Durante seis días, sentada al pie de la cama de su hijo en el Hospital Vall d' Hebrón de Barcelona, Mari Paz Fernández miraba más para los dedos de los pies que para la cara de Víctor, "Vic" para los amigos. Los médicos le habían dicho que un movimiento mínimo en el punto más extremo del cuerpo sería el mejor síntoma para soñar con una recuperación en aquel momento improbable. Mañana se cumplirán tres años del accidente que pudo dejar a Vic en una silla de ruedas el resto de su vida. En lugar de eso, en menos de un mes se convertirá en el primer asturiano que participe en unos Juegos Paralímpicos de Invierno. Y, visto lo visto, que nadie descarte que vuelva de Corea con una medalla.

Víctor González Fernández (Oviedo, 29 de diciembre de 1970) se crió con el destino marcado por la pasión de sus padres por la nieve. A los tres años ya empezó a trastear por Pajares y con 20 decidió enfocar su futuro al instalarse en Sierra Nevada. Estudió Marketing Empresarial, pero pudo vivir de su pasión al abrir una escuela de snowboard en Baqueira Beret con un nombre que es toda una declaración de intenciones: "Pura vida". Como las pistas de la estación se le quedaban pequeñas, a menudo buscaba emociones fuertes, como aquel fatídico 22 de febrero de 2015.

Lo tiene bien presente Luis Suárez Bascarán, su amigo desde la infancia, que le acompañaba: "Estaríamos esquiando a 2.200 metros, con 18 grados bajo cero y mucha niebla. Yo iba delante y libré, pero Vic se estrelló de pleno contra un muro de nieve". Para suerte de Víctor, como recalca Suárez, en el grupo estaban dos bomberos, con conocimientos para la correcta atención al accidentado: "Ellos salvaron la vida a Vic, no yo. Aplicaron las técnicas de inmovilización y lo abrigaron para evitar una hipotermia, lo que permitió mantenerlo en buenas condiciones hasta que llegó el helicóptero, una hora después. Después lo pasaron a otro helicóptero medicalizado para llevarlo al hospital".

Allí, en el Vall d' Hebrón, empezó otro capítulo inolvidable para Víctor y para su madre, Mari Paz Fernández. "Los médicos me esperaban para firmar el consentimiento para la operación, aunque yo quería que llegase mi hija, que vive en Toulouse. Antes de entrar al quirófano me dijeron que me pusiera en lo peor. Tenía rotas las vértebras C5 y C6, que además le oprimían la médula. Cuando salió me dijeron que sería importantísimo que moviera los dedos de los pies. Me pasé más días pendiente de eso que de la cara, hasta que lo movió".

Fue el punto de partida, la señal para que Vic demostrase su fuerza de voluntad. "Tenía que estar en una silla de ruedas y ha acabado en unos Juegos Paralímpicos", se emociona Mari Paz Fernández repasando la increíble evolución de su hijo en tres años: "Estuvo tres meses en el hospital en Barcelona y después vino para el HUCA. En Rehabilitación le preguntaron si quería el turno de la mañana o de la tarde y él dijo que se apuntaba a los dos".

Gracias a eso, Vic se clasificó para los Juegos Paralímpicos de Pyeongchang, cuya preparación le ha exigido un esfuerzo añadido: "Hemos estado entrenando seis días por semana, ocho horas al día, incluyendo gimnasio y fisio. Voy con una gran motivación porque siempre soñé con ser deportista de elite". Lo que no dice es el sufrimiento que los descensos, a veces casi a 90 kilómetros por hora, le provocan. "Los saltos le matan porque Víctor sufre espasticidad (rigidez muscular)", explica su madre.

Así se desliza sobre la tabla Víctor González "Vic"

Así se desliza sobre la tabla Víctor González "Vic"