Organizar el pesimismo

"Mateo perdió el empleo", de Gonçalo Tavares: el orden como esperanza de discernimiento

Ricardo Menéndez Salmón

Ricardo Menéndez Salmón

En la espesura de los días y de sus muchos y tercos afanes, la literatura se convierte en lugar de consuelo, en expresión del genio y en tierra natal. Las tres conquistas –asilo, sabiduría, reconocimiento– se alían para conjurar y para conjeturar la carga de desasosiego que a menudo transporta la realidad. De este modo, y al amparo de un preclaro apunte de Pierre Naville en su célebre "La revolución y los intelectuales", la magnífica, deslumbrante idea de que "la organización del pesimismo es la única consigna que nos impide fracasar", cabe suponer que pocas actividades como la literatura encajan en la horma que faculta esa mirada nada complaciente, aunque irrenunciable, tanto al desorden primordial como a la oscuridad que definen nuestro mundo.

Bajo su aspecto lúdico y juguetón, de artefacto de obvia raíz oulipiana, en "Mateo perdió el empleo", de Gonçalo M. Tavares, se dialoga, hasta la extenuación, con la confianza tan frágil como ineludible que el escritor deposita en su herramienta, el lenguaje, como clarificador de la entropía y como brida ante el caos. El autor portugués exhibe sin pudor sus cartas al asegurar: "En el mundo, las cosas y la forma en que vive la gente son más complejas porque no existe, como en la escritura tranquila, la puntuación que se lo explica todo a quien lee como si quien lee fuese tonto". La confianza que el escritor deposita en su impedimenta no es distinta a la que el supersticioso concede a sus filias o a la que el animista traslada a sus dioses. Por ejemplo, en la obra a debate, el orden alfabético es el criterio que articula un mundo descabellado pero que a la vez reclama una lógica, y en el que la ausencia de trama o el absurdo de las que por momentos parecen perfilarse, se aquieta bajo el sentido que algo en apariencia tan inocente como la sucesión de la A, la B y la C faculta. Mientras ese orden se mantenga, sugiere Tavares, existe sin duda una esperanza de discernimiento, por alocadas que sean las peripecias que el mencionado orden alimenta.

«Mateo perdió el empleo» dispone tres partes diversas y hasta cierto punto autónomas

"Mateo perdió el empleo" dispone, en consecuencia, tres partes diversas y hasta cierto punto autónomas, que cobran razón en la mirada cenital que el elogio de la forma contempla, independientemente de que esa forma resultante sea diáfana, sea confusa o incluso sea paradójica. Por un lado, nos hallamos ante 25 breves historias encadenadas por otros tantos personajes de apellido judío; en segundo lugar, asistimos a un episodio central, protagonizado por el Mateo del título, que discurre a mitad de camino entre el más fecundo teatro de lo grotesco y una violenta parábola que podría haber filmado el talento de Marco Ferreri; por último, como colofón, se nos revela la intervención del propio Tavares a modo de apologista, semejante a un artista que, en esas salas de lo contemporáneo donde los espectadores vacilan ante obras poco o nada comprensibles, se presta a regalar una plausible interpretación de lo sucedido.

mateo

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Mateo perdió el empleo

Gonçalo M. Tavares 

Traducción de Rosa Martínez Alfaro 

Seix Barral, 256 páginas, 18,90 euros

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