Oviedo, Nacho AZPARREN

«Cuando me levanté esta mañana, era un perdedor que no poseía una parte de un club de fútbol. Ahora soy un orgulloso accionista del Real Oviedo». Ollie Chamberlein, londinense, apenas sabía algo del Oviedo hasta que llegó a sus oídos una historia impactante. El Oviedo, equipo clásico de la Liga española con 86 de años de historia a sus espaldas, estaba a un paso de desaparecer. Para intentar evitar la tragedia, Mr. Chamberlein sólo tenía que sumar una pequeña aportación de 11 euros a la causa. Desde la comodidad de su escritorio, el londinense hizo su aportación. Al fin se había convertido en copropietario de un equipo de fútbol.

La ampliación de capital del Oviedo va camino de convertirse en el ejemplo más impactante de publicidad viral de los últimos tiempos. Un mensaje desesperado -el club necesita 1,9 millones de euros para no desaparecer-, un límite de tiempo -antes del 17 de noviembre- y el grito angustioso de auxilio de la afición suenan a ingredientes sabrosos de un «thriller» dirigido al éxito en las taquillas. Sólo faltaba alguien que prendiera la mecha.

Aquí es donde Sid Lowe aparece en escena. Simon Lowe (1976, Archway, Londres), corresponsal de «The Guardian» en España, sufrió su flechazo con la cultura española en su etapa de estudiante «Erasmus». También lo hizo con el fútbol nacional, centrando su pasión en el Oviedo, club de la ciudad que lo acogió en 1996, cuando el programa «Erasmus» era poco más que experimental. El británico no lo dudó cuando la noche del jueves 1 de noviembre comenzó incendiar la red. «El club que formó para la Premier League a Cazorla, a Michu y a Mata corre el riesgo de desaparecer. Por favor, comprad acciones», escribió desde su cuenta de Twitter, seguida por cerca de 100.000 personas. Y el copo se convirtió en avalancha.

«Después de comprar acciones del Oviedo, añadiré "propietario de un club de fútbol" en mi currículum. Berlusconi y su "bunga-bunga" es mi modelo a seguir», proclamó Sean Conlan desde el Reino Unido, territorio que acogió con entusiasmo el mensaje de Sid Lowe. «¡Estupendo! Ya puedo decirles a las chicas que soy accionista de un club de fútbol y no estar diciendo una tontería», comentó desde Liverpool Scott Rimmer tras invertir en el club. «He renunciado al tequila de los lunes por una acción del Oviedo», abundó la londinense Becca Watts.

El club, atento a la respuesta de la red, actuó con celeridad habilitando una web (www.yosoyelrealoviedo.com) desde la que cualquier persona del mundo podía hacerse accionista pagando por «pay-pal». Los últimos datos que se manejan hablan de más de 200.000 euros ingresados en esta modalidad, la que usan los aficionados de fuera de España.

Desde el mensaje de Sid Lowe -refrendado después por Mata, Cazorla, Michu y Adrián como estandartes-, el proceso no se ha detenido. La bola de nieve ha ido aumentando su tamaño hasta límites insospechados. La compra de acciones desde países extranjeros se ha ido multiplicando en los últimos días. La consecuencia de la participación extranjera es una inyección vital en la economía del club y decenas de historias para recordar.

Entre todas las anécdotas de la última semana, quizás la más sorprendente sea la de Juan Quintero, español de 40 años de padres cubanos exiliado en Estados Unidos desde que tenía veinte meses. Desde su hogar actual en Nueva Jersey, Quintero se enteró del desastre que amenaza al Oviedo. La campaña de Sid Lowe, unida a razones de sangre (tenía un bisabuelo asturiano), le hicieron decidirse a dar el paso.

Para comprar las acciones del Oviedo encontró una gran dificultad. El huracán «Sandy» lo dejó ocho días sin electricidad, con la única solución de un generador que accionaba sólo de noche para ahorrar gasolina. Impactado por el mensaje de Sid Lowe, Quintero decidió encender el generador el sábado 2 de noviembre antes de que llegara la noche. El aficionado se hizo con cuatro acciones y piensa destinar más dinero a la causa antes de que finalice la ampliación de capital.

También ha tenido repercusión en la red el caso de los aficionados de los Portland Timbers -equipo de la Liga americana de fútbol- que ya se han ganado el cariño del oviedismo. La cabecilla de la iniciativa, Serrilyn Rawson, prometió a sus colegas del Timbers Army (nombre del grupo de seguidores) que si se alcanzaban las 100 acciones se haría un tatuaje del Oviedo. En una semana han suscrito más de 350 títulos.

Tampoco han fallado los viejos amigos. Los aficionados del Génova italiano (equipo que eliminó al Oviedo en su única participación en la Copa de la UEFA, en 1992) también ha acudido a la llamada. «Oviedo es una parte importante de nuestra gloriosa historia, un recuerdo indeleble y la fotografía de un fútbol sano y genuino que hoy, lamentablemente, ya no existe», incitó Nicoló a los «tifosi» del equipo italiano en el «Canal Genoa», el foro del grupo.

Y el asunto sigue creciendo sin atisbos de que se vaya a detener. «Copropietario de un club alucinante. ¡Ganadores de la Liga de Campeones 2020!», exclamó Ian Hennessy desde Sidney (Australia). «Voy a comprarle a mi padre una acción del Oviedo como regalo de Navidad», abundó en Inglaterra Harry Jamieson. «Por lo visto no puedo hablar de la situación financiera de Chelsea o Arsenal porque soy accionista del Oviedo. ¡Ja!», zanjaba una discusión Abhinay, un periodista de Chicago.

Lo que se inició como una medida desesperada, la última bala en la recámara, va camino de hacer historia con un proceso revolucionario, nunca visto hasta la fecha. El Oviedo está convirtiéndose en el equipo global y la ciudad también puede aprovechar el tirón. «En cuanto llegue a casa, compro un par de acciones. ¡Hagamos del Oviedo una marca global», coronó con entusiasmo Joel Clyne desde Perth (Australia).