”, Estefanía Martín Sáenz

Galería Llamazares, Calle Instituto 23, Gijón

Hasta el 15 de febrero 

“Maniobras de contención” es el título de la muestra de Estefanía Martín Sáenz que podemos visitar en la galería Llamazares de Gijón. Una exposición singular y atractiva pero, sobre todo, reflexiva, en la que la artista, partiendo del mundo textil que conoce a la perfección, realiza una incursión en los sentimientos e impulsos refrenados y en las acciones de contención del ser humano. Comenta María von Touceda, en el texto de presentación, que “aquello que atemoriza a la artista se convierte en belleza para poder manejarlo”, refiriéndose al sentido catártico y propiciatorio que posee su trabajo, ya presente en el proceso de creación, y que culmina al confrontarnos con sus obras. Son imágenes hermosas que seducen e inquietan.

En esta exposición hay obras que dialogan y se complementan, pero que funcionan a la perfección individualmente, así ocurre con el tríptico formado por “Contención libertad”, una exquisita pieza central, flanqueada por “No es culpa mía” y “Es culpa mía”. Conforman un conjunto armónico que podría resumir el sentido de toda la muestra, tanto desde un punto de vista técnico como iconográfico. Se trata de bordados digitales sobre una cuidada selección de telas, contrastando los estampados florales -que han venido caracterizando muchas de sus propuestas- con la sutileza del tul, tejido protagonista en esta exposición; su trasparencia y vaporosidad, no solo evidencia la presencia silenciosa y necesaria de los bastidores de madera, cuyas vetas potencian cada obra, también resalta y matiza las imágenes bordadas, duplicándolas al proyectar sus sombras sobre la pared, para ver ampliados sus significados, como se advierte en “Contención de una herida”, una de las piezas más poéticas.

“Contención de una herida”, bordado digital y manual sobre tul. Santiago Martínez

Desde una perspectiva puramente iconográfica, la artista profundiza en esas maniobras de contención en las que vivimos inmersos y donde los ojos, pero especialmente las manos, adquieren un simbólico protagonismo. Se trata de una anatomía que habla sin palabras, en la que el gesto es suficiente. El lenguaje de las manos es universal, bastante significativo como para poder extraer múltiples lecturas en torno a las limitaciones impuestas o autoimpuestas a lo largo de la vida: contención del dolor, de la belleza, del deseo… o incluso, del espacio natural que nos rodea, como parece representar la instalación “Contención de una montaña”. Algunas piezas se mantienen en una estética que identificamos con la creadora, así ocurre con los bordados en los que la figuración está más presente, como la serie titulada “Contención deseo” pero, en general, estamos ante una obra renovada, más arriesgada, en la que, sin perder la poética implícita siempre en sus propuestas, la simplificación y el vacío cobran protagonismo, sobre todo en los grandes formatos y, especialmente, en “Contención belleza”, dos piezas fundamentales en esta exposición. Son obras que atraen por lo esencial de sus formas y por el tratamiento delicado de las gamas cromáticas, pero que sorprenden por la fuerza y trascendencia de los temas representados, desvelando algunas de las preocupaciones de la artista.

“Contención belleza II” (detalle), bordado digital y manual sobre tul.

Los acontecimientos que estamos viviendo en estos últimos tiempos, el confinamiento sufrido y la incertidumbre, han desencadenado una profunda reflexión sobre la libertad y sus límites, “Maniobras de contención” nos sitúa ante muchas de esas realidades, habla de las limitaciones impuestas, pero también de las que nos autoinflingimos. Las maniobras de contención frenan impulsos, reprimen todo lo que se advierte como indomable o fuera del “control establecido” y, en definitiva, coartan aspectos ligados a las emociones y sentimientos humanos. Por ello, otra de las aportaciones de estas obras que ahora contemplamos, es evidenciar cómo desde el mundo de la creación plástica, desde su belleza sutil, podemos acceder a ámbitos tan profundamente reflexivos. De este modo, y recordando el valor de La puntada subversiva, libro de la historiadora del arte Rozsika Parker, seguimos advirtiendo que el poder del arte textil es infinito, uno de los mejores revulsivos para activar nuestra sensibilidad y pensamiento. Así se advierte en propuestas que abordan el coser como un acto de supervivencia, como ocurre en algunos de los trabajos de Louise Bourgeois, o de resistencia y reparación social, en Judy Chicago o, en un ámbito más cercano, en algunas de las piezas más delicadas -y potentes- de María Gimeno.

Los materiales y técnicas textiles son, en sí, un encuentro entre su fragilidad intrínseca y una fortaleza profundamente enraizada en la tradición que, en manos de Estefanía Martín Sáenz, nos llevan a lugares nuevos.

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